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El 4 de noviembre de 1983, Paul Simon publicó Hearts and bones.

El 4 de noviembre de 1983, Paul Simon publicó Hearts and bones. Sería un vano intento por el cantautor estadounidense de estar a la última. El excesivo uso de sintetizadores y ritmos modernos chafó el álbum: por vez primera, Paul Simon perdía su aura de compositor en gracia. Lo que en un principio iba a ser el trabajo de vuelta con Art Garfunkel, acabó siendo un auténtico fracaso. Y, sin embargo, la canción que daba título al disco, Hearts and bones era una auténtica obra maestra. Es una balada arrebatadora de ambientación bíblica e imágenes poderosas. Irónicamente, vaticinaba su posterior ruptura matrimonial con la actriz Carrie Fisher. El tratamiento de la portada es un tratado en frivolidad ochentera. Por un momento pareciera aludir a los colores de la bandera estadounidense. O a Miami Vice.

A mitad de los 70 el modelo de Hollywood estaba más que agotado. Un grupo de nuevos y jóvenes directores comandados por Francis Ford Coppola dieron un vuelco al rumbo comatoso de la industria: a posteriori, acabarían torpedeando Hollywood e, incompresiblemente, salvarían a la industria hasta reivindicar el clasicismo y los años dorados. Coppola aportaría El padrino en 1972 y George W. Lucas perpetraría el modelo blockbuster con Star Wars, es decir, la gallina de los huevos de oro. Martin Scorsese tomaría asiento de lujo con Taxi driver en 1976 y Steven Spielberg luciría como el alumno más aventajado con Tiburón en 1975. El mismo Steven Spielberg sería, junto a Scorsese y Coppola, quien rescataría el clasicismo de los años dorados en la próxima década.

El maestro de la sátira y del llamado nuevo periodismo, Tom Wolfe publicaría La hoguera de las vanidades en 1987. En él diseccionaría a la sociedad norteamericana del momento. Por sus página pululaban los yuppies. El cinismo de estos personajes darían vida a los célebres peces gordos de Wall Street. El perfecto votante de Ronald Reagan. Los 80 fueron años grises trufados por la insatisfacción, truncados por un futuro distópico que parecía sólo acarrear lo peor de la distopía. Durante la década de los 80 se afianzó el neoconservadurismo y la creatividad menguó o se transformó en sintetizadores y películas sobre robots libertadores. Años grises.

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Daniel Vila

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