El ilustrador jerezano, que trabaja desde 2005 en una productora sevillana de animación, imparte un taller sobre 'story board' en la Escuela de Arte con motivo del PHI Festival 2017. 

Alberto Belmonte es un artesano de la comunicación. No suele crear historias, pero es el encargado de construir escenarios y dar vida a personajes que aparecen unidos, o separados -según la apreciación de cada uno-, por viñetas. Belmonte nació en Jerez un friolero 13 de noviembre de 1973 como los que ya no se recuerdan. Creció en Montealto y se crió entre cómics de superhéroes. Se los bebía. Ese interés por los tebeos, sumado a que era "el niño que dibujaba bien de la clase", le encaminó a que el dibujo fuera su "medio de vida". Tardó. Pero finalmente lo consiguió. En el IES Padre Luis Coloma, su profesor de Dibujo, Domingo Martínez, quien luego sería el director de la Escuela de Arte de Jerez durante siete años, le animó a que enfocara su formación profesional en las Bellas Artes, "ya que lo tenía tan claro desde los 15 años". Belmonte es una de esas manos brillantes que ha pasado por la Escuela de Arte de Jerez. No logró el éxito nada más salir del centro. Pero finalmente alcanzó su meta cuando cumplió 30 años, al entrar a trabajar en Forma Animada, una productora sevillana. “Hasta esa edad no vivo del dibujo, pero en ningún momento dejo de dibujar, ni de trabajar. Nunca me desvié. Sabía que era dibujante, pero tenía que hacer otras cosas para poder vivir”.

Empezó imitando el cómic americano. "En aquella época no llegaba la cantidad de manga que hoy hay en Jerez, tampoco había nada de cómic europeo, entonces empecé a dibujar los personajes que me gustaban. Tenía el ejemplo de Carlos Pacheco, un gran dibujante y ya famoso internacionalmente, que es de la provincia, de San Roque, y quería parecerme a él. No solo en estilo, sino en el futuro profesional del cómic". Pero no consiguió sumergirse en la industria como lo hizo el sanroqueño o el pamplonica Mikel Janin, el dibujante de Batman para todo el mundo y que reside en Jerez desde 2010. "Vivir de esto es muy complicado, como cualquier actividad artística. Entonces cuando terminé mis estudios, empecé a trabajar de todo lo que podía" sin dejar de lado el dibujo. Estuvo de cajero de supermercado, trabajó en un hotel, viajó a Estados Unidos y a Inglaterra para aprender inglés, y en el extranjero tuvo la oportunidad de publicar algún que otro trabajo, varias exposiciones… “Pero cuando volví fue cuando tuve la oportunidad de trabajar ya profesionalmente en una productora de animación”.

Es en 2005 cuando se introdujo en la empresa andaluza, entidad con la que ha estado nominado a los premios Goya en tres ocasiones, por Alfred y Anna,  A Lonely sun story y 30 años de oscuridad, una novela gráfica documental con la que Belmonte tuvo problemas de ansiedad: "Estuve seis meses encerrado trabajando". "Además, la película iba sobre un topo de la posguerra que estaba encerrado durante más de 30 años en un zulo. Y así es como nos sentimos los cinco dibujantes que participamos", agrega.

¿Qué le dice a una persona que se niega a ver una película por el simple hecho de ser animación?

Creo que afortunadamente quedan menos personas que piensen así. En mis tiempos era más común oír eso: que la animación estaba destinada más a un público infantil. Pienso que no les diría nada, porque al final cada uno elige. Yo lo que sí veo es que la cosa cambia. Y como la tendencia es positiva, es cuestión de tiempo. Ya es común ver cintas de animación para adultos y que la gente no se extrañe tanto. O incluso series de animación que no son para niños como South Park, u otras muchas que ya tienen sus años. Ya es algo socialmente mucho más aceptado. Si tuviera que decir algo es que, cómo están viendo una cinta de animación, que se olviden que están viendo dibujos y que se centren en la historia, porque al final son vehículos para contar esa historia.

¿Escoge el dibujante esa historia?

Nosotros trabajamos con guionistas. Jorge Laplace, un guionista de aquí de Jerez, con una proyección brutal que ha trabajado en cine, televisión… Laura Gamero, que ahora es guionista de cuentos infantiles. Hemos trabajado con muchos guionistas y mi función es básicamente la de diseñar personajes, escenarios… todo lo que fuera a aparecer en las producciones, así como hacer los story boards. Pero lo que es guionizar, crear historias, no ha sido el caso.

No obstante, el dibujante jerezano tiene entre manos un proyecto de cómic personal llamado Walter Wanted. "Es un western muy atípico. El protagonista es un ciborg, mitad hombre, mitad máquina. Y luego hay elementos paranormales: puede haber hombres lobo, zombis... Y en el estilo que estoy trabajando se representa esa atmósfera oscura que quiero crear". Su idea nace de la película Westworld, del año 1973. "La ponían mucho cuando yo era niño, me gustaba muchísimo... Y ha sido una coincidencia que ahora HBO haya sacado la serie, que por otro lado me ha decepcionado mucho, no me ha gustado nada".

Alberto Belmonte, además de continuar ilustrando historietas, libros de texto o trabajos para particulares, también apoya a las nuevas generaciones. "En Jerez hay una cantera de dibujantes alucinante. El futuro es halagüeño. No tanto de la industria en sí, sobre todo la del cómic, porque en España es muy débil económicamente". Es por ello que, con motivo del PHI Festival 2017, semana cultural que celebra la Escuela de Arte cada dos años para impulsar las videocreaciones en Andalucía, el jerezano ha impartido un taller sobre el story board. "Es imprescindible, sin el story board no se puede hacer una producción. En el cine se ha usado desde siempre, desde el principio. Es una herramienta básica para visualizar rápida y fácilmente toda la secuenciación y poder hacer todos los cambios pertinentes con dibujos rápidos y pequeños sin necesidad de invertir en toda la filmación de la película", explica. 

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Claudia González Romero

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