El pasado jueves José Manuel García Gil nos presentó en la Fundación Caballero Bonald Cuentos sin hadas, acompañado por el escritor Rafael Ramírez Escoto. José Manuel ha realizado la selección de los relatos, el estudio introductorio y las anotaciones contextuales y bibliográficas pertinentes. Como dijo Josefa Parra, se trata de un excelente trabajo dedicado a uno de los grandes autores gaditanos, Carlos Edmundo de Ory, en una colección de Cátedra, Letras Hispánicas, de reconocido prestigio académico.
A modo de fabula, Rafael Ramírez nos acercó al escritor José Manuel García Gil. “En sus alforjas guarda este caballero libros de sugerentes nombres y versos intrépidos: Las veces del río, Aguas prohibidas, El salón de los eclipses, La belleza no está en el interior…” Resaltó la capacidad de trabajo y la constancia de José Manuel, cualidades necesarias para abordar la preparación de “Cuentos sin hadas”. Gracias a José Manuel existe la revista Caleta —en su segunda época— y la colección Calembé, un referente de la narrativa en español. “Todo este bagaje de lecturas, conversaciones, estudios, análisis, correspondencias, lo han formado como crítico de talento innegable: ¿quién podía sino editar esta antología de relatos de Carlos?”. José Manuel es un gran conocedor de las tendencias, estilos, temáticas y técnicas de la narrativa breve, y “un investigador avaricioso que escarba en la vida y obra de Carlos Edmundo de Ory”.
Elegir los cuentos no ha tenido que ser nada fácil, señaló Rafael Ramírez. Más que buscar razones concretas, hay que rendirse al “azar y la necesidad” que gobiernan el proceso de edición. Habrá criterios literarios en esta selección pero “al sediento no hay que explicarle la fórmula del agua, hay que darle agua; al sediento de Ory hay que darle Ory y más Ory”. Rafael nos recomendó primero ir directamente a los relatos, para beberlos, disfrutarlos, y luego volver al principio del libro y leer la introducción de José Manuel García, “un estudio crítico preciso que compendia los momentos claves en el ciclo vital de Carlos, nos acerca al panorama literario de la posguerra, nos indica los caminos que conducen a la cabaña secreta del mago y nos abre las puertas de la percepción a otra literatura”. El contenido del libro es peligroso, advirtió. Se trata de un autor adictivo. Sus textos son endiabladamente complejos, abisales, atmósferas cambiantes, relatos que exigen una respuesta polisémica. “No hay univocidad en sus palabras”.
Escribe en clave de misterio. Cada palabra adquiere en él una especial profundidad de sentido, donde se dan cita todos los opuestos. “Veo en cada uno de los textos de Carlos el inconcebible universo”. Por último, Rafael recordó que un escritor siempre escribe para el futuro. La obra narrativa de Carlos pertenece a esa otra literatura, “la que se me queda pegada indeleblemente en las paredes del cráneo”, la que transcurre por tramas poco tradicionales: “El mapa de sus historias está trazado sobre condados misteriosos, lejanos pantanos de la ensoñación, grutas casi inaccesibles de la memoria”. El misterio y la sorpresa aparecen en cada palabra, “desde la intimidad de la propia historia”.
José Manuel García Gil recordó que Carlos Edmundo de Ory y José Manuel Caballero Bonald fueron muy amigos. Caballero Bonald lo conoció a finales de los años cuarenta. Lo cita en varias de sus obras, y lo ha incluido en su último libro de semblanzas, Examen de ingenios, donde lo describe como “insurrecto de lo más llamativo”. A finales de los años cuarenta Ory coincidió en Madrid con varios escritores y artistas en la pensión en la que vivía, llamada Garde. Entre ellos estaba Ignacio Aldecoa, muy importante para los cuentos de Carlos Edmundo de Ory. En el grupo de amigos estaban también Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio, Ángel Crespo, Josefina Rodríguez, Carmen Martín Gaite… Ory fue parte de este grupo, en el que leían, escribían y bebían.
Los años 50 fue la época dorada de los cuentos, explicó José Manuel. En plena dictadura, en la época del racionamiento, había gran interés por este género. En 1953 se creó Revista española. En el consejo de redacción estaban Ignacio Aldecoa, Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre. Ahí publicaron cuentos tanto Caballero Bonald como Ory. Además, estuvieron juntos en el congreso de poesía celebrado en Segovia. Una de esas noches tuvo lugar la famosa anécdota del velatorio. Hartos de cultura y piedras se sumergen en la noche. Deciden buscar un prostíbulo. La melopea y la oscuridad les conducen al lugar equivocado… “Amo el laúd, el lupanar y el mar”. Gracias a Caballero Bonald, Ory ve publicados sus cuentos en la editorial Júcar en 1975. El libro se titulará Basura. Y será una recopilación de relatos.
José Manuel se centró tres ideas, no lo suficientemente desarrolladas en la introducción del libro. La primera tiene que ver con la gestación del texto. Es un libro que empieza a pensarlo hace diecisiete años. Le propusieron a Carlos reunir todos sus cuentos en la colección Calembé. Aparecieron en dos volúmenes, en una caja con portada de José Luis Tirado, en la Fundación Municipal de Cultura de Cádiz, 2001. Con un gran esfuerzo de Carlos, la recopilación salió a la luz. Y se tituló Cuentos sin hadas. Son cuentos que cultivan la imaginación, más que la fantasía. “La imaginación nace de la percepción de la realidad, y se proyecta sobre ella transformándola; la fantasía es una pura actividad imaginaria que no tiene en cuenta la realidad”. La segunda idea se refiere a la vinculación de los cuentos de Ory con la infancia. Vida y obra están entrelazadas en él. Al fondo de cada uno de sus relatos está su infancia. Porque el misterio es algo esencial en su niñez. En su diario se refleja ese talante metafísico, ¡siempre en las nubes! Sólo le atraían los intersticios de la realidad, los huecos. Por último, José Manuel destacó la oralidad de su literatura. A Ory le encantaba leer en voz alta, en cualquier contexto. Incluso manda cuentos para que sean leídos en la radio.