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Conocemos la experiencia personal de cuatro jerezanos que tuvieron la oportunidad de vivir en Francia, Bélgica, Inglaterra e Italia durante un curso de su carrera universitaria. "Me ayudó muchísimo a abrir la mente y a comprender cosas que jamás había entendido". 

El programa de intercambio que creó la Comisión Europea en 1987 con la intención de que en el corazón de los universitarios bombeara con fuerza la identidad europea, se ha convertido en una experiencia que los jóvenes aprovechan para reforzar su segundo idioma o para encontrarse a ellos mismos. Vivir en un país extranjero y "ver mundo" son los principales alicientes para apuntarse a la codiciada lista del programa Erasmus —Erasmus+, desde 2014—. Pero existen otros motivos —inconscientes o no— como el reto de salir de la zona de confort o pensar a diario en otra lengua, más allá de la idea extendida de que la Erasmus significa fiesta y poco esfuerzo a la hora de estudiar. Si en aquel primer curso de 1987 participaron 3.244 alumnos, ahora, según los últimos datos recogidos en 2014, 291.383 fueron las personas que jugaron a estudiar en otro país comunitario. En 30 años, 3.300.000 estudiantes europeos se han beneficiado de la idea que impulsó en su día la italiana Sofia Corradi —conocida como Mamma Erasmus—, una cifra que aumenta hasta los cinco millones sumando a profesores y otros colectivos.

¿Cuáles son los destinos preferidos por los españoles? ¿Qué opciones tienen? ¿Cuál es el principal obstáculo para viajar? Los datos demuestran que España es el país preferido por los estudiantes europeos para vivir la experiencia Erasmus. Sin embargo, es el tercer país en enviar universitarios al resto de Europa, por detrás de Francia, que ha enviado a casi 40 mil universitarios fuera de sus fronteras, al igual que Alemania, con un total de 39.719 estudiantes. Si bien estos son los países que más universitarios participan en el programa Erasmus, según el último balance del curso 2014-2015, se produce un intercambio, una sinergia, ya que los españoles han escogido estudiar mayoritariamente en Reino Unido, Alemania y Francia. 

La (mala) fama del programa

Cuando se inicia la carrera universitaria, la palabra Erasmus está siempre presente en la mente del estudiante. "En mi carrera casi todo el mundo se iba de Erasmus y formaba ya parte indispensable de mis estudios", explica Verónica Virués de Segovia, jerezana de 26 años criada en Los Naranjos y licenciada en Filología Francesa por la Universidad de Cádiz (UCA), que escogió vivir su experiencia en Toulouse (Francia). "¿Me voy en el segundo o en el tercer año?", es una de las primeras preguntas que ronda por la cabeza. Si bien lo habitual es que los estudiantes escojan marcharse en el tercer curso, como hizo Verónica, a Yaiza Almengló, natural de Jerez, con 23 años y graduada en Traducción e Interpretación de Inglés-Árabe por la Universidad Pablo de Olavide (UPO) en Sevilla, le aconsejaron que viajara en el segundo año para aprovechar su nota de Selectividad.Pero, ¿qué información, qué idea tienen los universitarios sobre el programa Erasmus? "Poco realmente, salvo que algunos estudiaban más bien poco y se lo pasaban de lujo", responde Manuel Flores, jerezano de 23 años graduado en Traducción e Interpretación Francés-Inglés por la UPO. Sin embargo, es difícil encasillar esta experiencia cuando cada uno la vive en un punto diferente de Europa. Incluso la universidad que se elige, puede variar el devenir de las cosas. Sin embargo, el viaje siempre está cargado de lecciones. "Aprendí que hay que soltarse y no estar encerrado en sí mismo. Disfrutar y ser la persona que uno quiere ser en cada momentos de la vida", expresa Rafael del Río, jerezano graduado en Ingeniería de la Energía por la Universidad de Sevilla, que vivió su Erasmus en Milán durante su tercer año. 

"Estaba en la Erasmus y en febrero aún no había solucionado el 100% del papeleo"

Para muchos universitarios que van a vivir fuera de España durante seis, nueve o diez meses, el primer obstáculo que se encuentran no es cuando ponen un pie en tierra ajena, sino cuando inician el papeleo previo al vuelo. "¿Dificultad en echar la solicitud? Ninguna, fue lo mas fácil. La dificultad llegó cuando me concedieron la plaza", señala Rafael. "Después de todo el papeleo a mitad del curso pensaba que no iba a ser capaz de irme por el acuerdo de estudios. Y la verdad es que casi le quitan las ganas a uno. Tardé casi un año y completé todo el papeleo en septiembre, cuando me iba en octubre. Todo un dilema", agrega. A Manuel le ocurrió algo parecido cuando intentaba pasar su segundo año universitario en Bélgica: "Estaba en la Erasmus y en febrero aún no había solucionado el 100% del papeleo". "Un desastre", califica. Más allá de los líos burocráticos, hay algunas carreras que también tienen problemas por los convenios establecidos en el programa, como lo fue el caso de Yaiza: "Al estar estudiando árabe, una lengua no europea, existían muy pocas universidades en mi año con las que tuviésemos convenio y que, además, ofertasen tal idioma".

Cada Erasmus, un mundo

Pero escoger destino, tampoco se presta sencillo. "No estaba segura porque podía escoger entre Francia, Hungría, Italia, Bélgica, Bulgaria y Turquía, y en un primer momento muchos profesores nos animaron a irnos a países como Hungría o Turquía", señala Verónica. No obstante, el coste del vuelo y del alojamiento, además del clima, fueron variantes que esta jerezana tuvo bien presente a la hora de elegir destino. "Sabía que tampoco quería irme a una ciudad muy cara porque si no, toda la beca se me iba a ir en alojamiento, desplazamiento y comida y yo quería viajar y conocer el país", añade. Si bien Verónica fijó Toulouse como primera opción, no siempre se tiene la misma suerte. En el caso de Rafael, solo tenía dos: Dinamarca o Milán. Comparte que rellenó su Erasmus en ese mismo orden prefiriendo marchar al país danés, pero que finalmente cuando fue a ver la lista, le tocó Milán. Y es que la calidad y el número de destinos depende de la universidad y del título universitario. "En mi carrera puedes escoger prácticamente donde quieras, pero yo quería Francia y al final me dieron Bélgica", indica Manuel. 

"Era muy divertido que turcos, alemanes, polacos y españoles, estuviésemos charlando todos juntos"

Antes de que Yaiza se alojara en Londres pensaba que se encontraría "una ciudad muy cosmopolita y llena de vida". Y reconoce que después de vivir en la capital inglesa, no se equivocaba en absoluto. Otros como Rafa esperaban un poco de caos: "Mucha gente perdida como yo sin saber dónde ir y qué tener que hacer". Pero halló "paz y  libertad". "Me fui para hacer un cambio de lugar, dejar mi ciudad donde estudiaba —Sevilla— y eso conseguí. Empezar de cero en un nuevo entorno y poder ser otra persona", confiesa. Lo cierto es cuando se viaja sin expectativas, como hizo Manuel con Amberes, donde vivió durante diez meses, termina convirtiéndose en una de tus ciudades favoritas. "Es una ciudad preciosa y tiene muchos sitios de los que disfrutar. Económicamente es una de las ciudades más ricas de Europa e incluso tiene una grandísima comunidad de judíos ortodoxos", expone Manuel sobre su estancia en Bélgica. Para estos cuatro jerezanos la variedad cultural fue, sin duda, lo más enriquecedor. "Era muy divertido que turcos, alemanes, polacos y españoles, estuviésemos charlando todos juntos", incide Verónica.

Cuaderno de bitácora: superaciones y lecciones

Una vez concluida la Erasmus, todos descubren algo nuevo de la estancia en la que han vivido que jamás encontrarían en un libro, en el cine o en la red. Rafael descubrió que en Italia tienen un dialecto nuevo en cada región, que puede haber dos pueblos que están a cinco kilómetros de distancia y que no son capaces de entenderse, y, por supuesto, aprendió a amar la pasta. Yaiza tuvo la oportunidad de conocer de cerca a gente procedente de países árabes y aprender, a través de ellos, más sobre la cultura del mundo árabe y en especial, de la religión musulmana. "Me ayudó muchísimo a abrir la mente y a comprender cosas que jamás había entendido. Me ayudó a ser mucho más tolerante", expresa. Y Manuel descubrió que la cerveza belga es maravillosa, lo mal que juegan los belgas al fútbol y que a las cafeterías también se puede ir solo, además de aprender a valorar los días de sol.

Y por otro lado, desde la perspectiva académica, a Manuel le chocó que la idea habitual de la Erasmus fuera "fiesta y parranda", ya que la realidad que vivió en Amberes fue otra muy distinta. "Tengo que decir que el Campus Zuid (Campus Sur) donde se encuentran sobre todo los estudiantes de idiomas, tiene un nivel muy elevado. Es normal suspender alguna que otra asignatura, incluso para gente con un nivel increíble de idiomas. No se alarman para nada. La Universidad la verdad es que me agobió muchísimo y mientras veía a otra gente de parranda en otras ciudades de Europa yo tenía que dedicarle bastantes horas al día e incluso me vine a Sevilla con dos asignaturas". 

Pero, ¿qué es lo que finalmente se llevan los universitarios de su experiencia? "Si soy sincera no aprendí a hablar francés perfectamente, pero me ayudó muchísimo a mejorar mi pronunciación, a ampliar mi vocabulario y a comprender mejor la cultura. Y también me sorprendió la desenvoltura que adquirí para poder defenderme en francés en aspectos tan serios como un banco, el médico e incluso una comisaría de policía", contesta Verónica. "Pero lo mejor fue la gente que conocí. En unos meses creas unos lazos muy fuertes, ya que se convierten en tu pequeña familia", agrega. Pero todos, más allá de conocer nuevas culturas, ser más tolerantes y aprender o reforzar otra lengua que no sea la materna, coinciden en que la Erasmus te ayuda a crecer como persona. "Conocí a muchas personas y me encontré a mí misma, por muy empalagoso que suene. Descubrí qué era lo que quería hacer con mi vida y cuál era el tipo de personas de las que me quería rodear. En definitiva, crecí como persona, maduré y aprendí a valorar más mi país y a mi gente", sonríe Yaiza. Para muchos, el curso de la Erasmus es el mejor de todo el periodo universitario. "Fue el que más me cambió. Fue el mejor de la etapa universitaria sin duda", valora Rafael. Pero, ¿repetirían la experiencia? "Si me hubieran hecho esta pregunta justo después de mi Erasmus hubiera dicho que sí sin pensarlo. Sin embargo, a día de hoy no me iría de nuevo. A pesar de que fue una experiencia inolvidable, ahora valoro mucho la vida en España y aunque todo el mundo piense en volar y huir de este país, yo he aprendido que la vida que quiero está aquí y que nada puede sustituir la calidez de España y su gente", responde Yaiza, a lo que Verónica también contesta negativamente: "No repetiría porque fue un año bastante duro en todos los ámbitos. Pero estoy deseando visitar de nuevo la ciudad, para una estancia corta". Otros como Manuel, que se declara un enamorado de Amberes, dice que se lo pensaría "muy pero que muy bien"; y Rafael no se lo piensa dos veces y asiente con la cabeza. Eso sí, dice que iría a otra ciudad distinta como por ejemplo Ámsterdam (Holanda). 

Todos coinciden que de su estancia en el extranjero extrañan la independencia que vivieron, las fiestas íntimas en pisos de compañeros, esa cafetería o cervecería que visitaban a diario, el estilo de vida y compaginar responsabilidad con desfase. Además de que los cuatro recomiendan a los próximos estudiantes que se vayan de Erasmus a intentar no estar siempre entre españoles. "Es complicado, pero en mi caso fue muy gratificante". Y por último, algunos lamentan que redujeran la beca a más de la mitad y con ello, el retraso de la cuantía económica. "Ahora la beca Erasmus solo pueden permitírsela unos privilegiados", estima Verónica. 

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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