Parasceve o la luna de Nissan brilló fuerte en el cielo, señal inequívoca de que la noche más importante y especial sería muy tranquila en lo meteorológico. Esa luz de plata fue la compañera de todas las hermandades que jalonaron la Madrugada de Jerez desde La Plazuela hasta Picadueñas.
La Noche de Jesús, como se le conoce aquí aludiendo al Nazareno de Cristina, fue soberbia en lo cofrade con seis hermandades que ofrecieron contrapuntos diferentes.
Desde la algarabía al más estricto silencio, un silencio que identifica a esta jornada que no tuvo solución de continuidad porque recogiéndose la última del jueves, ya asomaba a las calles del primera de la noche.
La Madrugada que pivota sus sensaciones en las tinieblas de la noche más cerrada y la mañana del viernes, que despertó brillante. El Santo Crucifijo fue la hermandad de siempre, la hermandad de negros y estrictos silencios, la hermandad exquisita y poderosa en patrimonio y de una belleza sin igual. Paseó los 450 años de vida que cumple este 2023 con la figura del crucificado de Jose de Arce como eje devocional de un largo cortejo que cerró La Encarnación en su maravilloso paso de palio.
A la una y media de la madrugada asomaba la cruz de guía de la Yedra a una Plazuela abarrotada. Ahí arrancó la noche hasta que al las 11.35 entró el Señor de la Sentencia, que lo hace antes que la Esperanza por una cuestión de orden y capacidad dentro ee la pésquela capilla. La calle Sol renovó su vocación por la Esperanza con un recorrido por esta calle jalonado de marchas, vivas, cantes de saetas y plegarias y mucho ímpetu bajo el paso pese a las horas ya acumuladas. Todo bajo el sol brillante y el limpio cielo con que nos llegó el Viernes Santo.
Las Cinco Llagas puso el interés dado que veinte años después volvía una cuadrilla asalariada al palio, después del triste episodio de 2022, que visto lo de ayer ha quedado como un triste recuerdo. Se vio aires renovadores en la corta pero selecta fila nazarena que este lo incorporó a pequeños monaguillos algo inédito en la historia de esta severa hermandad.
Y Jesús, el Nazareno de Jerez. El que da nombre a la Madrugada se echó a la noche con su habitual orgullo de ser diferentes, de mantener un estilo perdido en pos rímenos pero que en San Juan de Letrán es sagrado. Allí no se encontrará con los clásicos cañones cofrades tan generalizaros en Jerez.
Como dicen allí, cara al viento sin antifaces pero con toca morada y mucho coraje por enseñar sus formas con esas cuenta de mujeres que desde tiempo inmemorial forman parte de la cofradía en la calle llevando con orgullo sus faroles de tono plateado. Sencillamente, es Jesus. Sin más, el Nazareno.
Con esta cofradía seguimos con la versión de aquellas que tienen en la mañana una segunda parte. Son las que en la mañana del viernes se muestran con especial intensidad. La recogida de Jesús se apunta con el sol subiendo por levante dando sus primeros rayos cuando El Traspaso está muy cerca de la capilla bajo su palio mecido al compás de los hombres que sobre sus hombros han sopórtelo gloriosos kilos, muchos, desde las tres de la madrugada.
La Buena Muerte vivió la noche en su silencio absoluto desde Santiago pero con las claras del día, cerca ya de su recogida, las saetas a pie de calle, las más auténticas, las más de Jerez pararon los tiempos por el viejo arrabal con voces gitanas que perturbaron el alma de los muchos que logren este momento para disfrutar de una Semana Santa diferente y muy de esta tierra en la que el cante pasional es el que manda por derecho.
La Noche de Jesús tuvo tintes revitalizantes en cuando a público en las calles. Los palcos se mantuvieron como siempre casi vacíos. Es una jornada en la que la gente prefiere ir al encuentro de las cofradías por los rincones donde aquieten un gran belleza: la salida de San Miguel rodeados de tinieblas, Las Cinco Llagas por el barrio De San Pedro, El Nazareno por las callejas del barrio viejo de Jerez como verla atravesar la Carpintería, La Esperanza volviendo con la gente de su barrio con el sol bien arriba, La Buena Muerte entre la oscuridad y silencio bajo el resplandor de plata de Nissan, dejando Santiago y el regreso a su barrio de La Entrega tras enseñar a Jerez el tremendo y sobrecogedor con el que se concibió su misterio.
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