Yelizaveta y su hijo cumplen un año en Andalucía, lejos de las bombas de Ucrania

Más de 168.000 ucranianos cuentan con protección temporal en todo el país, más de 24.000 en Andalucía. Doce meses después del inicio de la invasión rusa, el final de la guerra ni se intuye

Yelizaveta, ucraniana residente en Jerez.
Yelizaveta, ucraniana residente en Jerez. MANU GARCÍA

Con una maleta con la ropa y pertenencias justas en una mano y su hijo en la otra, Yelizaveta salió de Ucrania en marzo de 2022 sin saber cuando volvería. De momento, ni se lo plantea. Su futuro pasa por perfeccionar su castellano, encontrar un trabajo e iniciar una nueva vida lejos de los bombardeos que destruyen su tierra.

Cuando se cumple un año de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, con un conflicto enquistado que se está alargando más de lo que muchos vaticinaban, y al que no se le atisba un final, son numerosos los ucranianos que siguen fuera de su país. Aunque hay muchos que han vuelto.

Yelizaveta y su hijo, de trece años, son dos de los 168.000 ucranianos a los que España ha otorgado protección temporal. Hasta el 21 de febrero, la Oficina de Asilo y Refugio (OAR) del Ministerio del Interior y la Policía Nacional habían concedido un total de 168.131 protecciones, el 63% de ellas a mujeres, y el 33% a menores de 18 años. Andalucía es la tercera comunidad con más protecciones temporales concedidas, 24.002, solo por detrás de la Comunidad Valenciana (45.379) y Cataluña (38.616).

En total, la guerra ha forzado a más de ocho millones de ciudadanos a salir del país y buscar protección en otros estados, de los que 4,8 millones cuentan con protección temporal. A ello hay que sumar que existen 5,3 millones de desplazados internos que ahora viven en otros lugares de Ucrania, según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

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Yelizaveta, con un dibujo que ha hecho su hijo.  MANU GARCÍA

El 12 de marzo de 2022, Yelizaveta y su hijo se montaron en un autobús en Odesa, donde vivían y tenían a su familia, para recorrer media Europa en un largo viaje de cinco días que los llevó hasta Valladolid, donde residen unos amigos de la ucraniana. En el tiempo que estuvo en la ciudad castellanoleonesa empezó a recibir clases de español, algo que no ha dejado de estudiar desde entonces. 

Yelizaveta reside ahora en Jerez, donde quiere encontrar un trabajo pronto, gracias a la ayuda que le proporciona el programa AccemARIADNA —cofinanciado por el Fondo Social Europeo—, basado en varias patas —jurídica, psicológica, acogida y formación—, que guía a beneficiarias de protección internacional en su camino hacia el mercado laboral. La ucraniana ya estuvo de cajera en un supermercado hace unos meses, y está esperando que una bodega la llame para ejercer como guía turística. En su país, trabajaba en una empresa multinacional, dentro del departamento de orientación laboral. Es politóloga de formación, un título que aún no tiene homologado en España. 

“Todo el mundo abre sus corazones para nosotros, nos daban comida, nos pagaban el autobús…”, recuerda sobre su viaje hasta España. Una solidaridad que la hace afirmar con rotundidad que su futuro está en el país que la ha acogido, donde se está formando de nuevo y llamando a puertas que le permitan ser independiente, social y económicamente. De momento, comparte piso con otras personas extranjeras gracias a la labor de acogida de Accem, una ONG que ayuda a más de 90 ucranianos un año después del inicio de la guerra, tan solo en Jerez. 

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Yelizaveta, con Erika Frontela y Manuel Carmona, de Accem.    MANU GARCÍA

Ella quiere trabajar de lo que sea, si es cara al público mejor, porque es una “persona abierta” y le encanta “hablar con la gente”, pero se adapta a lo que surja. Pero no es lo habitual. “Hay quien debe dar un salto enorme atrás, porque en Ucrania tenía un cargo importante y en España tiene que empezar como cajera, por ejemplo. No todo el mundo lo tiene tan claro como Yelizaveta, ella es la excepción”, confirma Manuel Carmona, técnico de Accem.

En Ucrania, Yelizaveta dejó a su madre, con la que espera reencontrarse lo más pronto posible, y a la que quiere sacar del país para que viva con ella cuando se den las circunstancias. Su hijo, de trece años, es quien lo lleva peor. “Él quiere volver, además conoce a familias que están regresando y me pregunta por qué nosotros no”, comenta la ucraniana. “Hasta que cumpla los 18 años decidiré por los dos, después que haga lo que quiera”, apostilla.

“Mi hijo está en un colegio, aprende el idioma, no tiene malos resultados. Pero sé que un 20% de su cabeza está aquí y un 80% en Ucrania. Ya está diciendo que en verano quiere volver”, asegura. “Los adolescentes ucranianos son los que peor lo han pasado, sobre todo los que salieron con la idea de volver pronto”, comenta Carmona. “A veces suena entre trágico y cómico escuchar a un chaval de 15 años decir que quieren volver para luchar o a reconstruir el país”, agrega. 

Desde la distancia, los más de 4.000 kilómetros que separan Odesa de Jerez, Yelizaveta sigue las noticias de su país. Al día, dedica unas dos o tres horas a leer información sobre el avance de la guerra. No más, para no saturarse. “Llamo a mi madre dos o tres veces al día, y ella es la que me tranquiliza”, apunta. Con ella quiere reunirse en breve, sobre todo en el caso de que Rusia termine anexionándose partes de Ucrania. “No queremos tener nada que ver con Rusia, porque no podemos olvidar ni perdonar los millones de personas que han muerto”, dice. 

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Yelizaveta lleva casi un año en Jerez.  MANU GARCÍA

Mujeres con niños, el perfil más repetido 

Como Yelizaveta y su hijo, los más de 90 ucranianos que forman parte de los programas de Accem, siguen un itinerario que busca su inserción laboral, mayormente. “Hay tres perfiles muy diferenciados”, explica Erika Frontela, técnica de empleo de AccemARIADNA. “La mayoría son mujeres con niños a cargo. Hay personas que ven que la guerra se alarga, que no tienen tantos vínculos, y que deciden quedarse en España; luego tenemos a mujeres cuyos maridos o hijos están en el frente y están deseando que termine todo para volverse; y por últimos quienes a priori querían regresar, pero han tomado la decisión de quedarse para conseguir la reagrupación familiar”, agrega.

Muchas de las personas con protección internacional también se marchan, sobre todo a Polonia o Alemania, e incluso han regresado a Ucrania. Pero las que deciden quedarse son acogidas con los brazos abiertos. “Cuando digo que soy ucraniana me tratan muy bien”, confirma Yelizaveta. Erika y Manuel, de Accem, relatan que nunca habían vivido una ola de solidaridad de este calibre. 

“El Estado tomó partido muy rápido y desde los medios se ha bombardeado con imágenes que han determinado que la población se posicione del lado del pueblo ucraniano”, agrega Carmona, técnico de la ONG, quien añade que esa solidaridad, con el paso de los meses, se está diluyendo poco a poco. “A la velocidad a la que vivimos, todo lo que hoy nos impacta, mañana pasa desapercibido”. Erika Frontela, responsable del programa de empleo, añade que nunca había recibido llamadas de empresarios ofreciéndose a contratar extranjeros, como le ha pasado con los ucranianos.

Eso sí, sigue habiendo asignaturas pendientes, como la integración real en la vida jerezana, en este caso. “Nos cuesta mucho que tengan amigos, por ejemplo, para hacer planes de ocio. De hecho, continuamente estoy buscando voluntarios que quieran simplemente tomarse un café con chicos africanos para que practiquen el castellano o con ucranianos para que participen en actividades”, apunta. 

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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