Una Sevilla desconocida en un plano de 1891

Lola Segalerva, alumna de la Universidad de Sevilla repara un plano de Sevilla de 1891. / FOTOGRAFÍA: SETEFILLA R. MADRIGAL
Lola Segalerva, alumna de la Universidad de Sevilla repara un plano de Sevilla de 1891. / FOTOGRAFÍA: SETEFILLA R. MADRIGAL

“Restaurar un documento es una de los trabajos más satisfactorios que existe”. Lola Segalerva (San Fernando, 1996) lo tuvo claro desde el principio. “Te sientes súper orgullosa porque en clase nunca haces una restauración desde el principio hasta el final y aquí he tenido la oportunidad de hacerlo sola”. Se refiere a uno de los trabajos que ha acometido durante su último año de carrera como alumna de un programa de prácticas de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, donde ha restaurado un antiguo plano de la ciudad fechado en 1891. Este es el segundo año del programa que cuenta con alumnos de la carrera de Conservación de Bienes Culturales, el cual les ayuda a poner en práctica todos sus conocimientos académicos.

Aunque Lola comenzó estudiando Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, pronto se vio atraída por la restauración. En su casa el arte está muy presente —su abuela pinta y su hermana estudia Bellas Artes— motivo por el cual esta joven gaditana nunca tuvo problemas a la hora de declarar su vocación. “¡Qué recuerdos!”, exclama mientras pasea por las galerías itinerantes que se exponen en el Rectorado. Allí, los turistas se entremezclan con grupos de estudiantes de primero, que intentan captar la luz de las últimas horas de la tarde, dibujando en sus cuadernos lo que se muestra en la exposición. “La escultura es muy interesante y en la ciudad de Sevilla es una de las disciplinas que más se trabaja”, cuenta. Sin embargo, a través de otras optativas es como esta joven encontró su verdadero camino. “La restauración de documentos me llama mucho más la atención, además de ser una especialidad en la que amplías mucho tus horizontes”, incide.

“En el plano que se ha restaurado se puede ver una ciudad totalmente diferente, un curso del río distinto e, incluso, se distinguen las zonas que aún estaban sin constituir”, relata la restauradora.  "Además de la Escuela de San Hermenegildo [un antiguo convento jesuita donde se encuentra la actual Iglesia de San Luis de los Franceses], considerada por muchos como el germen de la institución académica en la ciudad". El documento pertenece al Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla Rector Machado y Núñez, lugar en el que actualmente se llevan a cabo multitud de restauraciones de documentos históricos pertenecientes a la institución. “Se han catalogado hace poco todos los planos del Fondo Antiguo. Los que están más alterados y tienen más degradación son los que se están restaurando con más prioridad. Este, en concreto, estaba fragmentado en tres partes y era uno de los que necesitaba una intervención más urgente”, explica la joven. Este es uno de los “factores determinantes” a la hora de decidir qué documento restaurar, el "estado de conservación" de los mismos.

Lola Segalerva, alumna de la Universidad de Sevilla repara un plano de Sevilla de 1891 perteneciente al Fondo Antiguo.

El plano en sí constituye una imagen de la ciudad muy distinta a la actual. Se trata de una estampa firmada por una de las imprentas más conocidas de la Sevilla de la época, la Editorial Gentil. Una representación firmada por Antonio de Padura y Manuel de la Vega Campuzano, a escala 1:8.000. Además del callejero de la ciudad y edificios civiles e institucionales, se puede apreciar en la parte superior una orla litográfica con el escudo de Sevilla. También dispone de anotaciones al pie y una leyenda.

El proceso que siguió Lola, alumna adjunta del equipo de investigación de la restauradora Yolanda Abad, fue complejo y minucioso. Lo primero que se ha de hacer a la hora de enfrentarse a una restauración de esta naturaleza es “la documentación fotográfica”. Después, se empieza con un lavado superficial. “En este caso no se mojó el documento porque no procedía, entonces con un pincel se quitó toda la suciedad superficial y tras esto, con una goma de humo, se procedió a retirar cualquier partícula de humo o de polvo que quedara en el documento”.

Justo después, se “une el plano, que estaba fragmentado en tres partes y se rellenan las lagunas y las grietas con papel japonés”. Y cuando es una pieza única “se reintegra cromáticamente, en este caso, con acuarelas y pastel”, indica. "Como últimos pasos está la humectación, es decir, el paso por una cámara durante varios días que le imprime al documento el grado de humedad que este necesita. Después, se pasa por una prensa con papeles secantes, para que el documento adapte su estado original".

Subraya la joven que esta “fue una restauración sencilla, puesto que no había que lavarlo previamente”, aunque “muy interesante y satisfactoria”, resalta. “No nos damos cuenta de lo frágiles que son los documentos. El papel actualmente se hace de una calidad malísima, entonces piensas que va a durar siempre. El tratamiento con cinta adhesiva degrada muchísimo. Crees que estás haciendo un bien como medida preventiva, pero todo lo contrario”.

Este no es el único plano que posee la Universidad de Sevilla y que coincide en naturaleza y fecha. De hecho, actualmente hay dos más similares en características al restaurado, y que fueron impresos a finales del pasado siglo por la misma editorial.

Tan bonita ha sido la experiencia para esta estudiante de último curso de la carrera de Conservación de Bienes Culturales que fundamentará su Trabajo Fin de Grado en ella. “Haré una comparativa de la ciudad durante varios años porque tenemos una gran cantidad de dibujos y grabados en los que se puede estudiar la polimetría y la cartografía”. Para poder ver “cómo cambia la ciudad de Sevilla, cómo desaparecen algunas calles y, sin embargo, otras permanecen a lo largo de los años; sobre todo en el centro de la ciudad”.

“Cuando lo estás restaurando es muy bonito situarte dentro del mapa, ver el punto en el que estás tú y distinguir otros sitios estratégicos importantes como son el Prado de San Sebastián o la propia Catedral, además de las zonas que no existían todavía”.

Justo antes de las prácticas, esta universitaria estuvo un año en Milán y fue desde allí donde conoció la infinidad de variantes que tiene la restauración de documentos. “Los milaneses tienen cinco años de formación dedicados únicamente a esta especialidad de la restauración. Fue allí donde probé la especialización, porque a mí me gustan mucho los libros”, recuerda. “Aunque, claro, allí entendí que no es lo mismo que te guste un libro a que te guste intervenir un libro”, matiza la joven investigadora. No obstante, en el Fondo Antiguo no solo se restauran documentos artísticos. “Nos han llegado a mostrar hasta un libro de cuentas de un negocio”.

Otros documentos restaurados de la Universidad de Sevilla. / US

Además de este plano, la joven ha llevado a cabo otra restauración, esta vez la de un libro del siglo XV. "Esta sí que fue lo que llamamos una restauración integra. Lo desmontamos, lo lavamos y después de todo el proceso, lo encuadernamos en piel”. Es uno de los trabajos más complejos, puesto que se tiene que realizar todo el itinerario. “Desde el desmontaje a la encuadernación o el cosido”, explica.

La pasión en los ojos de una joven que ha encontrado su particular vocación. “La gente se sorprende cuando descubre las cosas que hacemos aquí”. Y es que el "arte no tiene buena prensa". Porque tal y como comenta esta estudiante, que acaba de alargar cinco meses más sus prácticas con el departamento de conservación de documentos del Fondo Antiguo, en la sociedad no está valorado. "Es visto como un lujo y no como algo necesario. Esto nos lleva a que haya menos subvenciones para llevar a cabo planes preventivos, que sean realmente efectivos para la conservación idónea de nuestro patrimonio”. Ahí queda la reflexión de esta alumna que con su trabajo ha ayudado a mirar al pasado para entender y mejorar nuestro presente.

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Setefilla R. Madrigal

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