Con 22 años, Nacho Iniesta pensó que lo perdía todo tras detectársele una enfermedad renal. Tras ser trasplantado de riñón en 2006, ahora lucha por concienciar sobre la importancia de las donaciones de órganos a través de la actividad física.

Aunque se apellida Iniesta, nuestro protagonista no marcó aquel gol que le daba a España el Mundial de fútbol. Su mérito es mucho mayor. Su triunfo, aún más. Nada menos que seguir viviendo. A Nacho Iniesta Vázquez (Jerez, 1973) la vida le cambió radicalmente con apenas 22 años. Gran deportista, miembro por entonces del Club Chapín Jerez de atletismo, estaba a punto de acceder al Cuerpo de la Policía Local tras superar todas las pruebas, tanto teóricas como físicas. Sin embargo, al pasar el obligatorio reconocimiento médico le comunicaron que algo no iba bien. Tenía un nivel altísimo de creatinina, un producto de desecho en la sangre que se elimina por los riñones y se expulsa a través de la orina. 

Nacho acudió rápidamente al Hospital de Jerez. Allí permaneció 47 días ingresado. Sin saber cómo, se había visto postrado en una cama. ¿Por qué a él, una persona deportista, que llevaba una dieta equilibrada y una vida sana? Tras varias pruebas, el diagnóstico es descorazonador: insuficiencia renal no filiada. Tenía los riñones muy afectados. “Como una pasa”, recuerda hoy. “Lo primero que piensas es que todos tus proyectos se vienen abajo. Me veía con 22 años con una plaza en la Policía y la vida ya prácticamente resuelta. Se me cae el techo encima y me desmorono. A los cuatro o cinco días de estar ingresado, me regaló mi hermana una televisión y me hincho de llorar, porque me hice a la idea del tiempo que iba a tener que echar allí”.

“Pensaba que me moriría en la máquina. Los nueve años de diálisis se me hicieron como 50"

Tras más pruebas, Nacho comienza el largo y doloroso periodo de diálisis, el tratamiento que consiste en eliminar artificialmente las sustancias nocivas o tóxicas de la sangre, ante la imposibilidad de hacerlo sus maltrechos riñones. Se le restringen las comidas e incluso el agua. Nada menos que nueve años estuvo de tratamiento. Cuatro días a la semana durante cinco horas que se le hacían interminables. “Pensaba que me moriría en la máquina. Los nueve años se me hicieron como 50. Llegaba a casa con dolores, vomitando… Un día llegó a su casa y le preguntó algo a su madre. Lo siguiente que recuerda es haberse despertado en la UCI del Hospital de Jerez, tras quince días en coma. Hasta dos veces sufrió ese problema. Otros no tuvieron la misma suerte. “A mi en nueve años se me han muerto al lado mías unas diez o doce personas mientras estaban en diálisis”.Como si de un castigo divino por algo que hubiera hecho en otra vida, Nacho sufre otros duros varapalos. La primera vez que le llaman de urgencia para comunicarle que había un donante, prácticamente tiene que levantarse de la mesa de operaciones tras conocer que había habido un error y que ese trasplante no era para él. En otras dos ocasiones, y por otros problemas, se quedó también a las puertas de la operación. “Todo eso me afectó mucho. Parecía que en la vida nada me iba a salir bien”. Pero una madrugada llegó la llamada definitiva. Esta vez sí, había un donante. Tenía 33 años y lo único que sabía es que era de una persona de 28 que había fallecido en un accidente. Salvaba su vida a costa de otra que se había ido.

De eso hace 11 años. Aun operado, Nacho sigue un poco decaído. Tiene que tomar al principio hasta 56 pastillas —hoy día se le han reducido a 36— y sabe, porque se lo dicen los doctores, que al haberse operado tan joven tiene posibilidades de que en un futuro, dentro de 20 ó 25 años, tenga que volver a diálisis. Además, después de recuperar los niveles normales de creatinina, se le retira la prestación económica que percibía para, entre otras cosas, sufragarse sus medicamentos. Sin apenas haber cotizado —hasta los 22 años apenas había trabajado en empleos eventuales para pagarse sus estudios— se ve obligado a trabajar en la construcción —“lo peor para un trasplantado”—.

Actualmente, Nacho entrena a diario entre siete y ocho horas. Ha vuelto a ser un deportista de élite a pesar de todo y ahora afronta nuevos retos

Sin embargo, a raíz de empezar a trabajar en una panadería, conocería a la que ahora es su pareja. Eso le hizo ver las cosas, poco a poco, con otro color. Decide además retomar por fin la actividad deportiva. Busca en internet y halla el Club Deporte y Trasplante España, una organización sin ánimo de lucro que, a través del deporte, busca concienciar a la sociedad de la importancia de la donación de órganos, médula ósea y sangre, además de transmitir un mensaje de esperanza a todas las personas. No tarda ni un segundo en llamar por teléfono e inscribirse. Aquí conoce a personas que han sufrido trasplantes de pulmón, de riñón, de médula, de corazón… “Me sirve de terapia para ver que, como yo, había muchos más”. El fallecido Pablo Ráez, el malagueño que gracias a su campaña en redes sociales consiguió que crecieran las donaciones de médula , así como  otro compañero, trasplantado hasta tres veces de corazón, son dos de los miembros del club que más le impresionan.En 2016, en su primer campeonato nacional, Nacho gana tres medallas de oro. En este mismo año también es campeón de España de triatlón. Ahora, en julio, afrontará en Málaga los XXI Juegos Mundiales de Trasplantados. Competirá en las modalidades de natación (4x50 libres, 4x50 estilos y 450 libres), atletismo (4x100 y 4x400 lisos, salto de longitud y lanzamiento de bola) y ciclismo (cinco kilómetros cronometrados y 30 kilómetros en ruta). Este campeonato lo afronta como un reto. “No estoy en mi mejor momento. Estoy esperando una biopsia, porque tengo los niveles de creatinina un poco elevados y me canso un poco”.

Actualmente, Nacho entrena a diario entre siete y ocho horas. Ha vuelto a ser un deportista de élite a pesar de todo y ahora afronta nuevos retos. Ya tiene en mente cruzar el Estrecho a nado, para lo cual trabaja con el prestigioso instructor José Díaz, además del Ironman de Lanzarote, de la mano del entrenador Adrián Ruano, de la selección española de Triatlón. Y todo ello, sin descuidar la divulgación y el fomento de las donaciones de órganos, a través de charlas, ponencias y también gracias al apoyo de deportistas de élite como Rafa Nadal o los pilotos Marc, Alex Márquez y Máverick Viñales. Nacho Iniesta, todo un ganador y un luchador. Un deportista que a pesar de su anonimato es todo un ejemplo de superación.

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Jorge Miró

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