Sofía vuelve a su tienda 21 días después de cerrar tras superar el coronavirus

Una jerezana reabre su negocio de alimentación tras no fructificar la solicitud de permiso trasladada a Puerto III, donde cumple condena su marido, que quería que trabajara para poder obtener ingresos

Sofía, manipulando una barra de pan, en su vuelta al trabajo. FOTO: MANU GARCÍA

Sofía ha vuelto al trabajo tras superar el coronavirus. Después de estar 20 días confinada en casa, sola, ha recibido el alta médica y puede volver a abrir la pequeña tienda de alimentación que regenta en Jerez, única vía de ingresos de una familia compuesta por ella, sus dos hijos, un niño de once años y una niña de ocho meses, y su marido, que se encuentra cumpliendo condena en prisión.

“Me encuentro mucho mejor”, asegura en conversación con lavozdelsur.es, que contó su caso hace unos días. “He estado limpiando y desinfectando para poder reabrir”. Finalmente lo hará ella misma, tras pasar la enfermedad, después de que la petición que trasladó a la dirección de la prisión de Puerto III, donde se encuentra su marido, cayera en saco roto.

“Ya llamé a la trabajadora social —de la prisión— y le dije que paralice lo de mi marido… si ya estoy en mi trabajo, ¿qué más da?”, comenta resignada. En el pequeño negocio familiar de Sofía, que no es su verdadero nombre, que prefiere preservar, se han mantenido en buen estado las conservas y los paquetes de aperitivos, pero ha tenido que tirar chacina y reponerla. “No me dio tiempo de dejarlo todo en buen estado”, señala. Cuando dio positivo en coronavirus, su vida se paralizó. Y se confinó inmediatamente.

Cuando recibió el alta, lo primero que hizo fue ir a ver a sus hijos, que se encuentran con familiares. “Los he visto pero se los he dejado a mis padres de nuevo, porque puedo seguir portando el virus aunque no lo note”, explica Sofía. Su hija aun no es consciente de lo que está pasando, pero su hijo mayor sí. “Me pregunta cuándo va a acabar esto. Echa de menos todo”, cuenta su madre. “Esto es duro… muy duro”, añade.

“Es de extrema necesidad para la unidad familiar que mi representado, al menos durante el tiempo que se encuentren vigentes los efectos del decreto de estado de alarma de fecha 14 de marzo, pueda, ya no solo hacerse cargo al menos unas horas del único negocio familiar, sino de los hijos habidos del matrimonio, de ocho meses y once años de edad, ya que la compareciente, dado su estado de salud y grave peligro de contagio, se ve impedida de poder estar con sus hijos”, recogía el abogado de la familia en un escrito dirigido a Puerto III, que no ha fructificado.

“El negocio familiar, única fuente de sustento de la familia, se encuentra cerrado y sin atender, además de que se trata de establecimiento en el que se venden productos de alimentación y por lo tanto de primera necesidad”, relataba el escrito, que pedía acogerse al artículo 100.2 del reglamento penitenciario para “flexibilizar el sistema de clasificación la junta de tratamiento” y que el marido de Sofía pudiera trabajar en la tienda. Pero no fue así.

Sofía mete una barra de pan en una bolsa. FOTO: MANU GARCÍA

Sofía, tras superar la cuarentena y recibir el alta médica, lamenta que su tienda haya estado cerrada durante 21 días, durante los que no ha tenido ingresos… pero las facturas de alquiler y suministros han seguido llegando. “He estado solicitando un préstamo ICO, que tendré que devolver con intereses del 2,5%”, señala. Pero es la única manera de afrontar gastos y así poder reponerse.

Su marido, mientras tanto, sigue cumpliendo condena. “Ahora me cuenta que están rebajando las raciones de comida”, señala Sofía. “Ya se ha dado por vencido, es muy difícil luchar contra los funcionarios. Intentó hablar con la trabajadora social y le dijo que no le tocaba atenderlo”. Y hasta hoy. El marido de Sofía ha vivido, estando preso, hasta el fallecimiento de su padre, por lo que “le pusieron un tratamiento antidepresivo que le han cortado ahora… como no hay médico”, por lo que sufre ataques de ansiedad.

Sofía, junto a otras familiares de internos de las cárceles gaditanas, solicitó que se tomaran medidas para prevenir contagios en las cárceles. “Hay mascarillas porque las metimos a través de voluntariado, los funcionarios parece que tienen mascarillas y guantes”, al mismo tiempo que añade que tiene constancia de que hay varios internos aislados en Enfermería. “Dicen que no hay contagiados, pero no se hacen pruebas”.

En un escrito dirigido al director de Puerto III al que ha tenido acceso lavozdelsur.es, familiares de internos le piden que se intensifique la limpieza y desinfección de las instalaciones, “sobre todo en zonas comunes”. “Somos conocedores de la donación de mascarillas, de las cuales los internos no están haciendo uso. Los familiares estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para que ellos tengan sus EPI (equipos de protección individual— como todo ser humano en las circunstancias en las que nos encontramos. Solo queremos velar por su salud, prevención y protección”, rematan.

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