Pequeños monstruitos cruzan un paso de cebra acompañados de su madre en el barrio de Vallesequillo. Brujitas, zombies, vampiros y muchos otros niños que van disfrazados como pueden, se arremolinan en la plaza para celebrar Halloween. Una pandilla va de negro y con el pelo teñido de gris. Otros utilizan caretas de animales o se pintan la cara entera de blanco y unas gotitas de “sangre” que caen desde la comisura de los labios. Cerca de ellos, en la parroquia de San José, se celebra una festividad distinta. De puertas hacia fuera “la representación de la muerte”, de puertas para dentro, un grupo de 17 jóvenes busca “predicar la vida después de la muerte”. “La luz vence a las tinieblas. Halloween es algo que está de moda y algunas modas son malas. Que los niños se disfracen de muerte es una invocación del demonio”, señala Javier Rodríguez, jerezano de 26 años y responsable —junto a Carlos Redondo— del proyecto Centinela de la diócesis de Asidonia-Jerez.

En la parroquia suena el disco Música del Cielo, canciones que tienen pasajes bíblicos por estribillos. Javier y varios cristianos ambientan el salón para ir preparando la festividad. Decoran el salón con un photocall y también colocan en las paredes cuadros de Andrea Brugnoli, padre italiano que crea en 1992 la iniciativa Sentinelle del Mattino (Centinelas del mañana), proyecto que a día de hoy cordina Javier en la diócesis de Asidonia-Jerez y que organiza “la alternativa a Halloween” en Jerez. “Se trata de un grupo de trabajo católico en el que se predica por la calle, y eso es lo que vamos a hacer esta noche”, explica el autor de la velada.

“Es una 'paganada', debemos celebrar la vida después de la muerte"

¿Por qué no Halloween? “Está muy bien para los que son de la cultura celta y anglosajona. Pero nosotros vamos a defender lo nuestro, el Día de Todos los Santos”, responde Marina Gasca, roteña de 22 años que viene a la ciudad para participar en el encuentro cristiano. A su lado, de los primeros en asistir, David Durán, periodista de 24 años que se encuentra a caballo entre Jerez y Sevilla, comenta que tampoco le parece que Halloween sea una festividad mala, pero que no es “adecuada para una sociedad católica practicante”. Otros se irritan solo al mencionarles la fiesta americana. Pablo, jerezano de 16 años espeta: “No debería de existir en España”. “Ni en el mundo”, añade su amigo José Luna, scout de 18 años de la parroquia de San Benito. “Es una paganada, debemos celebrar la vida después de la muerte, es decir, los valores del cristianismo”, sentencia el joven jerezano.

¿Y por qué sí Holywins? “No me he enterado muy bien de qué va esto, pero me llamó la atención hacerle la competencia a Halloween”, contesta Juan Antonio, jerezano de 16 años. Ante la pregunta, Pablo se anima y dice que le parece una idea brillante y que es realmente lo que se debería celebrar en España. Todos apelan a la tradición, a los valores cristianos como la resurrección y la vida. “Es una incongruencia que se celebre Halloween. No sé en qué consiste exactamente porque nunca me he disfrazado, pero no tiene sentido. No se debería celebrar la muerte, sino el Día de Todos los Santos”, comenta Amelia García, estudiante de segundo año del grado de Química en la UCA. Mientras Amelia nunca ha celebrado Halloween, algunos confiesan que de pequeños sí que han llegado a disfrazarse. Dudan. “Si eres pequeño… es normal”, suelta uno de ellos. Algunos se habían olvidado de esa etapa en la que no relacionaban la fiesta de Halloween con algo pagano y endemoniado. Pero justifican su pasado por su ignorancia.

"No se debería celebrar la muerte, sino el Día de Todos los Santos”

Su Holywins particular comienza aproximadamente a las siete de la tarde. En un principio los jóvenes empiezan a realizar manualidades; doblan y cortan papeles para luego escribir a mano cerca de 400 citas de santos. Las letras de San Juan de la Cruz son un ejemplo, o esta frase de San Juan Pablo II: “Anunciad con valentía que Cristo, muerto y resucitado, es vencedor del mal y de la muerte”. Pasadas las nueve de la noche, llamarán a algún restaurante para cenar reunidos en la misma parroquia, para luego, una vez con la tripa llena, ir colgando por el centro las citas de los santos y así “escribir la palabra de Dios en la calle”.

Más allá de una breve función teatral sorpresa que realizan dos de ellos, los demás no van disfrazados. Les parece algo infantil, van con ropa cómoda, más o menos formal pero nada especial. Dicen que no tienen pensado predicar por la calle, sino solo decorar todas las plazas del casco histórico con textos evangélicos. “Si por la calle alguien nos dice algo, les responderemos; pero solo queremos transmitir el amor de Dios”, concluye Javier Rodríguez.

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Claudia González Romero

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