El 1 de agosto de 1980, los cadáveres de los marqueses de Urquijo aparecían en sus respectivas camas de la casa que tenían en Somosaguas (Madrid). Los cuerpos estaban lavados, no había rastro de armas usadas ni huellas en la escena del crimen. El perro de los marqueses ni siquiera ladró.
El crimen conmocionó a la sociedad española de la época. Ocho meses después, Rafi Escobedo, yerno de los marqueses, era detenido. Unos 200 casquillos encontrados en una finca de su familia coincidían con los utilizados para asesinar a los marqueses. Fue condenado a 53 años de prisión, pero no los cumplió. A los cinco años, su cuerpo apareció ahorcado en extrañas circunstancias. Los análisis que se le realizaron detectaron cianuro en la sangre. Todavía se sigue especulando con un posible asesinato.
Casi 42 años después del considerado primer asesinato mediático de la sociedad española, todavía quedan muchas incógnitas por resolver. Y a desvelarlas ya no podrá contribuir el empresario Juan Urquijo de la Sierra, el hijo menor de los marqueses y heredero del título de marqués de Urquijo.
A los 63 años, Juan Urquijo ha fallecido en una clínica en Madrid tras una larga enfermedad. Llevaba residiendo muchos años en Panamá, donde era presidente ejecutivo de la agencia de calificación de riesgos PCR (Pacific Credit Racing).
Juan, junto a su hermana Myriam, llegó a ser señalado como presuntos culpables del crimen de sus padres. El fallecido marqués heredó y vivió durante años en la casa donde fueron asesinados los marqueses. El misterio, cuatro décadas después, sigue rodeando a uno de los crímenes más populares de la historia de España.
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