Manuel Pantoja, el gitano que levantó Picoco y destroza estereotipos desde hace 40 años

El propietario del conocido bar de Chipiona reivindica sus orígenes cuando se acerca la celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano. “Ser gitano te imprime un carácter muy especial", dice

Manuel Pantoja, 'Picoco', con Amadeo Valentí, presidente de la Plataforma Nacional por el Derecho Gitano.

“Ser gitano te imprime un carácter muy especial. Somos bastante empáticos con la gente que tiene problemas”, dice Manuel Pantoja, que “para no engañar a nadie”, añade que es entreverao, es decir, "al 50%", ya que su padre era “gitano por los cuatro costados”, pero su madre no. "Me siento muy orgulloso de esa dualidad. Me ha enseñado a vivir de una forma especial", confiesa.

A Manuel Pantoja poca gente lo llama por su nombre y apellidos. En Chipiona es Picoco o Manuel Picoco, en su defecto. El nombre de su negocio ha terminado formando parte del suyo. No es para menos, ya que se acerca a las cuatro décadas de existencia. El bar-discoteca del Paseo Costa de la Luz, reconvertido en cafetería y bar de copas por la pandemia, es un clásico de la hostelería chipionera. 

"Yo nunca he ido alardeando de mi gitanería. Ni me agrada ni me molesta. Nuestra raza tiene que demostrar el doble. Se dan por hecho ciertos inconvenientes que vamos a presentar... A mí que me digan que los gitanos son flojos… habla conmigo, que me pego 12 y hasta 18 horas trabajando", dice Manuel, un empresario que se fue "haciendo" con el paso de los años, ya que se encontró con el negocio "por sorpresa".

Con apenas 20 años, Manuel Pantoja se encontraba en Londres cuando recibió una llamada de su madre. En la conversación, le propuso que se quedara con el negocio familiar, el bar Picoco, situado a pocos metros de la playa de Regla, cerca del faro de Chipiona, en una ubicación inmejorable. Después de criarse en Madrid y de formarse en Reino Unido, se encontró con un negocio que funcionaba, a pie de playa y con toda una vida por delante. "A Madrid se iba a volver quien yo me sé...", comenta entre risas. 

Manuel Pantoja, 'Picoco', en un momento de la entrevista con lavozdelsur.es. ESTEBAN 

Manuel empezó a estudiar Información y Turismo en el Centro Español de Nuevas Profesiones (CENP), pero lo dejó para centrarse en el incipiente negocio que tenía entre manos. "Hay que saber escuchar y ver las oportunidades", comenta. Y eso hizo. "Mi filosofía vital se basa en tres conceptos: la disciplina, el esfuerzo y el respeto. Sin esas tres cosas es difícil llegar a ningún lado", añade Pantoja, que confirma que "cuando se encuentran dos gitanos es más fácil que haya un calambre, un pellizco".

Manuel Pantoja, Picoco, se crió en Madrid. Concretamente en el barrio de la Concepción, donde fue vecino de los Sordera o de Manuel Soto Barea, El Bo, recientemente fallecido. "Mi padre era un flamenco de Jerez, del barrio de Santiago, se dedicaba al artisteo", cuenta. Vicente Pantoja salió de su ciudad natal con destino a Barcelona, antes de recalar en la capital, donde se hizo un hueco en el mundo flamenco. "Mi padre sabía hacer de todo y no sabía hacer nada", resume Manuel. No actuaba, pero era capaz de organizar fiestas flamencas de relumbrón con apenas unas llamadas. Así, organizó saraos en la Casa Blanca o en las residencias presidenciales de Argentina y Venezuela, entre otras muchas.

Pastora Imperio, Gitanillo de Triana. Lola Flores, los Sordera, El Príncipe Gitano, Manolo Caracol, José El Polaco... a todos conoció y trató Vicente Pantoja. "Se hizo fuerte entre la jet set", comenta su hijo, orgulloso, al que algo le queda de su caracter. "Por poco que me quede de mi padre ya es mucho. A él le pagaban solo por tenerlo sentado al lado. Fue un personaje irrepetible". "Éramos como la aristocracia flamenca", señala Manuel. "Hasta tal punto que cuando le da el primer infarto de miocardio estaba en el velero privado más grande del mundo", dice a modo de ejemplo.

Con estos mimbres, Manuel confiesa que tien "buen oído" para la música, algo que luego ha aplicado en su negocio. "Mi primer trabajo es como dj. A pocos dj conozco yo que hayan echado tantas horas en la cabina como yo. Como soy el dueño del local, y llevamos 37 años abiertos, imagínate la de horas que he echado...". Ahora no puede, por la pandemia, "pero siempre llevo conmigo un cuadernito en el que apunto el nombre de las canciones buenas que voy escuchando", dice. 

Manuel Pantoja con Francisco Saavedra y Amadeo Valentí, de la Plataforma Nacional por el Derecho Gitano.  ESTEBAN

Cuando está a punto de celebrarse el Día Internacional del Pueblo Gitano, el 8 de abril, Manuel Picoco reivindica a una etnia sobre la que todavía existen muchos "prejuicios". "Tenemos más dificultades para conseguir cualquier cosa. Tenemos que luchar porque se nos respete", incide. "No puedes ni negarlo, ni ir pavoneándote, ni avergonzarte. Yo no roneo, no voy contando todo esto de mi padre por ahí, pero si tú me preguntas, yo te contesto", agrega.

Picoco es partidario de que "las personas de nuestra etnia se preocupen por culturizarse, pero sin perder sus raíces. Necesitamos formación y cultura para avanzar. Es una obligación estar formado. Y luego la actitud ante el trabajo. Actitud y aptitud". Por eso valora tan positivamente el nacimiento de la Plataforma Nacional por el Derecho Gitano, con la que colabora. Este año, por primera vez, se celebrará esta efemérides en Chipiona gracias a su labor. "Es una idea bastante buena. Todo lo que sea unir a la gente en torno a un proyecto común siempre va a ser beneficioso", comenta Manuel.

La plataforma nació durante el confinamiento y aprovechó el 8 de abril de 2020 para darse a conocer. El guardia civil Antonio Martín fue el impulsor del grupo de Facebook que ha derivado en un movimiento que cuenta con más de 30.000 seguidores en todo el país. "Vamos a trabajar conjuntamente con ayuntamientos en materias como educación, para tratar el absentismo escolar, auditando las ayudas que se distribuyen, para que lleguen a las familias necesitadas", explica Amadeo Valentí, uno de los tres presidentes de la plataforma. “Somos un movimiento cívico que no se casa con nadie. Un puñado de hombres y mujeres que creemos que la etnia gitana, por su idiosincracia, tiene que una representación digna”, agrega.

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