Las Urgencias atienden cada fin de semana a menores de edad por intoxicaciones etílicas

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Según datos del SAS, en la provincia de Cádiz en 2015 fueron atendidos 84 adolescentes por sobrepasarse con el alcohol.

La estampa, desgraciadamente, se ha convertido en algo, si no habitual, común en los hospitales de la provincia de Cádiz durante los fines de semana y sobre todo en periodos vacacionales y en épocas de fiestas de final de curso escolar. Menores de edad, sobrepasados por el alcohol que han tomado en botellones, en algunos casos “rozando el coma etílico”. “Llegan vomitando, se les pone el B-13 y se quedan en Urgencias hasta que se les pasa la borrachera. Son críos que no están acostumbrados a beber y parece que se están muriendo”, afirma a lavozdelsur.es una profesional del hospital de Jerez que ya sabe lo que es tratar estos casos. De hecho, este medio ha podido saber que hace escasamente dos semanas, en este centro sanitario se atendió a una menor de 12 años por una intoxicación etílica.

La misma edad, 12, tenía una chica que murió hace algunas semanas en la comunidad de Madrid por la ingesta masiva de alcohol durante un botellón, un caso que provocó una gran alarma social. Sin embargo, la situación no es nueva. Según los datos del Servicio Andaluz de Salud sobre las atenciones a menores en los servicios de urgencias, en 2015, en los centros hospitalarios de la provincia de Cádiz fueron atendidos 84 menores de edad por intoxicaciones etílicas, dividiéndose estos en 45 chicos y 39 chicas. Esta cifra es ligeramente inferior a la de 2014, cuando en total se atendieron a 90 menores. En toda Andalucía, según el SAS, se atendieron el año pasado a 764, siendo Sevilla, con 190, la provincia que más casos registró. Además, el 061 recibe en este sentido llamadas todos los fines de semana, muchas de ellas de padres o amigos de menores, si bien en la mayoría de las ocasiones no es necesario desplzar un dispositivo.

“El problema es que se ha normalizado el consumo, los botellones, y cuando salen tienen que beber porque si no se sienten discriminados por el grupo”, señala a lavozdelsur.es María de los Ángeles Fernández Morenatti, enfermera y gestora de casos de la unidad de gestión clínica de Villamartín y encargada, en dicha localidad, del programa Forma Joven, impartido en toda Andalucía a través de las consejerías de Salud y de Educación. Acostumbrada a tratar con adolescentes desde segundo a cuarto de la ESO, así como a estudiantes de instituto, Fernández explica que la juventud cada vez se inicia antes en el consumo de alcohol, sobre todo ellas. “Con 14 ó 15 años el porcentaje de chicos y chicas que ya ha probado el alcohol es bastante alto, y diría incluso que ya los 14 es más bien una edad tardía. Lo que pasa es que los niños, a esas edades, son menos maduros que ellas y además la mayoría están muy metidos en deportes como fútbol o baloncesto y saben que cuando beben les perjudica muchísimo, así que muchos se cortan. Pero las chicas no suelen tener esa motivación deportiva y como no ven que hay ese tipo de peligro y como además todo el mundo bebe, no son capaces de ver otra opción”.

La profesional, hasta cierto punto, se sorprende de que haya tenido que morir una niña de 12 años para que la sociedad se alarme ante una situación que no es nueva. “Los jóvenes tienen la conciencia de que no les pasará nada. Beben de manera rápida y en poco tiempo, por eso se dan casos de comas etílicos, porque además hablamos de bebidas duras, de alta graduación, y en algunos casos cada uno puede tomarse media botella de ron o whisky”. El problema, repite, es que “el argumento es que lo hace todo el mundo y si no lo hacen, no pertenecen al grupo, te discriminan. Además, es una forma también de entrar en la edad adulta”.En este sentido, cabe preguntarse cuál es el papel de los padres. ¿Son demasiado permisivos con sus hijos? ¿Delegan su educación en tutores y profesores? La enfermera y gestora del programa Forma Joven afirma que “en muy pocas ocasiones he tenido contacto con los padres. Trabajo en Urgencias en un centro de atención primaria y solo he tenido contacto con unos padres después de que su hijo llegara en malas condiciones. Ellos en el colegio no intervienen en estos temas. Después, en este tipo de formación, no tienen que dar el consentimiento para que hablemos con sus hijos porque es el colegio el que nos pide intervención. Y no nos suelen pedir ayuda. Ellos yo creo que no han visto la necesidad, y además para que la vean es que previamente ha tenido que ocurrir una urgencia. Y en ese caso suelen pedir ayuda a otras instancias, a Proyecto Hombre, a médicos de familia para pedirles analíticas…”.

En cuanto a la sociedad andaluza y española en general, en la que el alcohol está presente en la mayoría de fiestas y celebraciones, ¿influye a la hora de que los menores lo vean como algo normalizado? María de los Ángeles piensa que sí, y de hecho pone el ejemplo de nuestros vecinos europeos. “En todos lados hay fiestas, el problema es que se bebe otro tipo de bebida o beben en un bar. Esa costumbre que tenemos del copazo después de comer no se ve en otros sitios”. De esta manera, ella, que lleva 26 años trabajando de enfermera, considera que si bien “la Junta y el Gobierno están poniendo medidas encaminadas a erradicar esto, por otra parte la sociedad está incitando a lo contrario. Es antagónico, y así es muy difícil metérselo a la cabeza a los jóvenes y cambiar hábitos cuando se te están dando tantas facilidades para hacerlo”.

Un perfil “normalizado”

Proyecto Hombre lleva 31 años tratando a adultos y menores con diferentes adicciones, siendo la del alcohol la que encabeza esta lista. Luis Bononato, presidente de la asociación y director de la misma en Jerez, afirma que actualmente el perfil de joven que acude es el de un chico (en un porcentaje de 80-20, aunque matiza que “las chicas beben más que ellos”) de entre 15 y 16 años, de un perfil “normalizado” —esto es, que no pertenece a una familia desestructurada— y que lo hace por iniciativa de sus padres cuando estos llegan ya “hundidos y desorientados” ante casos de “falta de respeto, agresividad y fracaso escolar”.

Bononato coincide con Maria de los Ángeles Fernández en que los menores no tienen “sensación de riesgo o de consecuencia” con el alcohol. “Su único objetivo es coger el punto en el menor tiempo posible para desinhibirse y divertirse, por eso la importancia de transmitirles que no hace falta beber para pasarlo bien”. Sin embargo, volvemos al tema de la sociedad actual y del consumo de alcohol como centro de todas las fiestas y reuniones. “Efectivamente la cultura no juega a nuestro favor. Se ha banalizado y normalizado, pero hay que distinguir el porqué se bebe. No es lo mismo que una persona beba una copa de vino durante una comida a que lo haga porque tiene un problema y la manera que tiene de afrontarlo sea con el alcohol”.

Proyecto Hombre trabaja con estos adolescentes a través del programa Proyecto Joven, que también trata otras adicciones. En la referida al alcohol, Bononato destaca la colaboración de las fuerzas de seguridad —091, 092 y Guardia Civil— cuando detectan a algún menor ebrio, ya que suelen poner en conocimiento de los padres la existencia de este programa.

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Jorge Miró

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