La vida en una casa de paja

Juan Carlos, Koke y Víctor son tres amigos que apuestan por la bioconstrucción y levantaron sus propias viviendas con un material que les permite un ahorro energético de entre el 50 y el 70%

Koke y Juan Carlos, con una bala de paja delante de una vivienda fabricada con este material.
Koke y Juan Carlos, con una bala de paja delante de una vivienda fabricada con este material. JUAN CARLOS TORO

Al llegar a la finca, un enorme perro de agua sale corriendo a saludar. Se llama Pancho y es el guardián de unos terrenos ubicados en La Janda que Víctor, Koke y Juan Carlos, tres jóvenes amigos, compraron hace unos años. En ellos hay un pequeño parque infantil, un huerto y tres viviendas. La idea les llevaba unos años rondando la cabeza y finalmente se decidieron: querían autoconstruirse sus propias casas. El material elegido para ello fue la paja. Con eso, madera, cal y arena le dieron forma, para lo que emplearon, en total, unos dos años de trabajo. “Vinimos buscando la playa y un terreno”, cuenta Juan Carlos Velasco. Ahora se ha convertido en su hogar, un hogar ecológico y eficiente.

Un viaje por Sudamérica les cambió la vida. Después de trabajar durante muchos años en empresas de trabajos verticales y de montar la suya propia, Juan Carlos y Koke la cerraron, en plena crisis, cuando bajaron los ingresos y aumentaron los problemas. Entonces lo dejaron todo y cruzaron el charco para cambiar de aires y hacer un parón para coger impulso. “No nos gustaba ya ni la ciudad ni el cemento”, cuenta Koke. Con esa premisa y tras ver numerosas viviendas bioconstruidas, se decidieron por este tipo de casas. Querían vivir ahí. “Más que nosotros pensar en la paja fue la paja la que pensó en nosotros”, añade Juan Carlos, “porque tienes que ver lo que te da el entorno”. Y el entorno está plagado de cereal y trigo. “Buscamos los materiales que hicieran más sostenible la construcción”.

Los tres amigos sevillanos, Juan Carlos, Víctor y Koke —así quiere que lo llamen—, son autodidactas. Antes de dedicarse a levantar sus viviendas con sus propias manos, recibieron alguna formación, pero la mayor parte del conocimiento lo adquirieron leyendo libros, páginas de internet o a través de grupos de colaboración. “La formación que pudimos encontrar era privada, no hay nada público”, se queja Juan Carlos. Pero eso no les frenó. Sus conocimientos previos en construcción moderna les sirvieron como base, aunque tuvieron que reciclarse.

Juan Carlos y Koke junto a la "ventana de la verdad" que muestra la paja de las paredes. FOTO: JUAN CARLOS TORO

“El diseño bioclimático es importante”, explica Juan Carlos Velasco. “Hay que aprovechar el sol, los vientos, las ventilaciones cruzadas, los tiros de aire…”, agrega. Así, sus viviendas apenas necesitan calefacción en invierno, ni aire acondicionado en verano. Es más, no tienen. Solo una pequeña chimenea y un calefactor que apenas encienden. “Gastamos unos 100 euros al año en leña… y muchas veces ni la gastamos”, apunta Koke. “Todas las capas de la casa son transitables. Son impermeables pero transitables. El vapor de agua atraviesa el muro en ambos sentidos y eso ayuda a regular la humedad, que se mantiene en torno al 40%”, aporta Juan Carlos. “La diferencia es brutal. A mi casa han venido vecinos de la zona en invierno y han alucinado porque la chimenea estaba apagada y se estaba bien”, dice entre risas.

El sistema de placas solares instalada en un edificio anexo les proporciona la energía que necesitan. Lo único que no tienen son aparatos de resistencia, como hornos, tostadoras o secadores. “Tampoco lo echo de menos, al final te acostumbras a vivir con menos cosas, que tampoco son imprescindibles”, señala Velasco, mientras enseña su vivienda a lavozdelsur.es, una construcción de dos plantas con 57 metros cuadrados habitables, con cocina y salón diáfanos, dos habitaciones, baño y “espacio multiusos”, como él lo llama, en una buhardilla repleta de libros, con un escritorio y un ordenador. “Y aquí está la ventana de la verdad para los incrédulos”, dice, señalando una cristalera a través de la cual se puede ver la paja con la que están construidas las paredes.

La casa de Juan Carlos, por ejemplo, tiene 300 balas de paja, que le costaron un euro cada una. “Es muy barata y mucha gente lee noticias que hablan de que se pueden hacer con 4.000 o 5.000 euros y no es así”. La estructura de madera de su vivienda, por ejemplo, le supuso unos 9.000 euros, a los que suma la inversión para la compra de la finca o la mano de obra —aunque la mayor parte corrió a cargo de ellos mismos—. “La inversión inicial la puedes conseguir y, para vivir dos años sin ingresos, cada uno busca su fórmula”, reitera Juan Carlos. “Gracias a que mi mujer trabajaba pudimos permitírnoslo, y en cuatro años de tu vida tienes pagada tu casa”.

La casa de Koke, sin embargo, es octogonal. Este diseño permite optimizar el espacio y ganar en eficiencia energética, por eso se decidió por ella, y por su simbolismo, ya que representa la conexión entre el cielo y la tierra. Al entrar, a la derecha, está la cocina, donde destacan los tonos rojos y la madera, un material que domina toda la estancia, en la que hay un sofá, una mesa, varias estanterías y juguetes de su hija pequeña. “Aquí compartimos la finca y la vida con los amigos de toda la vida”, cuenta, “como puedes ver no hay separación entre una casa y otra”. Aunque admite que es “complicado a veces”, pero las ventajas compensan. “Nuestro planteamiento era vivir sin hipoteca, y lo hemos conseguido”.

Unas viviendas que, además, destacan por su eficiencia energética, ya que se podrían considerar passive house, un concepto que nació en Alemania en los años 80 y que apuesta por las casas con bajo consumo energético. “Son casas que usan menos de 15 kilovatios por metro cuadrado para su mantenimiento, refrigerado y calentamiento”, explica Velasco. La suya y de sus amigos estarán en torno a seis o siete. “Para obtener esta certificación tienes que gastarte de 1.700 euros para arriba por metro cuadrado y aquí estamos rebajando esa cantidad casi al 50%”, señala. Las casas de paja consiguen un ahorro de entre el 50 y el 75%.

Vista aérea de las viviendas de Juan Carlos, Víctor y Koke. FOTO: JUAN CARLOS TORO

A pesar de todas sus ventajas, este tipo de construcciones son poco conocidas en España. “Walt Disney ha hecho mucho daño a la bioconstrucción”, dice Juan Carlos entre risas, en referencia al cuento de Los tres cerditos, en el que la casa construida con paja es la primera en ser derribada por el lobo. “La técnica tiene mucho recorrido”, dice Velasco, quien lamenta que en el país aun no exista normativa específica, como en otros del entorno, como Francia. “Allí no necesitan un arquitecto para construir, eso lo simplifica todo muchísimo”. Para poder hacer sus viviendas, un arquitecto tuvo que validarles el proyecto, el arquitecto técnico de la fábrica de madera donde compraron el material les trasladó a un plano su boceto inicial y empezaron a levantar la estructura, un proceso que dura unos ocho meses por casa. Es el tiempo que tardan en hacerla.

La construcción con paja, aunque es muy minoritaria en España, está experimentando cierto auge en los últimos años. En todo el país se calcula que hay unas 500 viviendas que utilizan este material, según datos de la Red de Construcción con Paja (RCP), una asociación sin ánimo de lucro nacida en 2005 que busca promover la construcción con paja, recopilar información y conectar a personas interesadas en estas técnicas de construcción para crear redes de apoyo mutuo. Estas cifras están aún muy lejos de otros países como Francia, donde hay más de 6.000, o de Reino Unido, Alemania o Estados Unidos, donde está mucho más extendido su uso.

La primera casa de paja de la que existe constancia fue fabricada en las llanuras de Nebraska a finales del siglo XIX como solución “temporal” para los colonos de este Estado de EEUU, en espera de construirse las definitivas, pero la capacidad aislante del material, su precio más moderado y la multitud de ventajas que aporta la paja hicieron que empezaran a proliferar este tipo de viviendas. A Europa no llegaron hasta los años 20 del siglo pasado, cuando se construyó la primera en la pequeña población francesa de Montargis, aunque durante los años 40 se interrumpió su construcción —la Segunda Guerra Mundial y los intereses del sector del cemento tuvieron mucho que ver—.

Hasta 1991 no se escribió el primer libro sobre el sistema de construcción con paja, escrito por S. O. Macdonald (Build It With Bales), que fue pionero y sirvió para impulsar el nacimiento de asociaciones, revistas, otros libros y hasta encuentros internacionales sobre la bioconstrucción con balas de paja. Hasta existe la European Strawbale Network (Red Europea de Construcción con Fardos de Paja), creada en 1998, que se reúne cada dos años en diferentes ciudades europeas para compartir experiencias y realizar colectivamente edificaciones de paja. Hasta mediados de los años 90 no se conoce la existencia de casas de paja en España. Víctor, Koke y Juan Carlos siguen esa estela. Y están encantados. De hecho, lo han convertido en su modo, ya que ahora se dedican a levantar este tipo de construcciones.

Para contactar con Juan Carlos, Koke y Víctor se puede hacer en el email alsurbioconstruccion@gmail.com

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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