"La emigración me ha permitido desapegarme de aquello que me hacía sufrir y vivir el presente"

Yimane, Roxana, Emelina y Habiba, junto a Yolanda Rosado, de Ceain, contando sus experiencias. FOTO: MANU GARCÍA.
Yimane, Roxana, Emelina y Habiba, junto a Yolanda Rosado, de Ceain, contando sus experiencias. FOTO: MANU GARCÍA.

El salón de actos de la Casa de las Mujeres está completo. Cuatro mujeres venidas de lugares tan dispares como el Sáhara, Bolivia, Cuba y Etiopía esperan para contar los testimonios de sus vidas. Es una de las primeras actividades del II Festival de Cultura Alternativa Intramuros, organizado por el Ayuntamiento de Jerez e impulsado por Izquierda Unida desde la oposición. Esta segunda edición –la primera se celebró el pasado mes de noviembre– está dedicada a las mujeres migrantes.

La encargada de moderar la mesa redonda y presentar a las protagonistas es Yolanda Rosado, periodista y trabajadora de Ceain, que recalca la importancia de pararse a escuchar las historias de vida de Yimane, Roxana, Emelina y Habiba en unos tiempos donde todo es rápido y efímero. Habiba, la primera de las mujeres en presentarse y contar su vida que asegura “no es tan larga”, tiene 25 años, estudia Química y es una militante activa en los movimientos sociales y juveniles saharauis. Procedente de un campo de refugiados saharauis, llegó a España hace 16 años en el marco del conocido programa de vacaciones en paz que hace que numerosos niños saharauis pasen el verano en familias de acogida andaluzas. A diferencia de otros chicos y chicas saharauis, Habiba no regresó. Una enfermedad en el oído provocó que se tuviera que quedar hasta enero para operarse, lo que finalmente derivó en que su familia biológica y su familia de acogida acordaran que se quedara para continuar con sus estudios. 

Habiba es clara y sincera con respecto a su experiencia en la infancia que aunque recuerda muy feliz reconoce que no era fácil por las condiciones en las que se encuentran los campos de refugiados, sin suministros y con temperaturas extremas. “Tengo que quedarme aquí hasta obtener algo que darle a mi pueblo”, reflexiona, y añade que “preferiría estar allí que aquí pese a todo”. Sus estudios en la universidad los compagina con el trabajo en ASPO (Acción Solidaria con los Pueblos Oprimidos) y con el colectivo de jóvenes saharauis y la liga de jóvenes saharauis desde donde pretenden concienciar sobre la realidad del pueblo saharaui y los abusos del régimen marroquí a través de la cultura.

Encuentro en el II Festival Intramuros 'Mujeres Migrantes'. FOTO: MANU GARCÍA.

“Podría ser egoísta e ir a lo mío pero no me sale, no puedo ser egoísta; soy afortunada de haber vivido entre dos culturas”. En la lucha del pueblo saharaui cree que la mujer lleva la voz cantante, donde es pieza clave en la organización desde la invasión del Sáhara Occidental por Marruecos y el éxodo a los campos de refugiados. “Sin la mujer saharaui a lo mejor ni estaría aquí; las gobernantas de los territorios son mujeres, cuando ponen a un hombre no aguanta”, señala entre risas también de los asistentes. En referencia a su vestimenta, con un traje tradicional saharaui también es concisa. “Algunos me verán y dirán que me obligan a taparme y no es así. Para mí es un orgullo llevar esta vestimenta, porque es la que ha utilizado la mujer saharaui desde el principio y nos representa como sociedad. Hay que desmontar ese mito de que la mujer árabe está reprimida”.

Veinte años de diferencia separan a Habiba de Roxana. Esta boliviana, que llegó hace ya 14 años a España, es presidenta de la Asociación Vecinal Virgen de los Milagros de El Puerto de Santa María. Con estudios de química industrial, Roxana no vino a España especialmente por dificultades económicas sino por amor, con su marido “al que engañaron con un contrato de trabajo falso” y sin intención de quedarse. A los tres años, sin permiso de residencia y con el visado de turista caducado, su situación irregular le hizo pasar por bastantes dificultades. En los años más duros confiesa haber recibido más apoyo de sus vecinos que de sus propios compatriotas.

Con cinco embarazos y habiendo perdido a dos de sus hijos, recuerda entre lágrimas y visiblemente emocionada haber sido explotada tras uno de sus partos trabajando hasta nueve horas seguidas sin poder sentarse. Desde el movimiento vecinal de la barriada portuense intenta recuperar la convivencia que hace años en este núcleo de población había. “Si no aceptas a ellos que son de aquí cómo vas a aceptarme a mí que soy de fuera” llegó a decirle a una de sus vecinas en referencia a los conflictos vecinales con la población gitana. A la respuesta de “tú eres diferente” por parte de su vecina fue tajante. “No, no lo soy; hoy paseo por el barrio y la convivencia es mucho mejor, estamos consiguiendo recuperar la convivencia entre gitanos, payos y vecinos del barrio”. La clave para Roxana es “dejar de preguntarnos qué nos pueden dar y pensar en lo que nosotros podemos dar”.

Una de las mujeres migrantes contando su historia al llegar a España. FOTO: MANU GARCÍA.

El amor también fue determinante para Yimane, una ama de casa etíope que lleva ocho años en España y que compagina las tareas del hogar con todo tipo de trabajos. Casada con un español y con dos hijos, Yimane se indigna con los comentarios que escucha por la calle en referencia a unas ayudas y a unas subvenciones a inmigrantes de las que ella nunca se ha beneficiado. “Yo nunca he pedido ni dinero ni comida, no he vivido del Estado y todo lo que tengo ha sido trabajando”.

Entre su país y España destaca las enormes diferencias en materia de libertad, señalando especialmente las condiciones de la mujer que ni siquiera puede jugar de pequeña con los hombres porque si lo hacías “te decían todo tipo de cosas”. “Aquí se llama machismo pero allí no hay nombre para eso, la mujer está escondida” señala al tiempo que recuerda cómo su madre le recordaba “que si estaba en la calle” o si interactuaba “con hombres nadie querrá casarse contigo”. “¡Yo no quiro casarme, mamá!”, exclama entre risas al tiempo que recuerda que “aquí hay muchas oportunidades” y que ella es “una mujer fuerte y positiva”.

La última en contar su historia es la cubana Emelina que nada más empezar recuerda que lleva más tiempo ya en España que en su país. Corría 1981 cuando Emelina decidió irse de Cuba. Desde pequeña sabía que su vocación era dedicarse al canto y por eso dejó con 19 años sus estudios de pedagogía en la universidad para dedicarse exclusivamente a la música, con la que se gana la vida desde hace ya 50 años. Recuerda que antes de la revolución cubana las oportunidades para la gente de origen humilde como ella no existían y que con la revolución “se abrieron horizontes que nos dio el poder de estudiar a altos niveles”. “Al principio fue ilusionante y esperanzador, luego no; me impidieron desarrollarme en el canto y proyectarme a nivel internacional llegándose a decirme que de aquí sólo iba a parar al cementerio”.

Yimane, Roxana, Emelina y Habiba, junto a Yolanda Rosado, de Ceain, durante el encuentro. FOTO: MANU GARCÍA.

De ser la primera soprano en la Ópera Nacional de Cuba, Emelina pasó a trabajar tras emigrar a España cantando en banquetes de boda a cinco pesetas mientras, recuerda gritando y riéndose cómo la gente gritaba “¡Vivan los novios!”. Cuando llegó a España en los años 80, los inmigrantes no tenían ni Seguridad Social y en algunos casos las condiciones de trabajo eran muy precarias. Recuerda cómo llegó a cobrar tan sólo 7.000 pesetas por función en una compañía mientras sus compañeros cobraban 50.000 pesetas, sólo por el hecho de ser extranjera, sin llegar a cotizar engañándose por las cuotas de la seguridad social la propia compañía.

Tras un periplo de tres años en los Estados Unidos desde donde tuvo la oportunidad de viajar por todo el mundo, volvió a Madrid y a dedicarse a la enseñanza, junto a su marido, un actor madrileño. Tras venir al Teatro Villamarta a actuar en 1998 y dar unos cursos en Jerez, le ofrecieron trabajo en el recién abierto colegio de El Altillo, por lo que “se echó la manta a la cabeza” y se vino con su marido y su madre, que consiguió traerse a España tan sólo tres años después de emigrar en los años 80. Hoy Emelina es viuda, vive en Jerez con su madre de 98 años y lleva la Cámara Alta del Ateneo de Jerez, enseña canto y colabora en el Centro de Mayores de las Angustias.

Más de una década después de emigrar recuerda sus palabras al volver a visitar a su localidad natal de Cuba: “este el pueblo donde yo nací pero yo ya no soy de aquí”. Un sentimiento que de una forma u otra parece compartir una de las asistentes entre el público, la conocida activista social y también trabajadora de Ceain Ana Herica. “La emigración me ha permitido desapegarme de aquello que me hace sufrir y vivir el presente”. Son las historias de vida de unas mujeres que un día tuvieron que dejar todo atrás para emprender un nuevo porvenir lejos de su tierra con una doble dificultad: ser mujer y emigrante. 

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído