Son las 7.30 horas. Suena el despertador de Jesús Selma. Se prepara para hacer tests psicotécnicos de 8.30 a 12.00 horas. Después, se sienta en su escritorio y estudia hasta las 13.30. A esa hora, se va al gimnasio a hacer los ejercicios marcados por su entrenador. Come, descansa un poco, y a las 16.00 horas ya está de nuevo con la vista en los folios. Es un lunes cualquiera en la vida de este jerezano de 23 años que sueña con ser Policía Nacional.
La alarma suena a las 8.30 horas en el móvil de Julia Gallego, jerezana de 21 años que lo primero que hace es repasar los temas clave durante una hora. Después, se centra en estudiar los temas nuevos y lo compagina con 50 minutos de carrera continua o la suspensión en barra en el gimnasio.
Ellos son dos de los 60 opositores de la Academia de oposiciones a la Policía Nacional en Jerez Ajpol que se presentan el 25 de octubre a las oposiciones del Ministerio de Interior. Quedan ocho días para la que se ha considerado como la convocatoria más ambiciosa y con más posibilidades en la última década.
Suma un total de 2.764 plazas para la escala básica y 150 para la escala ejecutiva. Clon alrededor de 28.500 instancias aproximadamente, el ratio se sitúa en 10,3 aspirantes por plaza, la cifra más baja desde 2015.
Como novedad, el proceso selectivo ha cambiado, de forma que el examen teórico se realizará antes que las pruebas físicas. Sin aprobar un test de 100 preguntas, seguido de psicotécnicos, no se podrá acceder a la prueba física, el reconocimiento médico o la entrevista personal.
Jesús lleva tres años preparándose. Días de madrugones, concentración y cansancio que, si todo sale bien, tendrán su recompensa. La primera vez que se presentó fue el año pasado. “Aprobé la física, pero la teoría no pude”, comenta el jerezano, que vuelve a probar suerte por segunda vez.
Durante este tiempo, en su rutina ha combinado las horas de estudio y entreno con un trabajo de camarero. “Necesito pagarme el gimnasio, la academia, los psicotécnicos, lo que es la preparación”, comenta el joven, que decidió opositar al cuerpo por vocación.
Asegura que desde muy pequeño ha estado vinculado a este cuerpo de seguridad del Estado. “Siempre ha sido mi sueño. Un familiar que es Policía me contaba historias y me quedaba flipando”, dice.
Su compañera Julia también lo tenía claro. En cuanto acabó Bachillerato se puso manos a la obra para obtener la ansiada plaza. Lleva tres años inmersa en una estricta rutina marcada por la disciplina. En 2023 se presentó por primera vez, sin éxito. “Ese año las físicas se hicieron primero y las pasé con muy buena nota, pero caí en conocimientos”, comenta esta joven que vivió un déjà vu en su segundo intento en marzo de este año. “No esperábamos que la nota se quedase tan alta”, dice.
Al igual que Jesús, ella ha estado compaginando su preparación con un puesto de camarera los fines de semana. “Con una buena organización, lo pude llevar todo para delante”, dice. Todas sus esperanzas están puestas en el sábado 25 de octubre. Entre carrera y carrera, respira. “A la tercera va la vencida y espero que sea la mía”, añade Julia que siempre había tenido interés en esta profesión.
Cuando llegó el momento de encaminar su futuro, no tuvo dudas en apuntarse. Ella valora “el servicio que ofrece a la ciudadanía” así como “los miles de oportunidades de desarrollo profesional” que presenta. Según comparte con lavozdelsur.es, le atrae la variedad de puestos existentes dentro de la Policía Nacional y la movilidad, pudiendo ejercer en cualquier parte de España. “Tengo familiares en el Cuerpo y me llama la atención desde pequeña”, expresa.
Disciplina y organización
Dicen que quien algo quiere, algo le cuesta. Estos jóvenes lo están experimentando en sus carnes tras meses llenos de sacrificios. Ambos reflejan ilusión por alcanzar la meta y, a pesar de no haberlo logrado en otras ocasiones, mantienen un tesoro muy preciado: la motivación.
Ese motor que les permite estar entre 8 y 10 horas estudiando o dedicar un sábado a entrenar y volver a sumergirse en los 45 temas de la oposición después de toda la semana a tope.
“Hemos elaborado una planificación con el profesor que nos permite optimizar el tiempo al máximo, evitando tener que decidir cada día qué tengo que estudiar o qué me toca estudiar esta mañana. Gracias a ella, en una mañana puedo avanzar con cuatro o cinco temas perfectamente”, explica Julia.
Además, antes de las clases, suelen preparar preguntas en las que suelen fallar, repasar fechas claves o detalles que necesitan reforzar para que no se olviden en el momento de la prueba.
“Los domingos sí es verdad que se los toma uno más libres. Solo estudio por la mañana. Por la tarde, a lo mejor hago algún examen o descanso”, dice Jesús desde el estadio de Chapín, donde se reúne junto al resto de opositores una vez a la semana. Allí realizan un entrenamiento en grupo junto a José Ramón, su entrenador.
“Se hace más dinámico y salimos un poco de lo que es la rutina diaria del estudio”, comenta Julia, que, durante la semana, también entrena con un grupo de compañeros para “hacerlo todo más divertido y salir de la monotonía”.
Estos opositores ponen de su parte para que todo el esfuerzo merezca la pena. Para que todas esas dominadas, carreras, trabajo de bíceps o espalda y días con el ocio restringido se transformen en una plaza y vidas resueltas.