Ayer falleció en Jerez Francisco Valencia a los 84 años de edad. Le conocí a mediados de los 90, no sé ahora mismo si era el año 94 ó 95. Recuerdo que por entonces estaba sobre la mesa si iba a haber Fórmula Uno en el Circuito de Jerez y si el gran premio iba a ser patrocinado por ‘Tío Pepe’. Estábamos en un acto precisamente en González Byass —en una de esas mesas formadas por periodistas aburridos, al menos aburridos de serlo— y mi compañero (por entonces solo de piso) Pepe Padilla y yo decidimos abordar a Paco, como prefería que le llamaran, y preguntarle al respecto.
Paco, que era en ese momento director general de González Byass, nos respondió con un par de vaguedades y en cuanto pudo, es decir, en cuanto hubo un camarero cerca, le dijo “ponga aquí media botellita” e inmediatamente nos hizo un regate que me rio yo de los de Messi. “Bueno, por lo menos nos ha dado una frase, aunque sea para no publicar”, le dije a Padilla, y así fue. El “ponga aquí media botellita” la utilizamos de coletilla (perdón por la rima) durante años varios periodistas para referirnos a las habituales salidas por la tangente de los políticos (y de los bodegueros) con los medios de comunicación.
Desde luego, Paco Valencia fue uno de los tres o cuatro nombres clave del sector bodeguero de los años 80, 90 y primera mitad de los 00, años en general duros. Después de la huelga de la Vid del año 91 nada volvió a ser lo mismo en Jerez y a lo largo de la década siguieron sucediéndose EREs en las bodegas del Marco, en una continua espiral de reajustes sobre anteriores ajustes que parecía no tener fin. En esa época Paco desempeñó siempre cargos de primera responsabilidad. Después de director general fue secretario del consejo de administración de González Byass y, por último, como colofón a su carrera profesional, fue nombrado presidente de la patronal Fedejerez.
Pese a estar directamente implicado en la gestión del sector y en la toma de decisiones estrictamente económicas, personalmente diría que Paco Valencia era sobre todo un estupendo relaciones públicas. Un tipo educado hasta ser casi zalamero, con eso que se da en llamar una percha envidiable —más de 1,90, delgado, pelo ensortijado, toque british—, era imbatible en el uno contra uno.
Amante del regate, ya digo, hasta la extenuación, recuerdo que en una de las últimas (y probablemente más larga) entrevistas que le hice, cuando fui a poner un titular me quedé con una frase que era más o menos “En Jerez nadie besa la mano como yo”, un titular francamente bueno pero que al tratarse de un bodeguero hizo que mi jefe se llevara la mano al pelo y al ojo izquierdo mientras ponía ese tipo de cara a mitad de camino de “hoy no he dormido bien o por qué no me hice ingeniero, como quería mi padre”. Total, que al propio Paco le divirtió mucho, o al menos eso me dijo cuándo me lo cruce días después por las calles de Jerez (si bien el lector avezado ya sospecha que aunque el titular no le hubiera gustado no me lo hubiera hecho saber: un gentleman es un gentleman).
Ya jubilado del sector bodeguero, Paco y su mujer, Terete, se volcaron en distintas labores sociales, sobre todo con la Fundación Vicente Ferrer, apadrinando diversos proyectos en la India. Como me dijo el propio Paco en su día, sentía que se aproximaba su hora y quería llevar en sus manos algunas “piedrecitas” –recuerdo perfectamente que esa fue la palabra que usó- cuando se produjera la llamada. Bien, Paco…
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