La última luna llena de la primavera marca este año un evento astronómicamente excepcional, la llamada Luna de fresa. A pesar de lo que su nombre pueda sugerir, este fenómeno no está relacionado con el color del satélite ni con cambios visibles en su superficie. Su denominación proviene de antiguas tradiciones de los pueblos indígenas de América del Norte, quienes la asociaban a la temporada de cosecha de fresas en el mes de junio.
En esta ocasión, el satélite natural ha alcanzado su punto más al norte en más de dos décadas, situándose a 28,6 grados respecto al plano de la Tierra. Se trata de una inclinación máxima en su órbita que no volverá a repetirse hasta el año 2043, y cuya última aparición tuvo lugar en 2006, según los registros astronómicos.
El mejor momento para la observación
La Luna de Fresa alcanzará su plenitud la noche de este 11 de junio, momento en el que estará completamente iluminada y ofrecerá su imagen más imponente. Para disfrutar del espectáculo no será necesario recurrir a telescopios ni instrumentos especializados. Bastará con buscar un espacio abierto, con buena visibilidad del horizonte y baja contaminación lumínica, para apreciar el brillo del astro en todo su esplendor.
Desde la ciudad o en entornos naturales, observar esta luna llena puede convertirse, como apuntan expertos y aficionados, en un instante de conexión con el cielo y la historia. "Contemplar este plenilunio puede convertirse en una experiencia mágica, cargada de historia y tradición", detallan expertos que seguido de cerca su evolución.
El fenómeno marca además el cierre astronómico de la primavera en el hemisferio norte y anticipa la llegada del verano con una imagen que, más allá de su valor científico, evoca mitos, ritmos agrícolas y antiguos calendarios. Aunque no se trate de un evento raro en cuanto a su fase, sí lo es por su posición y simbolismo.
Mientras el calendario avanza hacia el solsticio, este fenómeno se despide por ahora para no regresar hasta 2043. Una oportunidad única para alzar la vista y reconectar, aunque sea por unos minutos, con los ciclos naturales que rigen el cielo y que tantas culturas han celebrado desde tiempos inmemoriales.


