Juan de la Morena, Sebastián Carrasco y Manuel de la Nina están en Japón impartiendo clases de flamenco y han hecho viral un vídeo haciendo bailar por bulerías a un humanoide.
Pepper es un robot humanoide, presentado en 2015 por la empresa francesa Aldebaran Robotics, que vendió las primeras 1.000 unidades que se pusieron en el mercado en apenas un minuto, y que destaca, según sus creadores, por “leer nuestras emociones”. Lo que seguramente no supieran es que también bailan por bulerías si se lo proponen. Tampoco lo sabían Juan Carrasco Pantoja —conocido artísticamente como Juan de la Morena, hijo de Fernando—; Sebastián Carrasco Vargas, Chano; y Manuel de la Nina, que cuando llevaban apenas una hora en suelo japonés, vieron a un robot en un centro comercial y comenzaron a cantarle y a tocarle las palmas. “Es de miedo”, dice Juan, en declaraciones a lavozdelsur.es. Fue tras dejar las maletas en el hotel, al que no podían acceder hasta dentro de unas horas, cuando decidieron salir a dar una vuelta por Tokio.
“Al doblar la esquina había una tienda de informática, vimos un robot y la primera intención de nosotros, viniendo de Santiago y siendo gitanos, fue llevárnoslo a nuestro terreno, porque todo lo intentamos hacer con compás”, cuenta Juan de la Morena, quien junto a sus otros dos compañeros se encuentra en Japón con el proyecto El Son del Zoniquetazo. “El robot se puso las manos a la altura de la cintura, las subía para arriba, se balanceaba… le faltaba tocar los palillos y el braceo”, dice Juan, quien cuenta que “al día siguiente fuimos a la misma tienda para comprar un adaptador para el móvil y el robot parece que nos conoció la voz y nos empezó a mirar otra vez. Nos quedamos perplejos, porque dijimos: ¡Este robot se va a hacer de nuestra familia!”
La anécdota, grabada en vídeo por sus propios protagonistas, ha dado la vuelta al mundo —compartida por artistas como Alejandro Sanz—, y ni ellos mismos se esperaban que tuviera tanta repercusión. “Lo grabamos para que la gente vea lo que hacemos aquí, lo que estas personas son capaces de hacer, pero no para beneficiarnos ni por fama”, señala Juan de la Morena. “Somos personas llanas, somos luchadores de la vida, no queremos fama”. Pero, sin quererlo, están siendo conocidos en todos los rincones del planeta. Y eso tiene sus consecuencias. “Tengo 300 peticiones de amistad en Facebook que siento no contestar, pero es que no tenemos tiempo, y en Instagram también he subido en seguidores”, dice este flamenco de Santiago, que decidió hacer las maletas y probar suerte en Japón, un viaje que lleva planeando un año y medio. “Sebastián fue quién me hizo la propuesta”, dice, una oportunidad que ha gestionado Yuka, una japonesa que “no tiene nada que envidiarle a nadie de aquí por cómo canta, baila y toca la percusión”.
El 18 de diciembre acabará la aventura japonesa de estos gitanos de Santiago que están revolucionando las redes sociales con los vídeos en los que, además de mostrar a un robot bailando por bulerías, también se puede ver a japonesas cantando y bailando con un arte impropio de su lugar de nacimiento, aunque Juan de la Morena no se sorprende tanto: “Sabíamos el potencial que tiene Japón para el flamenco, aquí nacen con un don especial, lo aman, aquí nosotros somos los que tenemos que aprender de ellos”.
“Todos los días —añade Juan— nos encontramos algo nuevo, sorprende mucho el nivel que tienen, nosotros para hacer una Zambomba la preparamos tres meses antes y aquí cogen la métrica del villancico en diez minutos, eso sí, el idioma tiene mucho que ver a la hora de interpretar”. Por tierras japonesas estarán hasta el 18 de diciembre, “si Dios quiere y si tenemos ganas, porque lo mismo el dinero que ganamos aquí lo desembolsamos quedándonos mas tiempo”, bromea Juan, aunque luego matiza: “Es época de estar con al familia y tira un poquito, pero nos están tratando de manera inmejorable, para quitarse el sombrero”. Carrasco Pantoja asegura que, a raíz de la repercusión que están teniendo, le están saliendo nuevos trabajos. “Nos han propuesto que vengamos otra vez”. Y seguro que no se lo piensan dos veces.