‘La Guapa’ que dio de comer a Cádiz durante la posguerra y resiste en pandemia

Carmen Pecci, nacida en San Fernando en 1900, tomó las riendas de esta churrería en 1933 y desde entonces se ha convertido en icono de la ciudad hasta llegar a su último propietario, el viñero José Antonio Luna

Fotografía de Carmen Pecci 'La Guapa' que dio de comer a Cádiz durante la posguerra y resiste en pandemia.
Fotografía de Carmen Pecci 'La Guapa' que dio de comer a Cádiz durante la posguerra y resiste en pandemia. MANU GARCÍA

Tomarse un papelón de churros en La Plaza es casi una tarea obligada en Cádiz. Más aún si son de La Guapa. Dicho protocolo suele ir acompañado de chocolate o café con leche y para las más dulceras, con su poquita de azúcar para mojar. Los puestos de churros en esta zona de la ciudad se remontan a 1893 y 1984, aunque no será hasta los años 30 cuando tomen relevancia con la llegada de Carmen Pecci, ‘La Guapa’ de los churros. En su negocio siempre estuvieron como churreros los hermanos Luna, Juan y Ambrosio, que son curiosamente el tío y el padre del actual propietario de la churrería, José Antonio Luna, que atiende a lavozdelsur.es con su particular simpatía e ímpetu; el mismo con el que amasa y fríe estos churros con historia.

No sabemos si churrero se nace o se hace, pero lo cierto es que a los Luna el oficio les corre por las venas. "Mi tío, que todavía vive con 95 años, y mi padre estuvieron desde los comienzos de La Guapa, de hecho, tengo las escrituras de cuando se puso el kiosko en frente de Carrefour, todavía no existía ni Simago, fíjate si tiene años...", comenta Jose Antonio, que empezó a cubrir bajas y permisos en el puesto cuando terminó el graduado con 15 años. Entre la humareda del aceite hirviendo, recuerda los inicios de esta churrería y ,como no podía ser de otra manera, algunos apuntes de su propietaria, Carmen 'La Guapa'. "El mote le viene porque con 18 años se presentó a un concurso de mantones de manila en el Cortijo de Los Rosales y ganó", explica José Antonio, que revela una parte de historia popular que sostiene que Carmen fue hija de la sirvienta de un marino que la dejó embarazada y que al estar este casado, las envió a Cádiz con todas las comodidades. "De hecho, también se dice que tenía tanta harina en posguerra porque el Ejército se la suministraba, aunque nada de eso está comprobado", añade. 

José Antonio Luna en el exterior de la churrería.
José Antonio Luna en el exterior de la churrería. Manu García

Carmen Pecci vivió hasta los 83 años y con harina, habas y "un poquito de esfuerzo" alimentó a medio Cádiz con sus churros y sus tortillitas de camarones, cuando el hambre asolaba la ciudad. Eran los años 30, el kiosko se lo compró —cree José Antonio– a una tía abuela de su padre, aunque tampoco tiene papeles que lo demuestren. De lo que sí tiene certeza es de que esta tía abuela tenía varias churrerías por el casco antiguo, antes de que llegara 'La Guapa'. Se afirma que Carmen fue pionera en imponer el uso de gorro y traje blanco a sus trabajadores e inventó la figura de la cobradora, para que los trabajadores no tuviesen que manipular dinero y masa. La pulcritud iba con esta mujer, ya que José Antonio agrega que según le contaban sus familiares, "era una mujer muy elegante y tenía varias sirvientas que le lavaban y le almidonaban la ropa".

Una foto en blanco y negro reposa junto al rostro que hay de Carmen Pecci dentro del puesto actual. "Estos son mi padre y mi tío en Camposoto. Los lunes cerraba La Guapa y el Ejército los contrataba para que hicieran churros para los militares", comenta José Antonio, al que estar en mangas cortas en pleno diciembre le es indiferente, debido a las altas temperaturas que se alcanzan en los fuegos de la churrería. Son tantos años dispensando churros, que las colas de este kiosko han llegado a presenciar hasta el asesinato del primer republicano durante la Guerra Civil a manos de los fascistas. Se llamaba José Bonat Ortega y su bisnieta fue quien habló con el churrero de este tema.

Tras pasar por los establecimientos de La Nueva Ola y La Nueva Marina, José Antonio vuelve a La Guapa como encargado en 1998, para en 2004 terminar como propietario del establecimiento y así continuar con la saga de churreros familiares. Su tío Juan estaría toda la vida en 'La Guapa', "56 o 57 años", sin embargo su padre Ambrosio pasó por "Casa Samuel, el 501 en Trille y el Bar Stop". En 2009 se hace la remodelación de La Plaza y los kioskos pasan a las espaldas del edificio de Correos, su actual ubicación. “Yo a mi puesto lo veo diferente al de los demás, intento estar siempre con alegría y contento, aunque no se venda, yo siempre tengo una gracia para mis clientes, porque lo que pase en el cajón no tiene por qué enterarse nadie”, afirma sensato.

Matilde atiende a la clientela mientras José Antonio hijo fríe los churros.
Matilde atiende a la clientela mientras José Antonio hijo fríe los churros.

La temporada fuerte de La Guapa, por increíble que parezca, son los meses cuando más aprieta el calor: julio y agosto. También Carnavales, donde dan rienda suelta a las tortillitas de camarones. Muy cotizadas, por cierto. Las Navidades son una época buena para el negocio, pero "este año la pandemia nos ha matao", reconoce este churrero que acostumbra a recibir por estas fechas a mucha gente de fuera de la ciudad. Durante el confinamiento no pudieron abrir y recuerda que la gente le llamaba para preguntarle la receta de los churros. "Harina, agua, sal y mucho trabajo, no tiene más", acierta José Antonio.

En el negocio también trabajan su mujer, Matilde, su hijo José Antonio. "Todos somos churreros" y están orgullosos de serlo. De lo que sí se aqueja este gaditano es de las altas cuotas de autónomo. "Entre los tres llegamos a los 1000 euros, el tema de impuestos es horroroso, pero de lo que no tenemos queja ninguna es del alquiler municipal del kiosko", añade. Le gustaría contratar a alguien, pero no le llega como para pagar un sueldo digno. "Qué menos que la persona que trabaje, cobre como mínimo 1.200 euros, ¿no?", se pregunta. El único servicio que presta fuera de la churrería es a domicilio en grandes cantidades. "Mi niño tiene su moto y su canasto, con eso llevamos pedidos grandes a colegios y oficinas", añade.

'La Guapa' suele vender un día normal una media de 50 kilos de churros, entre los gordos y los fines, pero hay días en los que se pueden vender 10, como por ejemplo los días de lluvia. "Es la mejor manera de confinar Cádiz, con un buen chaparrón", apunta bromista. José Antonio abre a las ocho de la mañana y cierra a las 12, y por las tardes abren de cinco a siete, aunque el cierre depende de la clientela, no hay un horario fijo para el cierre. "En verano solo abrimos por las mañanas, pero en esas horas vendes lo mismo que un día entero de invierno", señala. Un kilo son ocho euros y lo mínimo es un euro de churros, que con eso, asegura este churrero, "desayuna o merienda una persona". El año termina, y aunque no haya sido el mejor, las colas en 'La Guapa' se siguen formando con la pertinente distancia de seguridad. Jose Antonio se despide con el deseo de los jartibles por derecho: "Que los carnavales que viene sigamos picando mucha cebolla para las tortillitas, aunque solo se las lleven para dar paseos".

Las colas en La Guapa ya son un clásico.
Las colas en La Guapa ya son un clásico.

Sobre el autor:

Carmen Marchena

Carmen Marchena

Gaditana. Periodista feminista por vocación y compromiso. Empecé en las redacciones de Ideal Granada y Granada Hoy. He pasado por eldiario.es/Andalucía. Parte de El Salto Andalucía desde sus inicios. Tengo dos ídolas: mis abuelas Carmeluchi y Anita. Defensora de los Derechos Humanos y la Memoria. Sin más dilación, papas con choco o barbarie.

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