Una de cada tres personas a partir de 50 años tendrá un herpes zóster. La varicela es el origen de este germen, que tras pasar esta enfermedad, el virus se queda latente. Si el sistema inmunitario se debilita es cuando se reactiva provocando dolores intensos.
El denominado herpes zóster tiene como síntomas más reconocibles su la aparición en la piel de pequeñas ampollas a un lado del cuerpo, en la cintura o la espalda, y que tiene forma alargada, lo que de forma popular se conoce como una ‘culebrilla’. En ocasiones también se da en el pecho o incluso en el rostro, afectando a los ojos, oídos o boca.
Estas ampollas suelen secarse y curarse entre dos y cuatro semanas después de que salen, aunque los médicos recomiendan tratarse la dolencia en cuanto aparece para no llegar a mayores complicaciones. Se calcula que entre un 5% y un 30% de los que han tenido el virus continúan con dolores hasta tres meses después de desaparecen la irritación tan característica de esta enfermedad.
Existe el concepto médico, el de la neuralgia postherpética, un dolor de forma constante o intermitente que persiste tras superar la enfermedad. Es consecuencia del virus que provoca una lesión en las fibras nerviosas afectadas que lanza estímulos que reciben las personas afectadas como dolorosos cuando en realidad no lo son.


