Faltaban un par de días para el 28-F de 2020, y en Andalucía aún seguía pareciendo el coronavirus una enfermedad lejana, extraña. Los protocolos decían entonces que para hacer una PCR debía informarse al Ministerio de Sanidad, y que debía tener el paciente un vínculo con China. Sin embargo, los médicos del Virgen del Rocío mantenían la sospecha de que Miguel Ángel Benítez (empleado de banca, que recibió el alta el 4 de marzo) tenía una neumonía extraña, que no respondía a virus conocidos en la zona, y reclamaron esa PCR. A su salida del hospital, por su propia experiencia, calificó el covid de una gripe. Efectivamente, en muchos cuadros, es una infección que es similar a la influenza en algunos aspectos, en pacientes más leves, pero que presenta cuadros más graves que pueden acabar con la vida de la persona, especialmente los mayores.
Finalmente, se produjo, y el 26 de febrero se confirmó el primer caso de contagio local en España, de una persona que no procedía de China ni de ninguna otra zona y estaba infectada. Por entonces, Italia ya era un foco de la enfermedad que seguía pasando inadvertido a las autoridades en su gravedad. Fue peor de lo esperado. El colapso italiano cogió a Europa a contrapié.
Hasta ese momento, había varias sospechas de positivos que no se confirmaban en distintas partes de Andalucía. Un comité de seguimiento del coronavirus hablaba por entonces de una situación bajo control. Se sucederían mensajes de normalidad porque, por lo que se sabía entonces de la enfermedad, el contagio persona a persona parecía más difícil de lo que realmente era, una bomba a punto de estallar y que en España costó la vida a más de un millar de personas diariamente a finales de marzo, con la población ya en un confinamiento duro desde el 14 de marzo.
Un año después, Andalucía ha sufrido tres olas. Han sido diagnosticadas 472.263 personas, han requerido hospitalizacón 36.872, de las cuales 3.633 en UCI, y han muerto 8.258. Entre tanto, la capacidad hospitalaria ha descendido, con planes de contingencia en cada ola que suspenden la actividad declarada como no urgente, los mayores llevan un año prácticamente recluidos, una crisis económica sin precedentes ha provocado recesiones generalizadas del PIB y solo los fondos públicos, a través de los ERTE, contienen la sangría en el empleo, aunque poco puede hacerse cuando son empresas completas las que se están yendo a pique.
Y todo, fruto de la casualidad, comenzó en Sevilla. Más tarde se demostraría que hubo una primera muerte de un paciente con neumonía en Valencia que había estado en Asia, pero no en China. Además, un hotel en Canarias había sido confinado, pero no había muestras de que la enfermedad hubiese nunca salido de ahí, a razón de un turista alemán que llegó contagiado. En la primera ola, Andalucía quedó muy por detrás en contagios respecto a otras zonas del país, como Madrid, Castilla-La Mancha o Catalunya. Además, Sevilla no sería en sí mismo el epicentro de la enfermedad al inicio de la pandemia, algo que afectó en mayor medida a Málaga. En la segunda, sería Granada. En la tercera, Cádiz, aunque ésta última de forma menos pronunciada. Un año desde aquel contagio. Es una de las primeras efemérides para recordar el nefasto 2020, que hasta el verano será marcada por un recuerdo de la falta de medidas de protección o de decisiones que a ojos de 2021 resultan incomprensibles, como la desescalada demasiado rápida de cara al verano o que no fuera obligatoria la mascarilla, toda vez que la comunidad científica tardó en comprobar que, efectivamente, el coronavirus se transmitía por el aire. Muchas decisiones por repasar que empiezan con este contagio.
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