Por sorpresa y sin filtraciones, aunque con un patinazo la noche antes en Twitter de la portavoz Cuca Gamarra, que mezcló en tuit bolsonarismo con merinas y dejó en mal lugar a su jefe. Empero, las negociaciones amasadas desde hace meses no han impedido que Alberto Núñez Feijóo haya dado un golpe de timón mediático en la búsqueda del centro derecha a escasos meses de las municipales y autonómicas de mayo próximo, y ante la batalla de las generales, que apuntan a final de año.
Un golpe en la dirección del PP nacional que pasa por el regreso de Borja Sémper a la primera línea del frente político tres años después. El dirigente vasco vuelve donde lo dejó porque la política a todos los niveles poco ha cambiado —primacía de lo partidista por encima del interés general, campaña permanente, debates estériles, ruido y bronca permanente, falta de respeto constante al oponente, bajo nivel de materia gris generalizado...—, pero sí regresa a ese partido que tiene ahora un espíritu más sorayista que otra cosa. Esa candidata de primarias que él apoyó en detrimento de Casado.
Regresa a la titularidad de ese equipo que, entre Jekyll y Hyde, aspira a parecerse a lo mejor de Feijóo cuando mandaba a lo grande en Galicia y que tiene ahora en el triunfo incontestable de Juanma Moreno en Andalucía su santo y seña como faro hasta las generales.
Ensanchar la organización, fichar o repescar "talento" y vender transversalidad, moderación y serenidad ante una permanente tensión no resuelta de la conversación pública y la vida política que se ha vuelto insoportable. Borja Sémper —y la repesca del ex alcalde de Santander y ex ministro Íñigo de la Serna— forma parte de la estrategia del PP de Feijóo de escapar del poder del PP madrileño, ala dura, más extrema, y abrirse a las bandas con el jogo bonito de un discurso más creativo y menos leñero y trumpista, menos MAR (Miguel Ángel Rodríguez, ideólogo de Díaz Ayuso) y más Arriola. Un constante pulso en el que el ruido de fondo voxero pesa e influye casi cada día. Hasta en Sémper.
"Con Santi Abascal —líder de Vox— tengo una relación forjada a lo largo de muchos años y forjada en los años más duros que compartimos en el País Vasco. Nos conocemos desde los 17 años y hemos visto de todo. Tengo una relación personal con Santi Abascal a prueba de bombas y la voy a seguir manteniendo", ha manifestado este pasado lunes, en su presentación ante la prensa madrileña. Eso sí, Sémper —que fue portavoz del PP en el Parlamento vasco y concejal en San Sebastián junto al exministro Alfonso Alonso cuando ETA aún asesinaba— ha dejado claro que Abascal y Vox no representan lo que él "aspira y quiere" para España.
Lo pronunciaba casi en paralelo a que Feijóo soltara otra de esas obviedades a las que nos tiene acostumbrado el juego político actual: si puede gobernar en solitario, prefiere gobernar en solitario y no contar con Vox. Y ojo que la réplica de la portavoz del PSOE, Pilar Alegría, no le anduvo a la zaga: "Que no maree la perdiz, que sea honesto y sincero le pidió, como si al menos en eso Feijóo no hubiese sido meridiano.
Obviedades: el peor de los escenario es volvera perder la Moncloa; el menos malo, Castilla y León —donde gobiernan con el lastre de la pesada carga ideológica extrema de Vox—, y el mejor de los sueños, ganar con holgura nivel Moreno. Ese político al que Casado quiso borrar del mapa y que ahora, gracias entre otros a otro de los fichajes estrella de Feijóo en Madrid, Elías Bendodo, es el espejo nacional donde mirarse.
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