Miles de gaditanos creen que España se rompe y se concentran ante La Pepa y el PSOE para lamentarlo

Unos 7.000 manifestantes en la plaza de España y la tercera parte ante la sede provincial del PSOE representan el rechazo al acuerdo del PSOE con los independentistas en un soleado domingo de movilización

La concentración contra los acuerdos de Pedro Sánchez, bajo el monumento a la Constitución de 1812.

Es cuestión de banderas. De patrias y patriotismo. De símbolos en tela sintética. Política de sentimientos. Tan personales, tan difíciles de calificar y ubicar. Cada cual sabrá qué significan pero si había que leerlas, hágase. Eran miles. Absolutamente todas constitucionales, muy constitucionales y mucho constitucionales.

Ni una con la gallina, ni una predemocrática, ni una radical o antisistema. Bueno, exactamente dos, entre miles y miles. Un pirado apareció con una bandera nazi (la de fondo rojo y cruz blanca, que representará a un ejército de la Alemania hitleriana o algo así).

Algunos de los concentrados en la plaza de España, camino de la sede del PSOE.  GERMÁN MESA

Otro le daba vuelo a la dentada equis carlista. Históricamente llamada cruz de Borgoña. Esa no se sabe si es radical o simplemente anacrónica. ¿Qué puñetas será eso del carlismo? Alguna camiseta equivalente. Otra con el lema "desokupa". Poquísimo. Ni el uno por ciento. Nada.

Por cada diez españolas, una de Andalucía. Alguna de la Unión Europea. Todas aceptadas y aceptables. Muchas banderas. Mucha gente. Unos 7.000 asistentes según el recuento del Ayuntamiento de Cádiz, aunque con las cifras, ya se sabe. Y con los sentimientos, menos.

Minutos antes del mediodía, los caminos hacia la plaza de España eran un caudal. Personas con la bandera de España como capa

La versión gaditana de la movilización estatal vivida este domingo en España fue multitudinaria y soleada. El sol del futuro, decía Nanni Moretti en una preciosa película reciente, amarga utopía. El sol del pasado, podría entenderse del ambiente nostálgico de los más enfadados. Cara al sol no hubo.

Un río de gente. Minutos antes de mediodía, los caminos hacia la plaza de España eran un caudal. Personas con la bandera española como capa. Muchísimos con su mástil. Algunos con camisetas futboleras y bufandas. Familias enteras. Algunos niños, pero edad media-alta.

La inmensa mayoría, por no decir todos, con civismo, con un aire cercano a la festividad, a la celebración de lo que fuera. Cerca del enfado, quizás, pero lejos de la crispación. En su derecho están piensan unos y otros, participantes y ajenos observadores.

El portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, Manuel Gavira, ante la sede del PSOE en San Antonio.   GERMÁN MESA

Bajo el monumento a la Constitución de 1812 (que tampoco puso a todos de acuerdo, claro) era la cita. A la sombra del marmóreo mamotreto, todos los dirigentes del Partido Popular posibles. De la alcaldesa de Jerez a la exalcaldesa de Cádiz. Decenas de concejales, otros regidores. Los representantes populares, todos.

Del consejero Antonio Sanz al anfitrión gaditano. Bruno García es el que lee el manifiesto. Un compendio de los argumentos mil veces oídos en los últimos días (¿años?) contra la gestión de Pedro Sánchez. Sobre todo, contra su coalición, sus alianzas, sus cesiones y concesiones.

"No es una fiesta, es una protesta", fue el primer eslogan cantado. Hacían bien en aclarar porque en un lugar del mundo donde la vida es tan luminosa, agradable y festiva, cualquier concentración puede confundirse. 

El regidor de Cádiz fue el speaker. Comenzó agradeciendo la presencia de "los 45 municipios de la provincia en una jornada tan importante, en un lugar tan simbólico". Calificaba la concentración como "sencilla, pacífica pero rotunda". Comenzaba la cita, atestada, con el himno de Europa, obra de Beethoven, y terminaba con el de Andalucía y el de España.

Las palabras enormes estuvieron en el discurso del anfitrión, Bruno García, pero a la extensión ante la sede del PSOE no fue ni un dirigente del PP, sólo los de Vox

En el discurso del alcalde, las palabras enormes que se oyen estos días a cada paso: "Dignidad", "libertad", "clamor", "golpe", "igualdad", "justicia", "convivencia", "diversidad". Entre los noes, al "privilegio, la impunidad y la amnistía". "Somos una nación con siglos de historia que nunca se va a callar ante la injusticia y la desigualdad, nunca se va a callar", afirma García de León en una declaración que admite discrepancias.

"Hace 45 años, los españoles aprobamos masivamente una Constitución construida sobre ciudadanos libres e iguales, asentada sobre la igualdad y la pluralidad, sometida al Estado de derecho. Fuimos un ejemplo", prosigue.

El alcalde de Cádiz, Bruno García, durante la lectura del manifiesto.  GERMÁN MESA

El discurso fue idéntico al escuchado en toda España. El ambiente en Cádiz también fue comparable. Algún grito aislado, "Puigdemont, a prisión", tan esporádico y minoritario como las banderas admisibles entre las intolerables.

La racionalidad colectiva era enfado privado. La cita gaditana, como la de cualquier provincia, servía para clasificar y calificar. Como hace unos años, en aquel movimiento de indignación, de hartazgo y 15M, el encuentro servía para saludar a vecinos, amigos, conocidos mientras aparecen las listas mentales. Estos son de allá. Estos, de allí. Qué haces aquí, se decían unos y otros. Los vecinos, los exvecinos, compañeros de trabajo, periodistas, policías locales y ciudadanos.

Manuel Gavira, portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, está entre el público. Lejos de la tarima copada por representantes del Partido Popular. Esta convocatoria es de los populares y los demás pueden sumarse como público.

Todos de paisano, en privado. Si no tienes uniforme, cámara o grabadora, eres protestante. Si tienes algo de eso, sospechoso. Cualquiera entiende que si se encuentra tantas caras familiares es porque este malestar ha calado mucho. Hondo. Hay mucha gente. Muchos saludos. En su derecho están, se repiten los unos y los otros. Sus razones tendrán, se afirman en silencio los que comparten y los que no.

Unos y otros, diputados y operarios, autónomos, propietarios y asalariados comparten espacio. La iconografía es la previsible. Las marcas y atuendos que ya conocen todos. También sirven para hacer divisiones mentales. Mucha camisa, ninguna camiseta. La broma de los chalecos. Lo que quiera cada cual. Y si muchos quieren lo mismo, qué se le va a hacer. Faltaría.

Hasta 7.000 personas se concentraron en la plaza de España según el Ayuntamiento de Cádiz.  GERMÁN MESA

"Es un tirano", dicen convencidos cuando se acerca el observador. "Esto es una dictadura". Decide no contestar. Siempre puede dudar. Algunos que no están creen que todo esto nace de mayorías parlamentarias legítimas que se han formado para tratar de alcanzar acuerdos, acercamientos. A ver si funciona. Quizás, no. "Es que dijo que no lo haría", cuentan otros de los que tienen nombre, apellido, incluso mote. Y aparece la tentación de darles la razón.

Hay algunos niños y las conversaciones con sus padres son asombrosas."Son banderas de Andalucía, no del Betis", dicen unos mayores a sus menores. "Mamá ¿tú qué quieres?", dice una cría. "Que se vaya Pedro Sánchez". "¿Por qué?". "Porque es un sinvergüenza". Opiniones particulares expresadas sin violencia física ni verbal. Pues puede ser. O no. Cómo convencer a los convencidos de una cosa o la contraria.

A San Antonio, sede del PSOE

Media hora después de iniciada la convocatoria, se disuelve con la misma naturalidad que la parió. Cada cual se va por su camino y el centro de Cádiz se llena de personas con banderas españolas, constitucionales, como capa.

Una tercera parte (¿2.000? ¿3.000?) deciden ir hacia San Antonio por la plaza de Mina. El festivo cuadrado del centro de Cádiz se convierte en el destino de una parte de los reunidos en la plaza de España. Pero ya no están los dirigentes del Partido Popular. Ni uno.

Gavira, el de Vox, sí que se presenta y en primera fila. Ante la sede del PSOE, dos decenas de policías nacionales con sus furgones. Es una representación teatral de la película que todos han visto estos días, rodada en Ferraz, en Madrid. Pero hay mucho más sol y mucha menos mala leche.

Las dos concentraciones se desarrollaron sin simbología radical o fascista y sin incidentes de ningún tipo.   GERMÁN MESA

Siguen sin aparecer símbolos radicales. El tono de los cánticos se vuelve más agrio. "Esto no es una sede, esto es un puticlub", "Pedro Sánchez, hijo de puta" y el gran éxito de todas las listas: "Que te vote Txapote". Incluso algún "policía, únete". Un izquierdista con toneladas de humor se suma a la concentración, levanta el puño izquierdo y modifica: "Policía, húndete". Nadie le dice nada. Él se ríe.

Curioso el giro cuando cuando los concentrados piden cuentas a la monarquía: "Felipe, Borbón, defiende a tu nación". Así, casi una hora. Sin un lanzamiento, sin un atisbo de violencia. Una mujer, rondando los 50, se pasea por la plaza con un megáfono y ofrece desplazamiento gratuito a los que vayan a una manifestación a Madrid el día 18 desde Chiclana, San Fernando, Jerez, Cádiz.

Pablo Stefanoni, politólogo argentino, pasó por los cursos de verano de la universidad gaditana hace cuatro meses. Dejó dicho el asombro que le causa que la rebeldía, la insurrección, hayan pasado en apenas diez años de la izquierda a la derecha.

En ese pequeño tránsito, los que quieren romper lo establecido, clamar contra todo y crear otras estructuras son los conservadores, los patriotas, los nostálgicos, la gente de bien de siempre. Los izquierdosos, los hippies, los rojos se ven, de repente, desorientados, tratando de defender que el sistema no está tan mal, que las normas son aceptables, que las reglas nos pueden permitir entendernos, mejorarnos. Asombroso.

Prolongación de la concentración, con la tercera parte de asistentes, ante la sede del PSOE en Cádiz.  GERMÁN MESA

Los concentrados gritan contra "la dictadura" teóricamente vigente y en favor de "la democracia". Cuesta ya saber qué es cada cosa. Apenas dos horas después de la concentración de la plaza de España, la de San Antonio también se autodisuelve. Con calma. Ni un huevo lanzado.

Las terrazas, los bares del centro de Cádiz se llenan de banderas españolas, de pulseras y símbolos. El tapeo, el aperitivo, el hambre y la cerveza unen a todos. Mientras el destino de los pueblos decide quién se lleva esta porfía, gana la hostelería, como siempre. Que mañana es lunes, igual no hace tanto sol y hay que volver a salvar España, la que sea, cada cual la suya, la unificada y constitucional o la diversa, periférica y semifederal.

Podría decirse que casi 10.000 gaditanos se manifestaron libremente contra la ruptura de su nación. La provincia tiene 1,2 millones de habitantes. Cabe pensar que otros muchos miles, ausentes, creen que los acuerdos de Pedro Sánchez con los nacionalistas son intentos, dolorosos o no, errados o no, de crear una nueva forma de país, sin dramatismos.

Estos últimos están callados, avergonzados, atribulados, dubitativos. Pero callados. Eduardo Galeano dejó escrito que algunos silencios se parecen mucho a la estupidez. Quizás sean solo incógnitas, reservas, temores. Todo el mundo dice estar asustado estos días. Unos por unas consecuencias. Otros, por otras.