Susana Díaz en un acto en Málaga. Foto: Europa Press.
Susana Díaz en un acto en Málaga. Foto: Europa Press.

Susana Díaz ha decidido que VOX ocupe la centralidad del relato electoral de los últimos días de la campaña. El lunes sacó a la formación ultraderechista en el debate de TVE. Le preguntó a PP y Ciudadanos si pactarían con una formación irrelevante hasta esa fecha. El CIS le otorga un escaño por Almería, realmente tiene harto complicado superar la barrera necesaria para entrar en el Parlamento de Andalucía, pero Susana Díaz ha decidido que VOX tiene que obtener un buen resultado electoral.

Susana Díaz no sabe lo que es trabajar, porque no ha tenido nunca un contrato laboral fuera de la política y de los ambientes cortesanos, pero se mueve como nadie en las malas artes de la política. Fue capaz de entrar a un congreso provincial del PSOE de Sevilla siendo número dos del autor intelectual de los ERE, José Antonio Viera, y salir siendo rival de éste y adalid de la lucha contra la corrupción y la transparencia.

Rafael Velasco, exdiputado del PSOE que era el sucesor natural de José Antonio Griñán, se fue a su casa de manera inesperada tras una filtración a la prensa que se le imputó a Susana Díaz, que pasó a convertirse desde ese momento en la número dos de José Antonio Griñán.

Quienes conocen a la presidenta andaluza dicen de ella que es capaz de todo. Entre otras cosas, de hacerle una entrevista a una periodista para que fuera su jefa de prensa delante de la que había sido jefa de prensa del partido hasta ese momento. En su epitafio político siempre quedará para la posteridad que dio un golpe de Estado dentro de su propio partido para investir presidente a Mariano Rajoy a cambio del cadáver de Pedro Sánchez, al que ella había llevado al triunfo unos años antes.

Susana Díaz no puede mantener una conversación sobre Literatura o Historia porque le tiene alergia a los libros, pero sabe muy bien jugar al ajedrez político. Para ella la política no es un ejercicio noble, sino un juego de estrategias donde lo importante es conservar el poder para repartirlo entre su tribu. Su tribu son sus fieles del PSOE andaluz, donde se afilió con 18 años, la empresa en la que ha ejercido toda su experiencia laboral y a la que le debe todo lo que es. Para el susanismo, el partido no es una herramienta para transformar la vida de la gente sencilla, es su medio de vida.

En este contexto es donde hay que encuadrar que desde el lunes lleve hablando de VOX y reforzando a una opción claramente fascista que todos los partidos –Adelante Andalucía, PP y Ciudadanos- habían dejado fuera de la campaña.

En el sobreactuado relato con el que sermonea en los mítines, parece que Susana Díaz está temerosa de que la ultraderecha pueda obtener buenos resultados pero, si se conoce su proceder, en el fondo está poniendo en escena una estrategia de fortalecimiento de la ultraderecha para poder así arrancar los últimos escaños que se reparten en las ocho circunscripciones y de los que depende para que la noche electoral sea un éxito o una hecatombe para los intereses susanistas.

En un ambiente muy fraccionado de la derecha, su opción tendría muchos más escaños que los que sacaría con un voto de la derecha más concentrado. Es decir, la entrada de VOX en el Parlamento sobrerrepresentaría a un PSOE que está asustado ante los estudios demoscópicos diarios que recibe en la sede de San Vicente y que le dicen que la abstención de su electorado puede ser monumental.

Así, Susana Díaz pretende movilizar a un electorado socialista que muestra apatía ante la cita electoral. A falta de propuestas que den certidumbres y motive a los potenciales abstencionistas, Díaz ha decidido confrontar con la opción política del miedo que puede hacer a sus antiguos votantes, que aún no han decidido darle su apoyo a Adelante Andalucía, levantarse del sillón e ir a votar con la nariz tapada.

VOX lleva la última semana ocupando el centro de la agenda electoral gracias a Susana Díaz, que ha decidido confrontar con el fascismo, activar el voto del miedo y de la pereza intelectual, en lugar de explicar sus propuestas y de frenar a la ultraderecha como se espera de un político responsable.

Susana Díaz ha decidido activar a VOX para que la ultrafragmentación del espacio de la derecha beneficie al PSOE en el reparto de escaños. A eso se le llama morir matando, como hacen los animales salvajes cuando están heridos y sin salida.

Es de una irresponsabilidad supina, propia de quienes desprecian la democracia, los valores constitucionales con los que se llena la boca y los derechos de las mujeres de los que presume en los mismos mítines, donde está dando protagonismo a una fuerza fascista que quiere derogar la ley de violencia de género y escupe odio hacia el feminismo, los inmigrantes y las personas homosexuales y transexuales.

En las primarias contra Pedro Sánchez, Susana Díaz activó la candidatura de Patxi López para dividir el voto contrario a su candidatura, pero la militancia socialista decidió enviarla de vuelta a Andalucía con la cabeza gacha y la soberbia y el ego equilibrados, en la que fue su primera derrota hasta la fecha y de la que todavía no se ha repuesto.

Conservar el poder como único objetivo político, como único proyecto para esta bendita tierra, incluso a costa de introducir en el Parlamento de Andalucía a una opción política que quiere destruir nuestros pactos de conviviencia, la agenda social, la democracia y la autonomía andaluza por la que dieron su vida el joven malagueño Manuel José García Caparrós y cientos de socialistas honestos que no se parecían en nada a esta generación susanista criada en las sedes y que no conoce más oficio que bajarse de un coche oficial para subirse a otro.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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