La diputada que ordeñaba cabras y caminaba cuatro kilómetros para ir a la escuela

Mercedes Barranco es diputada de Podemos por la provincia de Jaén. FOTO: R.S.
Mercedes Barranco es diputada de Podemos por la provincia de Jaén. FOTO: R.S.

Detrás de los políticos hay, como en todo hijo de vecino, una historia. Algunas de ellas muy hermosas, muy épicas y nobles. La de Mercedes Barranco (Ventas de Carrizal, Jaén, 1984), diputada de Podemos en el Parlamento de Andalucía, nacida en el cortijo donde su familia cuidaba cabras, es conmovedora. “Para comer teníamos, pero éramos muy pobres, muy pobres”, recuerda Mercedes, la madre, que ha venido esta tarde a Sevilla para acompañar a su hija en un día importante para ella, para Andalucía, el medioambiente y las generaciones futuras.

Esa niña “pobre, muy pobre" que se levantaba una hora y media antes que el resto de sus compañeros de pupitre, para ayudarle a su padre a ordeñar las 100 cabras que le deban de comer a la familia, es hoy una mujer de 33 años, tímida, de aspecto frágil, verbo rápido y afectivo, discreta y que, aparentemente, es una diputada del montón de su grupo parlamentario. Aparentemente, porque detrás de esta mujer menuda hay una vida de lucha y superación desconocida para el resto de sus señorías, muchas de ellas nacidas en estirpes más acomodadas que le permitieron ir de vacaciones alguna vez, lujo que Mercedes no se pudo nunca permitir hasta que se sacó su plaza en un grupo de desarrollo rural, donde volverá cuando no sea diputada.

Si un extraterrestre se hubiese asomado este miércoles por el salón de plenos del Parlamento andaluz, durante la tramitación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, no hubiese pensado jamás de los jamases que una mujer de aspecto frágil, casi escondida entre los 109 escaños de la Cámara andaluza, sería “la madre”, según el letrado de la Comisión donde se ha tramitado la ley, de una normativa que sitúa a Andalucía en la vanguardia contra el cambio climático y que ha sido aprobada por unanimidad de todos los partidos políticos. Un milagro, el de la unanimidad y el diálogo, que ocurre muy pocas veces pero que ha sido posible, entre otros muchos factores, por el talante caluroso y nada bronco de esta diputada que ordeñaba cabras y que confirma que ser radical es lo contrario de ser extremista.

Mientras Mercedes Barranco defiende su ley en el estrado del Parlamento, su madre, vestida de domingo, como se viste la gente sencilla para las ocasiones importantes, se pasa los dedos por los ojos para frenar la emoción. Mercedes, la hija de dos jornaleros que parieron a sus tres hijas en un cortijo de un pueblo de Jáen de 400 habitantes, representa para su madre todo lo que a ella no la dejaron ser. “A mí me sacaron de la escuela antes de terminar la EGB, creo que tenía 12 años”, se lamenta la mujer, de 57 años. “Y me llevaron a trabajar al campo, que es donde hemos ido siempre los pobres”, dice en un descanso del pleno, con una ternura de mayoría absoluta.

La diputada, a la izquierda, junto a su madre y su hermana en el Parlamento de Andalucía. FOTO: R.S.

"No faltaba ni un día a la escuela"

La madre no para de mirar a su hija, con la lágrima a punto de salir desde los asientos de invitados, mientras la diputada termina su discurso en defensa de la ley, a la que le ha introducido 80 enmiendas en un documento base que tenía 59 artículos, una enmienda a la totalidad a la propuesta inicial que, si se aplica, será vital para luchar contra la destrucción ambiental. Planes locales contra el cambio climático, contratación pública verde y perspectiva climática en los presupuestos de la comunidad autónoma son algunas de las aportaciones de Barranco, la diputada que caminaba a diario cuatro kilómetros, dos de ida y dos de vuelta, para llegar por un camino de tierra a la escuela rural “a la que no faltaba ni un día” -según su madre-, a una normativa que sitúa a Andalucía en la vanguardia frente al reto civilizatorio más determinante al que nos enfrentamos como sociedad.

“Gracias al sistema público andaluz de universidades por permitir que una cortijera esté aquí defendiendo esta ley como ambientóloga”, dice emocionada la diputada en la parte final de su discurso. A la diputada, licenciada en Ciencias Ambientales, la carrera y el máster que estudió en la Universidad de Jaén y que no hubiera podido hacer sin becas, le está ahora mismo pasando toda su vida por delante, una vida de sacrificio y lucha que muy pocos diputados conocen. Ni siquiera los de su grupo.

A la madre de la diputada está a punto de estallarle el vestido y de romper a llorar a lágrima viva pero se contiene, que para eso es serrana de Jaén. A la orgullosa madre la sacaron de la escuela con 12 años, pero su hija, la que se levantaba hora y media antes de ir al colegio para ordeñar las cabras y recorría a diario cuatro kilómetros para llegar a clases, está hoy pariendo una ley a la que, de manera informal, algunos diputados han bautizado como “Ley Barranco”. Es la magia de la universidad pública, que los pobres llegan donde siempre han estado los ricos. Igual es por eso por lo que está en crisis la universidad pública.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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