El líder de Podemos, Pablo Iglesias, acompañado por la diputada de En Comú Podem en el Congreso, Lucía Martín, y el teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Asens.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, acompañado por la diputada de En Comú Podem en el Congreso, Lucía Martín, y el teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Asens.

Durante mucho tiempo, a Podemos se le ha achacado excesiva tibieza con el conflicto catalán porque parecía que los morados hacían más esfuerzos por ganarse las simpatías de los independentistas que de los votantes españoles. También durante mucho tiempo a Pablo Iglesias se le veía perdido intentando sobrevivir en una organización, llena de ambiciones aliñadas con el elixir de juventud, donde todo son minas antipersonas y traiciones. La ruptura de su relación política con Iñigo Errejón, dicen sus más fieles colaboradores, dejó tocado a Iglesias y fracturó la ya de por sí conflictiva organización.

Paralelamente a las guerras internas, Pablo Iglesias se enfrentaba a una maquinaria de odio, muchas veces alimentadas por sus propios adversarios dentro del partido, que lo han convertido en un personaje odioso con el que se han cebado los medios de comunicación.  Escribe "Pablo Iglesias" en el buscador de Google y ve las fotos que aparecen en la sección imágenes. Son las fotografías más usadas por los medios de comunicación, con las que los ciudadanos se construyen el significado simbólico de quién es el líder de Podemos.

Cuesta ver una foto favorable, neutra. La imagen demonizada de Pablo Iglesias, construida por unos medios de comunicación que no le perdonan que haya removido el Régimen del 78 y arrastrado al cambio a 5 millones de personas, dice más de la calidad democrática de la estructura de medios de comunicación en España que de Pablo Iglesias.

Nada como el conflicto catalán se ha usado para demonizar a Pablo Iglesias y a Podemos, para arrinconar a la formación morada en el 'bando de los malos', mientras a Ciudadanos, cuyo líder está en el 'bando de los buenos', se le ha perdonado mesiánicamente hasta que se presentara en unas elecciones europeas con un partido de ultraderecha.

El gran problema de la derecha de este país es el uso y disfrute de la moralización para hacer política. Las ideas no son justas o injustas, sino buenas o malas. Así que todo el que cuestione el Régimen del 78 se convierte en un malvado a derribar. Pedro Sánchez, que en su momento contribuyó a caricaturizar y demonizar a Pablo Iglesias, ahora está siendo víctima de estos mismos métodos antidemocráticos que reducen lo político a una crítica moral, irracional y llena de tripas.

Podemos se la ha jugado en el tema catalán. Habiendo podido jugar a ser un partido incendiario, sólo pensando en ganar votos, los morados han jugado a la responsabilidad. Quienes no entendían y criticaron por qué Podemos usó aquella estrategia, que parecía no situarse en ningún sitio, ahora lo mínimo que deberían (deberíamos) hacer sería decir que se han equivocado.

La salida de Pablo Iglesias de la prisión de Lledoners, tras la visita con el líder encarcelado de Esquerra Republicana de Catalunya, es la viva imagen de un presidente del Gobierno. Valiente, apelando al “diálogo, diálogo, diálogo”, a la “distensión” y provocando para que el Gobierno se mueva y conseguir llegar a acuerdos políticos que permitan desencallar la situación política española, que no se resolverá mientras siga habiendo políticos en la cárcel, por un delito de rebelión que no ven los ordenamientos jurídicos de Suiza, Dinamarca, Bélgica o Alemania.

Mientras Pablo Casado y Albert Rivera rezan para que la UE tumbe los presupuestos que contemplan la subida salarial más importante de la democracia, Pablo Iglesias se ha ido hasta la prisión para abrir un diálogo con Oriol Junqueras, y así poder defender a la gente sencilla que se beneficiarán de la subida del sueldo mínimo hasta los 900 euros.

La visita de Pablo Iglesias al líder de ERC es también el único balón de oxígeno al que se puede agarrar Pedro Sánchez para que no caiga el Gobierno. Si no hay presupuestos, además de que no haya subida salarial de 900 euros, caerá el Gobierno de España que fue aupado por Unidos Podemos a pesar del grupo parlamentario socialista, de los barones territoriales del PSOE y del poder económico que dicta sentencias en el Tribunal Supremo a favor de los bancos a cara descubierta.

La rueda de prensa de Pablo Iglesias en la puerta de la prisión de Lladoners es la escenificación del Pablo Iglesias presidente. Podemos es ahora mismo la única formación política española con capacidad para ser árbitro en una mesa de diálogo sobre el conflicto catalán. Ni es el partido del artículo 155 de la Constitución ni tampoco es el partido que declaró la independencia.

Esta posición de Podemos de centralidad y de árbitro en el conflicto catalán ha sido a costa de adoptar posiciones electoralmente difíciles cuando el resto de partidos –PP, PSOE y Ciudadanos- jugaron a la guerra contra Cataluña. Podemos nunca gritó “a por ellos” y por eso ahora tiene la posibilidad de abrir una mesa de diálogo que solucione el conflicto político que tiene bloqueado a España.

La cordura, como la insensatez, es de ida y vuelta. Después de la reunión de Pablo Iglesias con el líder encarcelado de ERC, sólo una decisión valiente de Pedro Sánchez, que dé pasos en la dirección de sacar de prisión a los políticos catalanes, permitirá que haya presupuestos que mejoren la vida de la gente sencilla y que se comience a normalizar la vida política española tras la época fatal para la convivencia de los duros años del PP. Ahora sí que Podemos está en el centro del tablero. Sin necesidad de asaltar los cielos. La valentía, como la cordura, también es de ida y vuelta.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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