Un año de la moción de censura en Murcia: Iglesias sin coleta, el PP sin Casado y guerra en Europa

El efecto mariposa provocado por aquel acuerdo entre Ciudadanos y PSOE se ha cobrado prácticamente una decena de cadáveres de la primera línea de la política española

Pablo Iglesias, en una foto de archivo. FOTO: Moncloa
Pablo Iglesias, en una foto de archivo. FOTO: Moncloa

"El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo". Se trata de un proverbio chino que desarrolló el matemático y meteorólogo Edward Lorenz. La idea es que la secuencia interminable de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaban por tener consecuencias completamente impredecibles. El aleteo en España fue el 10 de marzo de 2021. Hace un año y unos pocos días. Desde ese momento, el país – y el mundo en general – ha cambiado de una forma de la que nadie se podía imaginar. Y eso que entonces ya sabíamos lo que era una pandemia que contaba por cientos los muertos diarios.

Relacionado o no con aquello, ahora estamos hasta viviendo una guerra en directo. Pero antes, en nuestro país se han quedado varios cadáveres (políticos) por el camino. Algunos de forma previsible, otros de formas inesperada, pero todos con el mismo final. En el ostracismo y sin relevancia pública. De izquierda a derecha y de lo nacional a lo regional. La política ha cambiado en doce meses y España también.

El 10 de marzo del año pasado, Ciudadanos anunció una doble moción de censura en Murcia, tanto en la comunidad como en el ayuntamiento de la capital, junto al Partido Socialista. El motivo era la corrupción del Partido Popular en la Región, que llevaba – y lleva en la Región, porque esa no prosperó – varios años gobernando de forma ininterrumpida. Aquello, más que un aleteo, fue un vendaval. Todas las coaliciones de Ciudadanos y PP se vieron afectada. Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, y Juan Marín, vicepresidente, tuvieron que improvisar una rueda de prensa para asegurar que nada pasaba. Isabel Díaz Ayuso, que también gobernaba con Ciudadanos, no siguió este camino. Directamente disolvió la Asamblea y convocó elecciones. En la Región de Murcia, varios de los firmantes de la moción rectificaron, misteriosamente, al poco tiempo.

Ignacio Aguado: Era vicepresidente de la Comunidad de Madrid, aunque nadie sabía muy bien lo que hacía. Una vez convocadas las elecciones, dejó la política, ni siquiera se presentó, y ahora tampoco se sabe lo que hace. De vez en cuando tuitea, al igual que Albert Rivera. Hasta que Ayuso convocó las elecciones, todo lo que hacía el Gobierno de la Comunidad de Madrid le parecía estupendo. A partir de ahí, Ayuso se convirtió en la peor gestora de la historia, una irresponsable durante la pandemia. Aguado quedó con el honor de ser el primer cadáver provocado por la moción de Murcia.

Pablo Iglesias: Su decisión seguramente fue la más sorprendente de todas. Pablo Iglesias decidió dejar la vicepresidencia del Gobierno para ser candidato de Unidas Podemos en la Comunidad de Madrid. El objetivo era salvar la barrera del 5% que permitiera a los morados entrar en la Asamblea ante el peligro de ser fagocitados por Más Madrid y que muchos votos quedaran sin traducción en escaños. A pesar de salvar los muebles, Iglesias decidió dejar la política. Ahora es tertuliano en la SER y en varios medios más, desde donde sienta cátedra gustosamente sobre todos los temas habidos y por haber. Por si fuera poco, como si fuese un torero, se cortó la coleta.

Susana Díaz: El final de Susana Díaz era esperado desde su derrota contra Pedro Sánchez en 2017, pero nunca terminaba de llegar. Llegó en junio de 2021 después de que muchos de los que la habían apoyado la forzaran a convocar unas primarias para renovar el liderazgo de un PSOE andaluz que llevaba dos años deambulando por el Parlamento de Andalucía. El rival fue el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, un excompañero que la superó de forma clara. Díaz entregó el aparato y dio un paso al lado. El partido la recompensó con un puesto en el Senado. Y, al igual que Iglesias, también es tertuliana. No sé qué tendrán los medios.

José Luis Ábalos y Carmen Calvo: Ambos fueron los primeros apoyos que tuvo Pedro Sánchez cuando su propio partido le quitó la secretaría general y decidió iniciar un tour por España en su coche para convencer a la militancia. A pesar de haber sido recompensados desde la moción de censura con vicepresidencias y ministerios, Sánchez acabó por sacrificarlos en verano de 2021 en una reforma integral de su Gobierno. El desgaste del ‘Delcygate’ para Ábalos y los choques constantes de Calvo con Unidas Podemos, elementos decisivos. El primero se mantiene en su escaño raso sin hacer mucho ruido. La segunda parece haber dejado la política definitivamente, aunque la encontramos con Iglesias en la tertulia de la SER. El mismo día que salieron ellos, también fue el fin de Iván Redondo como asesor de Pedro Sánchez. Otro que sienta cátedra desde los medios.

Omicròn: No es un político, pero sería complicado entender la política del último año sin esta variante del coronavirus. Parecía que acababa todo y, de repente, se dispararon los contagios. La ciudadanía y la clase política entró en pánico. Fue como si no nos hubiéramos vacunados. Las mascarillas volvían a ser necesarias en sitios donde hasta entonces eran inútiles. Sin embargo, puede ser lo menos bizarro que hemos vivido en los tres últimos meses.

Pablo Casado y Teodoro García Egea: Como con Murcia no habían tenido suficiente, el presidente y el secretario general del Partido Popular decidieron controlar Castilla y León para reforzar sus liderazgos. Salieron escaldados y con mayorías menores de las esperadas. No era lo peor que les iba a pasar. Se enfrentaron a Ayuso y Ayuso controló el relato desde el primer momento. No era la presunta corrupción lo que importaba, sino el espionaje. Cargos del PP que apoyaron a ambos el viernes, retiraron su apoyo el sábado. Los pesos pesados autonómicos dieron la espalda a Casado. Finalmente cayó, como estaba planeado desde la sede de la Comunidad de Madrid desde el primer momento. No es arriesgado decir que son los dos cadáveres que más sangre han dejado durante esta montaña rusa de año.

Y por si fuera poco, una guerra. Creíamos que la política nacional era todo lo que nos interesaba, pero llegó un momento en el que había que hacerse experto en geopolítica. César Carballo ya se había propuesto como profesor. El foco en el Partido Popular duró nada y menos, para el alivio de muchos. Ahora, el enemigo era Putin. Y a Podemos, en vez de señalar sus lazos con Vox y dejar herida a la extrema derecha, se le ocurrió solicitar la atención de los medios. En esas estamos. Alguien decide presentar una moción de censura en Murcia y acabamos a un paso en falso de iniciar la Tercera Guerra Mundial.

Sobre el autor:

Emilio Cabrera.

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