Andalucía comienza el último curso de la legislatura: la estabilidad de Moreno frente a la incertidumbre de todos

Juan Manuel Moreno llegó a la Junta por casualidad, incluso discutido dentro de su partido. Tres años después afronta el último año de mandato en una posición tan privilegiada como inédita mientras que en el resto de formaciones sólo hay dudas. Ciudadanos busca sobrevivir, el PSOE alargar un diluido Efecto Espadas, UP evitar una fuga masiva hacia Adelante Andalucía y Vox seguir condicionando la agenda del Gobierno

Andalucía comienza el último curso de la legislatura: la estabilidad de Moreno frente a la incertidumbre de todos
Andalucía comienza el último curso de la legislatura: la estabilidad de Moreno frente a la incertidumbre de todos

Septiembre retira calor y devuelve a los políticos a las pantallas, si es que en algún momento se fueron. Comienza el que será el último curso completo en la legislatura andaluza, si es que se consigue finalizar. Porque la sombra del adelanto electoral ha estado presente desde que echó a andar el Gobierno primerizo de Partido Popular y Ciudadanos, tras 37 años de socialismo en la comunidad más poblada de España. Y lo hizo en condiciones muy parejas de ambas formaciones, algo que, tres años después, ha cambiado por completo.

Por si alguien tuviera dudas, el portavoz de la Junta, Elías Bendodo, inauguró las comparecencias tras el verano recordando que la voluntad del Gobierno era finalizar la legislatura. Incluso, hizo cálculos en voz alta para concretar cuándo tocaría la disolución del Parlamento. Efectivamente, el límite está en octubre de 2022, entre los 30 y 60 días previos al 2 de diciembre. Queda lejos.

Igual que San Pedro, el Gobierno andaluz ha negado en repetidas ocasiones el adelanto electoral. Más de tres veces. Desde todas las posiciones que componen el Ejecutivo. A veces, incluso, el PP hablaba por Ciudadanos y Ciudadanos por el PP. Esta semana, nuevamente, Bendodo ha insistido en que la estabilidad atrae inversiones, y la coalición es estable, repiten en San Telmo. “La vocación es terminar la legislatura”, una frase que resuena con eco. Realmente no se sabe si será cierto, pero al menos, desde el equipo de Moreno Bonilla quieren aparentar que sí lo es y, de hecho, desde Hacienda ya se trabaja para la realización de los Presupuestos de 2022 para acabar el mandato “en tiempo y forma con cuatro presupuestos”. Aun así, en los últimos meses, desde el Gobierno se ha abierto la puerta a la prórroga de los actuales.

Partido Popular y Ciudadanos tienen clara la hoja de ruta, más el Partido Popular, que es el que se apunta los tantos. Juan Marín ha manifestado en varias ocasiones que su formación tiene un problema a la hora de comunicar los logros, y es cierto. Pese a los esfuerzos, no ha conseguido transmitir su importancia en un Ejecutivo que muchas veces avanzaba al ritmo marcado por el apoyo parlamentario de Vox. La indefinición entre querer estar presentes y a la vez huir de las fotos obligadas con – según Elías Bendodo – la tercera pata del cambio en Andalucía, ha llevado a los naranjas a mostrarse prescindibles de cara a la sociedad andaluza. Aunque los intentos de aparentar utilidad no han sido pocos.

La recuperación económica y la lucha contra la pandemia son los dos grandes retos del Gobierno. En realidad, de los Gobiernos, porque durante el próximo año, la disputa por adjudicarse el crecimiento y la derrota del virus no será entre partidos políticos sino entre administraciones. En el Partido Popular dependen de que Pablo Casado se dé cuenta. De ahí el reclamo constante en la cesión de la gestión de los fondos europeos. En Andalucía hay varios proyectos a medias que el Ejecutivo pretende finalizar, entre los que destacan la construcción de varios hospitales paralizados desde la época socialista que, además, permite a Moreno Bonilla ganar terreno a costa de las áreas de las que siempre ha presumido el PSOE, “las dos banderas del PSOE, sanidad y educación, eran un fraude”, dijo Elías Bendodo esta semana.

Sin embargo, las auténticas metas del Gobierno andaluz están en la famosa Ley del Suelo y en la Ley de tributos cedidos, es decir, la bajada de impuestos. Ambas “bien valen una legislatura”, declararon desde Vox. Una vez confirmada su aprobación, el adelanto electoral será más factible. Desde la Junta señalan que, a pesar de ser la relación de la que más rupturas se han anunciado, es la que más acuerdos ha sacado adelante, “la más fuerte y estable de los últimos años”, concretaba el consejero de Presidencia horas después de que Santiago Abascal volviese a retirar el apoyo de Vox.

Los populares parten de una posición tan ventajosa como desconocidas para ellos. Nunca habían encarado los meses previos a la convocatoria electoral con el objetivo de mantener el poder porque no lo habían tenido. Tras la carambola que propició el fin de los 37 años del PSOE en San Telmo, esta vez, Juan Manuel Moreno hace frente al último año de legislatura tras haberse labrado un perfil moderado – pese a la dependencia de Vox – e, incluso, andalucista. Después de una etapa en la que el partido de Moreno Bonilla ha buscado romper con todo lo que pudiera recordar a los socialistas – desde el logo de la Junta a la insistencia con la bajada de impuesto, pasando por la reorganización de la administración – llega la etapa de consolidar el poder.

El mapa político actual posibilita que el Partido Popular no busque únicamente asentarse como fuerza mayoritaria en la derecha, sino que, además, tenga tiempo para atacar caladeros de votos tradicionalmente socialistas. En definitiva, los años de gobierno han permitido al PP convertirse en un partido catch-all – atrapalotodo – que únicamente se tiene que preocupar de no cometer errores no forzados que den lugar a la sensación de que el triunfo electoral está en disputa.

Las circunstancias de Ciudadanos son completamente opuestas. Las elecciones de 2018 nos mostraron una imagen con el partido de Juan Marín prácticamente en paralelo con el Partido Popular. Tres años después, el terreno que ha ganado el PP, lo han perdido los naranjas. Lo peor para los miembros de Ciudadanos en Andalucía es que la responsabilidad que tienen en el derrumbe del partido es relativa. Es imposible obviar el colapso nacional como principal causa de la situación. Aun así, el partido liberal tiene sus propios problemas en Andalucía a pesar de su presencia en el Gobierno. La misión es no desaparecer.

En este curso, además de diferenciar el proyecto del resto que presentan los partidos de la derecha, será importante determinar el liderazgo de la formación que tan en entredicho ha estado. Voces como las de Javier Imbroda ya piden que Juan Marín tenga el camino despejado para evitar unas primarias que desangren aún más el partido. Sin embargo, la figura de Rocío Ruiz, consejera de Igualdad, siempre ha estado presente para una posible sucesión. En cualquier caso, el tiempo que tarde Ciudadanos en definirse será tiempo que aprovechen viejos conocidos de la formación para arrastrar militantes al Partido Popular.

No hace ni tres meses de la inauguración del Efecto Espadas por parte de Ángeles Férriz en el Parlamento de Andalucía y, a pesar de esto, su presencia mediática ya se ha diluido por completo. Tras un verano prácticamente desaparecido, Juan Espadas ha vuelto a los focos en los primeros días de septiembre. La cuestión es si el actual PSOE puede permitirse esa discontinuidad. Después de décadas en las que los socialistas conseguían votos por inercia, el escenario del presente, al igual que para el PP, es inédito. De momento, parece que los esfuerzos de Espadas están enfocados a ganar influencia en el entorno de Pedro Sánchez para hacer propias las concesiones que puedan llegar del Gobierno central a Andalucía.

Los primeros movimientos del todavía alcalde de Sevilla han ido en dirección contraria a los de Susana Díaz. Si la expresidenta nunca tendió la mano al Gobierno para apartarlo de la influencia de Vox, ya han sido varias las ocasiones en las que Espadas ha propuesto un acercamiento. Aun así, desde la Junta nunca han terminado de abrir esta puerta insistiendo en que “los andaluces votaron cambio” y “cada uno tiene claro su papel”. La estrategia de los socialistas parece desesperada por mostrar una utilidad que ha estado ausente durante tres años y que, peor aún, la coalición del Gobierno no ha necesitado.

Sin todo lo que supone gobernar, a los socialistas le queda la baza del municipalismo. El PSOE sigue mandando en la mayoría de municipios andaluces a los que hay que sumar la reciente alcaldía Granada capital, un enlace importante con la Andalucía oriental que tanto peso tuvo en el equipo de primarias de Espadas. Por ello, el candidato socialista, desde la posición de alcalde de Sevilla, insiste en poner a los gobiernos locales en el centro del debate. Lo ha hecho en lo referente al curso escolar y lo está haciendo de cara al reparto de los fondos europeos. No obstante, el auténtico reto está en volver a conectar con sectores sociales que en algún momento rompieron su relación con el PSOE-A.

Si de algo puede estar tranquilo el equipo de Juan Espadas es de que la amenaza por la izquierda es mínima, por no decir inexistente. Si bien en 2018 Adelante Andalucía parecía un proyecto con futuro y con la posibilidad de crecer a partir del votante socialista desencantado, tres años después todo está en fase de reconstrucción tras romperse en varios pedazos.

En Unidas Podemos se enfrentan a un problema de liderazgo. Sin Teresa Rodríguez, que era el rostro más conocido, la formación tendrá que decidir si optar por la capacidad mediática que tiene Podemos a nivel nacional o por un perfil de Izquierda Unida que conecte mejor con las zonas rurales andaluzas, las cuales siguen siendo el principal seguro de vida de la organización. La ventaja con la que cuenta UP es la visibilidad y los recursos que les otorga el Parlamento y que han usado para, en muchos tramos de la legislatura – gracias a la larga ausencia del PSOE –, ser la única oposición al Gobierno. Evitar grandes fugas es el principal objetivo. Y no será sencillo.

Esta vez, a la izquierda del PSOE habrá una lucha propia por votos y escaños. Adelante Andalucía no cuenta con los recursos económicos al no tener grupo parlamentario, pero controla mejor que nadie las redes – uno de los detonantes de la ruptura –, lo que les permite estar presentes dentro de la esfera mediática. Aun así, la falta de implantación territorial puede limitar bastante las aspiraciones de los andalucistas. El fin marcado siempre ha sido la creación de un sujeto político “de obediencia andaluza”, algo que parece más enfocado a la representación en el Congreso que a la presencia en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Este curso servirá de despegue para un proyecto que ya no cuenta ni con la logística, ni con el capital humano que ofrecían las coaliciones anteriores pero que mantiene cierta frescura y, sobre todo, un mensaje bastante diferenciado del resto.

Si a alguien se puede catalogar como triunfador de la legislatura – Moreno Bonilla al margen – es a Vox. No sólo por su consolidación en el panorama nacional a partir del trampolín que supuso las elecciones andaluzas, sino porque en Andalucía han sido capaces de marcar continuamente la dirección del debate público, incluso durante el mes de agosto. El apoyo externo al Gobierno ha permitido condicionar la agenda y, sobre todo, imponer el ritmo de la legislatura. Vox decidía cuando la coalición de Gobierno era más o menos estable. Pero lo hacía sin riesgo electoral. A partir de ahora, cualquier paso en falso puede suponer convocatoria anticipada de elecciones y, más importante, la percepción de ser culpable de los comicios.

Hasta ahora, la ultraderecha había podido actuar desde una posición en la que no tenía nada que perder. Una vez estabilizados en las instituciones, esto ha cambiado por completo porque cada decisión errónea penalizará a un partido cuyo siguiente paso es estar presente en Gobiernos. Vox juega con la ventaja de no depender de su cabeza visible regional. Los tres cambios de líder durante la legislatura así lo ejemplifican. También deberá contar con que el factor sorpresa ya es inexistente y los debates novedosos introducidos ya han quedado desfasados. De momento, mantienen un papel decisivo para aprobar las dos grandes leyes que se encuentran en tramitación y que, pese a los anuncios de ruptura, ya han sido validadas por Vox. Como toda formación política, deberá navegar entre las contradicciones sin que suponga un retroceso electoral.

La recta final de la legislatura deja muchas incógnitas tanto a derecha como a izquierda, donde la relación de fuerzas en cada uno de los bloques será cambiante. Pero, sobre todo, este mandato deja un claro triunfador. Juan Manuel Moreno ha sido capaz de crear y consolidar un perfil propio en apenas tres años. El único objetivo de su equipo durante este último curso debería ser no tirarlo por la borda.

Sobre el autor:

Emilio Cabrera.

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