La blanca tradición de los pueblos andaluces

El encalado de las fachadas es una práctica tan antigua como aún vigente. En Medina, el Ayuntamiento reparte 2.000 kilos de cal entre sus vecinos para que adecenten sus fachadas

Una persona, encalando una fachada. FOTO: EDUARDO ARBOLEDA
Una persona, encalando una fachada. FOTO: EDUARDO ARBOLEDA

Al parecer, la introdujeron los antiguos romanos en la construcción de las viviendas, pero se desarrolló con mucho más perfeccionamiento en la época musulmana, hasta que se hizo muy popular, sobre todo, en el sur de la Península Ibérica en el siglo XIX.

El uso de la cal para las fachadas de las viviendas es algo tan antiguo como sencillo y económico como técnica, no solo para adecentarlas, también para refrescar las casas en los meses más calurosos, ya que su color blanco facilita el reflejo de la luz del sol, consiguiendo que las paredes absorban menos energía en forma de calor. El uso de cal viva también se extendió en épocas de epidemias como desinfectante y, de hecho, muchos interiores de las iglesias andaluzas aún presentan esta blanca coloración, recordando aquellos tiempos en que los templos servían de cobijo para los enfermos.

En muchos de los pueblos andaluces aún se sigue llevando a cabo la técnica del encalado como sustitutivo de las pinturas acrílicas o plásticas, ya que éstas, en paredes de construcciones antiguas —lo común en los centros históricos— suelen provocar retenciones de humedad. Normalmente en primavera, tras el final de las lluvias, era tradición acudir a la carbonería para comprar piedras de cal viva que posteriormente se depositaban en un cubo al que se le añadía agua. Un proceso químico permitía que entre 20 y 30 minutos después de esto, las piedras acabaran convertidas en una pasta de color blanco. Ya solo quedaba tomar un pincel y darle una mano a las fachadas.

Piedras de cal.

En Medina Sidonia, el Ayuntamiento lleva desde 2011 favoreciendo entre sus vecinos el adecentamiento de sus fachadas por medio de la cal, regalando vales para la adquisición de bolsas de 10 kilos siempre y cuando se esté empadronado en el pueblo. Este año, unos 200 vecinos se han beneficiado de esta iniciativa. Explica Irene Cintas, concejala de Turismo, que esta medida tiene gran iniciativa, y que se lleva a cabo antes de la feria de la localidad. En total, 2.000 kilos de cal para que Medina reluzca blanca y limpia.

Normalmente, por eso de la tradición, los que encalan suelen ser personas mayores, fundamentalmente mujeres. “Antiguamente eran las vecinas las que se organizaban para encalar desde bien temprano, antes de que apretara el calor. A las siete o las ocho de la mañana y hasta el mediodía. Mientras, sus maridos trabajaban en el campo, de ahí que fueran sobre todo mujeres, siempre más relacionadas con las tareas de limpieza del hogar”, señala Cintas.

Fernando Macías, el alcalde de Medina, afirma que la blancura de su pueblo “es una de nuestras señas de identidad más importantes y su imagen en el entorno, un patrimonio de incalculable valor que a todos nos pertenece y que todos tenemos la responsabilidad de conservar”.

Hasta julio, la estampa de vecinos encalando sus viviendas será habitual en Medina. Una imagen añeja, de otros tiempos, que pervive y se renueva cada año y que los asidonenses se sienten orgullosos de conservarla.

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Jorge Miró

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