No utilizaron ningún arma, pero mataron a sus enemigos utilizando una estrategia de guerra de toda la vida: ganarse la confianza del enemigo para acabar atacando por la retaguardia.
Esto fue precisamente lo que hizo un grupo de ancianas de la localidad ucraniana de Járkov. Recibieron con abrazos a los soldados rusos y, como prueba de su "buena fe", les regalaron unas tartas.
Un regalo, nunca mejor dicho, envenenado. Informes de los servicios de inteligencia ucranianos certifican que varios soldados de las tropas de Putin han podido morir por envenenamiento. En las tartas de las abuelas encontraron la muerte.
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