"Esto es una catástrofe, parece que ha caído la bomba de Hiroshima"

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Protección Civil, bomberos y evacuados relatan a lavozdelsur.es sus impresiones sobre el fuego de Doñana, que ya empieza a estar controlado.

A la hora en que se escribe esta información, el incendio declarado entre Moguer y Mazagón este pasado fin de semana y que ya se adentraba en Doñana, empezaba a controlarse. Sus focos ya estaban siendo perimetrados y se espera que en las próximas horas pueda estabilizarse. Las últimas horas han sido cruciales, aprovechando que la climatología ha sido más favorable que en la jornada del domingo. La madrugada del lunes, ha sido también muy dura pero muy productiva, gracias al esfuerzo de la Unidad Militar de Emergencia y de los miembros del Plan de Emergencias por Incendios Forestales de Andalucía (Infoca).

Del tema logístico, y de ayudar a los más de 2.000 evacuados se ha encargado Protección Civil. Mario García, coordinador jefe de este servicio en Moguer relata a lavozdelsur.es que “nunca había vivido algo así. Esta mañana he dado una vuelta por la zona que se ha quemado y es desolador. Llevo 20 años cruzando esos caminos y lo que antes era todo verde ahora está quemado”.

García destaca la virulencia del fuego, con llamas “de hasta 50 metros de altura”, y señala que entre la población y los equipos que han trabajado en la extinción “ha habido preocupación, porque el viento ha fastidiado mucho al principio y ahí están las consecuencias. El incendio ha devorado el camping, los pinares de Moguer y Mazagón, los alrededores del parador…”.

Sin embargo, y aunque el jefe de Protección Civil no tiene queja alguna del dispositivo que se ha montado para actuar contra el fuego, no todos son de la misma opinión, sobre todo los que viven en primera persona las labores de extinción, los bomberos. En Huelva, algunos critican que el Consorcio Provincial no ha desplegado todos los efectivos necesarios para un incendio de esta envergadura, hasta el punto de que a miembros fuera de servicio casi no se les permitió actuar de no ser por su insistencia. Manuel Cordón, en declaraciones a lavozdelsur.es afirma que en la jornada del domingo, al comprobar que desde el Consorcio provincial no se les activaban, fueron de manera voluntaria varios compañeros libres de servicio al puesto de mando de Mazagón, si bien tras hablar con la dirección del Consorcio se les comunicó que no hacía falta su presencia. "Entre 40 y 50 compañeros queríamos venir a ayudar, pero necesitábamos que nos ubicaran, porque nosotros no podíamos actuar por nuestra cuenta, habría sido una temeridad". Ya casi se veían sin poder echar una mano cuando finalmente su director gerente les mandó a que ayudaran en las labores de extinción del camping Doñana.

De camino al corazón del incendio, el panorama era desolador. Mientras unos bomberos hablan de "catástrofe, parece que ha caído la bomba de Hiroshima", Cordón afirma que "en 20 años de servicio no he visto nada igual. De camino al camping la imagen era dantesca. Casi todo estaba quemado y perdido, aunque finalmente pudimos salvar unas cuantas cabañas y evitar que el fuego se propagara por otras parcelas".

Tres horas en el agua por precaución

Si desde el punto de vista de las fuerzas que combaten el fuego la experiencia está siendo dura, no menos lo está siendo para las personas que han sido evacuadas por precaución y que han tenido que hacer noche en pabellones. Es el caso de Concha Castilla González, vecina de la localidad onubense de Cortegana, que junto a su familia y medio centenar de personas más pasaban un día de playa en Matalascañas. “No nos habíamos enterado del incendio, si lo llegamos a saber no vamos”, señala a lavozdelsur.es después de haber pasado una de las peores noches de su vida.

“Llegamos a la playa a media mañana con mucha ilusión, pero al ratito ya vimos que el cielo se iba poniendo más negro. Al principio pensamos que venía tormenta, pero enseguida nos enteramos que es que había un incendio”. Concepción afirma que del cielo comenzaron a caer cenizas y que después de comer se levantó mucho viento. “El fuego venía directamente a la playa”, relata. Para cuando quisieron marcharse ya se habían cortado las carreteras y desde los servicios de playa se avisaba por megafonía de que todo el mundo debía entrar en el agua para prevenir riesgos. Así estuvieron desde las siete de la tarde hasta las diez de la noche, cuando vehículos particulares que había fletado el Ayuntamiento de Matalascañas pudo ir recogiendo a todos los bañistas para trasladarlos al paseo marítimo y, de ahí, a un pabellón deportivo, donde hicieron noche. “Desde luego no olvidaré este viaje nunca”, afirma ya más tranquila desde su domicilio después de su negativa experiencia.

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Jorge Miró

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