El agua contaminada de un camión cisterna la deja en el paro, con 44 kilos, depresión y fibromialgia

Pilar durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA.
Pilar durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA.

Pilar Vázquez (Sevilla, 1969) rechazó trabajar en la Cooperativa de las Marismas de Lebrija hace unos 15 años porque "necesitaba el aire libre". "Sé que nací para trabajar en la tierra... Esa es mi vida. No quiero trabajos artificiales de fábricas ni nada", expresa. Pero en junio de 2017, trabajando de manijera (capataz) en la recogida de la cebolla en las marismas de Lebrija, el perito de una cooperativa gaditana llevó un camión cisterna con agua que no cambiaron en dos días. El agua crió una bacteria que causó que cerca de 30 jornaleros de 100, padecieran una fuerte diarrea. Pilar se llevó la peor parte. "Terminé la campaña fatal, estando prácticamente sin cuerpo".

La bacteria de ese agua contaminada le creó una gastroenteritis y estuvo con dolores en el abdomen. Ella, como responsable de cinco cuadrillas, le pidió explicaciones al jefe. "Me dijo que no sabía. Pero insistí y me comentó que podía ser del agua". El agua contaminada provocó que los problemas digestivos que ya tenía se volvieran más agresivos. "Me sentía pesada, cansada... Esa bacteria se encarga de que tú no hagas la digestión y empecé a perder mucho peso... Me quedé en 44 kilos. Yo estaba agotadísima, pero aun con diarrea, no podía dejar de trabajar", cuenta la sevillana.

Diez días después, en cuanto terminó la temporada, pudo tener algo de tiempo para ir al médico: "El doctor me dijo que la bacteria se comía todo lo que hay en mi estómago y que seguía viviendo dentro de mi cuerpo. Y el digestivo me diagnosticó una gastritis crónica producida por lo mismo". Además, también le detectaron que es intolerante al gluten y a la lactosa, probablemente por la cantidad de peonás en las que su comida principal era un bocadillo con embutido. "En el campo no masticas, no haces la digestión... Y había veces que tiraba el bocadillo porque no me daba tiempo a comer".

Pilar durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA.

Pilar trabajaba presionada y angustiada por sacar el número concreto de kilos, el alimento bien cortado y por acabar a la hora acordada. Por ello, a día de hoy está en tratamiento por depresión y su mayor dolencia son los dolores musculares que le provoca la fibromialgia, enfermedad crónica que le diagnosticaron hace menos de un año. "Pienso que yo ya estaría enferma, pero resulta que la fibromialgia tiene mucho que ver con el cerebro, con la depresión, la ansiedad...", apunta. No obstante, Pilar quiso continuar trabajando. El pasado mes de abril, en las marismas de Lebrija, estuvo currando en la plantación del pimiento durante 12 horas por jornada. A la que llegó la quinta, ya no podía levantar los brazos. "Me fui al hospital".

Quiso pedir la baja, pero ya era tarde; el patrón se le adelantó. Desde entonces esta manijera se encuentra en el paro sin cobrar ningún tipo de prestación. "Mi situación es lamentable, porque tengo que depender de mi pareja... Me cuesta muy caro comer porque tengo que comprar productos sin lactosa ni gluten", critica. Pero tampoco se plantea denunciar a la cooperativa gaditana: "Si yo tuviera el apoyo de más personas lo hubiera podido denunciar, pero si lo denunciamos de manera colectiva nos echan a la calle". Esta trabajadora, nacida en Montellano (Sierra de Sevilla) y curtida en las tierras que labraba su familia, ha sufrido luchado contra muchas injusticias. Desde enfrentarse a un capataz cuando este quería quedarse con parte del jornal de las mujeres de la cuadrilla mientras sí le daba el dinero acordado a los hombres, hasta que una cooperativa no la contrate por primar más el tiempo de producción que la calidad. "A mí me gusta mucho mi trabajo, pero siempre que se respete al trabajador", dice.

Aquí las manijeras viejas como yo no somos sumisas, somos más de mirar por los trabajadores. Si no comes ni bebes agua, o bien te da un golpe de calor o te mueres

En este sentido, en base al reciente acuerdo al que han llegado CCOO con la patronal Asaja de Sevilla para renunciar en el convenio a los 15 minutos que tienen los jornaleros para el bocadillo, Pilar declara que "esos 15 minutos lo van a echar, por mucho que diga Asaja. Aquí las manijeras viejas como yo no somos sumisas, somos más de mirar por los trabajadores. Si no comes ni bebes agua, o bien te da un golpe de calor o te mueres". "Yo antes de ser manijera he sido trabajadora. Tienes que ser empática", ensalza Pilar, quien termina diciendo que si logra regresar a su trabajo vocacional, lo hará pero en condiciones humanas.

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Claudia González Romero

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