José Esquinas, del campo a la ONU: "Cuando destruimos Doñana, matamos la gallina de los huevos de oro"

El doctor ingeniero agrónomo, con 30 años trabajando en la FAO a sus espaldas, reflexiona cómo pueden ser compatibles el bienestar de la humanidad con el del planeta

José Esquinas, ingeniero agrónomo y humanista.  CEDIDA
José Esquinas, ingeniero agrónomo y humanista. CEDIDA

El hombre que lleva toda su vida luchando contra el hambre en el mundo estudió una carrera que nadie quiere, pero que tiene salidas. O al menos eso es lo que se dice de la ingeniería agrónoma. A José Esquinas (Ciudad Real, 1945) le gustaba este mundo, lo había vivido de cerca desde muy pequeño. “Mi familia, mis padres, mis abuelos, eran agricultores y eso me llevó a esa elección, aunque yo quería haber hecho medicina, pero luego cambié de idea”, comenta el doctor ingeniero agrónomo y humanista.

Afable, con las ideas claras y la mente abierta, José se dispone a analizar qué está fallando en su hogar, el planeta Tierra. También doctor en Genética agraria y máster en Horticultura por la Universidad de California, el ciudadrealeño llegó a formar parte de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de la ONU durante 30 años. Él tuvo ese “privilegio y oportunidad” de trabajar por un mundo mejor. Desde entonces, se percató del impacto de los problemas como el calentamiento global o las pandemias, “que no tienen pasaporte”.

Al otro lado del teléfono, con una voz cargada de experiencia, valora cuando empezó a ser consciente de que “la problemática mundial es muy importante”. Y se adentró en una aventura que le llevó a visitar más de 120 países, empaparse de los males, profundizar y poner su granito de arena.

Preocupado por las generaciones futuras, hace poco más de un mes ha lanzado un libro que invita a la reflexión, escrito “con mucho rigor científico pero en un lenguaje sencillo y claro”. Para ello ha contado con la periodista Mónica García Prieto, (Badajoz, 1974), corresponsal que ha cubierto conflictos como las invasiones norteamericanas de Afganistán e Irak, la guerra civil iraquí o la invasión rusa de Ucrania.

Durante la pandemia se pusieron manos a la obra motivados por una inquietud divulgadora que ha dado a luz a Rumbo al ecoicidio. Cómo frenar la amenaza a nuestra supervivencia. “Era utópico abolir la esclavitud hace 300 años y hoy es una realidad. Tenemos que creer que es posible si queremos mantener la vida sobre la tierra”. Sus palabras retumban en la conciencia.

¿Cuáles son esas principales amenazas a nuestra supervivencia?

Para mí, la amenaza principal es la desaparición de la especie humana. La naturaleza no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la naturaleza. Si actuamos engañando a la naturaleza, ella terminará expulsándonos como ha hecho con muchas otras especies. La causa de este problema es la ambición de algunos y la ignorancia de muchos, y quizás la irresponsabilidad de todos. Yo no creo que haya muchas crisis hay una única que es la de la ética y de valores. Los recursos naturales del planeta son limitados y perecederos para uso y disfrute de esta generación y de todas los que vienen después. Un consumismo irresponsable y desenfrenado como el que llevamos, no es sostenible. Cuando ignoramos los límites del planeta y destruimos sus recursos, estamos robando a nuestros hijos. Ellos también van a necesitar los recursos naturales que nosotros hoy estamos gastando y destruyendo.

Existe una superproducción de alimentos. ¿Dónde acaban los que no se consumen?

Estamos produciendo el 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentar a todo el mundo. Una tercera parte de la producción mundial de alimentos, 1.300.000.000 de toneladas métricas, se están perdiendo o desperdiciando en el camino sin llegar a ninguna boca. En los países en desarrollo se pierde, sobre todo, por la falta de infraestructura, porque las casas no tienen refrigerador, porque no hay camiones refrigerados, porque los mercados están inaccesibles y las carreteras no son buenas. En los países desarrollados se pierden por falta de responsabilidad. En España 7,7 millones de toneladas métricas de alimentos se pierden o desperdician, muchas de las cuales terminan en la basura.

"Consumimos cordero que viene de Nueva Zelanda, es absurdo"

¿Cómo afecta este desperdicio al planeta?

Para producir esos 1.300.000.000 de toneladas métricas de alimentos estamos utilizando justo esos recursos naturales limitados, 1.400.000.000 de hectáreas, que sería 28 veces la superficie de toda España si fuera fértil. Para producir lo que no se va a comer nadie, estamos utilizando a nivel mundial una cuarta parte del agua dulce del planeta. La producción y transporte de alimentos está usando 300 millones de barriles de petróleo. El alimento medio que llega a nuestras bocas en España ha recorrido previamente entre 2.500 y 4.000 kilómetros. Aquí estamos consumiendo los piñones que vienen de Italia o el cordero que viene de Nueva Zelanda. Es un absurdo todo eso. La producción de alimentos es responsable del 29% de los gases de efecto invernadero.

Se produce más de lo necesario pero existe el hambre.

Esa esa la gran contradicción. En el mundo pasan hambre más de 832 millones de personas. Pero mueren como consecuencia de la malnutrición 17 millones de personas al año, o sea, unas 35.000 personas al día. Esta es la verdadera pandemia. El hambre no es contagiosa, por eso la dejamos ahí. La producción mundial la tiramos como basura a nuestros estómagos cuando estamos teniendo una mala nutrición o estamos sobrealimentándonos. En Europa más del 60% de la población tiene sobrepeso. Ese sobrepeso es una de las causas principales de enfermedades. Y para curarlas, Europa está utilizando 700 mil millones de euros al año que podrían reducirse profundamente con una buena alimentación.

José Esquinas durante una intervención.
José Esquinas durante una intervención.   CEDIDA

En Andalucía, ¿cree que con la sequía va a haber menos superproducción de alimentos?

Es evidente. Sequías han habido siempre, pero en estos momentos el cambio climático está incrementando la frecuencia y, sobre todo, la intensidad de las mismas. Hemos alterado los ciclos del agua y se está produciendo una profunda degradación del suelo a base de un exceso de irrigación o un abuso de los agroquímicos. El Fondo Mundial para la Naturaleza considera que en España el 75% de la superficie está en peligro de desertificación por esta serie de medidas irracionales que estamos llevando a cabo.

"El agua es una renta que tenemos que administrar para todas las generaciones"

¿Qué le parece la gestión que se está haciendo de Doñana?

A mí me parece muy mala. Aquí están ocurriendo dos fenómenos graves. Por una parte, el abuso y, por otro, la contaminación de los suelos del acuífero como consecuencia del uso excesivo de pesticidas y agroquímicos. La buena gestión del agua es la que, de una manera racional, tiene en cuenta las necesidades del futuro para nuestros hijos. Aquí pondría un ejemplo reciente. Cuatro niños colombianos se pierden en la selva como consecuencia de un accidente en la avioneta en la que iban. Los adultos mueren y los niños, la mayor de 13 años y el menor de uno, no mueren y desaparecen. Después de 40 días, los han encontrado vivos. Cuando les han preguntado cómo han conseguido vivir, la mayor explica que había una cierta cantidad de harina de mandioca que su abuelo le había proporcionado, y agua. Y ella explica cómo había intentado racionar esa cantidad que tenían para que, sobre todo, el menor no se deshidratarse. En vez de darles lo que querían, les daba cada día la cantidad necesaria. Me gustó mucho la idea de que esa niña consciente de la importancia del agua raciona ese agua para sobrevivir. ¿No somos capaces en Andalucía de ser conscientes también de esto y de tener en cuenta que ese agua pertenece también a los que vienen después? Cuando degradamos el acuífero estamos tratando el agua y la tierra como una renta permanente, y no, es una capital limitado y perecedero, que tenemos que administrar para todas las generaciones que vienen después. Doñana además es una tierra de paso para muchas especies migratorias. Esas aves son las que se están comiendo las larvas de muchas plagas y enfermedades de nuestros cultivos. Y cuando dejan de aparecer, incrementan las plagas. Está todo sumamente interrelacionado. Cuando estamos destruyendo una reserva natural con un acuífero importante como es Doñana, estamos matando la gallina de los huevos de oro.

Es una cuestión de responsabilidad que no se está teniendo, ¿no?

Para mí es, en efecto, una falta de responsabilidad. A lo largo de la historia esa responsabilidad era innecesaria porque no teníamos la capacidad de producir mucho más de lo que necesitábamos. Pero en estos momentos, que sí tenemos la capacidad tecnológica y científica, tenemos que saber también cuáles son nuestros límites.

¿Qué podemos hacer a la hora de hacer la compra?

Yo creo que es importante ser conscientes de que consumir no es un acto inocuo, es un acto político por las repercusiones que va a tener en la destrucción de los recursos naturales. De los alimentos que estamos tirando a la basura, el 30% está en envases sin abrir. Es racional decir, no más de lo necesario. Y ahora, qué compro. Cuando compro una cosa u otra distinta, estoy incentivando o desincentivando determinados sistemas de producción. Cuando compro corderos de Nueva Zelanda, estoy incentivando la importación de ese producto y, si por el contrario, busco que sea local, estoy incentivando la producción local. Por lo tanto no es solo cuánto compro, sino qué compro, de dónde procede, cómo se ha producido. Nosotros tenemos una gran responsabilidad en todo ello.

Son pequeñas decisiones que tomamos y muchas veces no somos ni conscientes.

No somos conscientes, pero somos corresponsables del daño que estamos causando al planeta y a nuestro propio cuerpo. Estamos dañando profundamente al planeta con gases de efecto invernadero derivados del transporte o del sistema de producción. En la primera Cumbre de la Tierra en Río, había un eslogan que para mí sigue siendo muy válido “piensa globalmente y actúa localmente”. Tenemos que ser capaces de transformar de forma pacífica nuestro carro de la compra en un carro de combate por un mundo mejor.

¿Cómo podemos hacerlo?

A través de las ONG y determinadas organizaciones, como por ejemplo, la Fundación Savia. Podemos actuar conjuntamente para reivindicarnos como ciudadanos del mundo y pasar de ser súbditos. También, podemos incidir en las acciones de otros cuando votamos. No se trata de elegir al partido ideal, que a lo mejor no existe, pero sí habrá algunos que tengan muy en cuenta lo que está ocurriendo con nuestro planeta. No es una cuestión solamente de izquierdas o de derechas, es una cuestión de supervivencia de la humanidad. Gandhi decía que “la tierra tiene recursos para satisfacer las necesidades de todos, pero no la avaricia de algunos” y “se tú el cambio que esperas ver en el mundo”. Hay que soñar con un futuro mejor, solo si sueñas con ello, se puede transformar en realidad. Hay dos tipos de cambios, uno es en nuestras instituciones y otros en nuestras prioridades y, si me apuras, en nuestro corazón.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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