Beatriz tiene 24 años, el C1 de inglés y teme que la afasia le impida cumplir su sueño: ser intérprete

Juan Morales durante la entrevista en la consulta de la logopeda. FOTO: MANU GARCÍA.
Juan Morales durante la entrevista en la consulta de la logopeda. FOTO: MANU GARCÍA.

Beatriz primero tiene que llorar para luego poder explicarse. Eso dice su madre, Milagros Furest, mientras su hija se tapa los ojos momentos antes de emocionarse. Ella tiene en la mente lo que quiere decir, pero le cuesta trabajo organizar las palabras en su boca y pronunciarlas. Aun así, Beatriz coge carrerilla y cuenta que su historia comenzó a los 11 años, cuando le detectaron un tumor cerebral.

Llegaron a intervenirla quirúrgicamente hasta en tres ocasiones, siendo la última, en mayo de 2017, la que provocó que Beatriz Caballero (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1994) padeciera una afasia severa que le causa dificultades para poder comunicarse con los demás, a sus 24 años de edad. "Esto es algo progresivo, a mí me costaban las frases y eso..., me cuesta decirlas. Una frase entera. Pero las palabras...", expresa de manera pausada, tomándose su tiempo.

"Cada vez era peor y quería empezar con la logopeda. Para mí —gesticula con las manos—, con mis amigos, mi familia... Vale, pero gente que me conoce de nuevas... me daba vergüenza, me quedaba callada. La gente no comprende, la gente no entiende lo que me pasa. Digo palabras cortas para que no se note", continua.

"Ella desarrolla sus estrategias", sonríe Carmen Castillo (1963, Almería), fonoaudióloga, psicopedagoga y logopeda en el hospital de la localidad gaditana de Puerto Real desde hace una década. La doctora Castillo lleva más de un año trabajando en la rehabilitación de Beatriz. "Ella tiene una afasia de tipo motora", indica. Un trastorno que, según destaca Castillo, siempre supone un antes y un después en la vida de las personas afásicas.

Juan Morales y Mari Carmen Galiano durante la entrevista en la consulta de la logopeda Castillo. FOTO: MANU GARCÍA.

"¿Cómo fue? No me acuerdo", dice entre risas Juan Morales (1959, Chiclana, Cádiz), al intentar rememorar qué ocurrió para que su cerebro no mande las indicaciones necesarias para comunicarse con su familia. "Me caí en mi casa, creo. Estaba mi mujer, los niños y me puse a comer, le eché al pájaro...", prosigue. "Y se desmayó", le ayuda su mujer, Mari Carmen Galiano.

Todo pasó a partir del 13 de enero de este año. Juan estuvo en observación un día y 24 horas después regresó al trabajo, donde llegó a desvanecerse hasta tres veces. Volvieron a hacerle las mismas pruebas en el Hospital de Puerto Real. Todo correcto; pero Mari Carmen insistió para que a su marido le hicieran un TAC: "Fue entonces cuando le diagnosticaron el síndrome de Moyamoya, una enfermedad que provoca pequeños ictus".

Después de sufrir ictus continuos, Juan se quedó encamado sin poder moverse, con la parte derecha del cuerpo "muerta, paralizada". Además de padecer el síndrome y la hemiplejia, no podía comunicarse, se había convertido en una persona afásica, tras las lesiones cerebrales.

¿Cómo lo afronta? Ante la pregunta, Juan posa su brazo derecho sobre la mesa y se desahoga entre lágrimas. "Juan tiene las emociones muy exacerbadas, pero lo lleva bastante bien. No tiene depresión ni mal genio, él se lo toma todo a risa", incide la logopeda. "El apoyo familiar es muy importante. La afasia no la padece solo el paciente, la padece la familia. Y el bastón de apoyo del lenguaje de Juan es Mari Carmen. En las rehabilitaciones siempre entra un familiar", añade.

La logopeda Carmen Castillo, durante la entrevista concedida a lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA.

En la actualidad Beatriz tiene un C1 de inglés y tiene paralizado el grado de Estudios Ingleses en la Universidad de Cádiz, pero lleva adelante aquellas asignaturas que se realizan a través de trabajos escritos. "Creo que voy mejor, ahora, que antes. Pero es tan lento que no veo mi capacidad de superación", expresa con la voz entrecortada. "Es una curranta", le interrumpe Carmen Castillo. "Ella va progresando mucho, lo que pasa es que se exige mucho a sí misma", enlaza.

"Está en proceso de aceptación. En una persona joven, y el hecho de que ella quiera ir a más es el motor que le hace trabajar en ello", apunta la doctora. Beatriz confiesa que su sueño es ser intérprete en el Parlamento Europeo. "Yo quería, pero ya…, bueno", dice con una risa ahogada. "Soy muy cruel conmigo misma", prosigue. "Ella ve que sus compañeras han podido hacer cosas y ella no. Es normal que se compare, que se frustre... Pero ella no ha llegado ha dejar la carrera", termina su madre, quien según Castillo, es una lingüista natural y "un apoyo impresionante para Beatriz". Y en casa de Juan y Mari Carmen, ambos son como "Zipi y Zape". Dicen que su familia no lo deja nunca solo por miedo a que se vuelva a desmayarse. Mari Carmen dice que no han vivido ningún caso de burla, que a Juan lo aprecian muchísima gente y que todo el mundo estaba muy preocupado por él. "Eso sí, algunos no han querido visitarlo para no forzarlo a hablar porque no saben cómo enfrentarse a su situación", confiesa su esposa. Beatriz y su madre, Milagros, durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA. La logopeda del hospital de Puerto Real aconseja que, a la hora de hablar con algún afásico, las personas sean pacientes, utilicen frases cortas, que aguanten los silencios y no intenten rellenarlos. "Ellos tienen que procesar lo que tú estás diciendo, que él lo procese y pueda expresarse para que no se sienta agobiado", explica Castillo. El trastorno tiene un proceso de rehabilitación en el que se trabaja la reestructuración del lenguaje con ejercicios pragmáticos y así, facilitar la comunicación. "Lo más importante es que la población entienda que las personas afásicas no tienen un problema cognitivo, sino que hay que tener paciencia para que ellos puedan organizar sus pensamientos", concluye Carmen Castillo.

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Claudia González Romero

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