El Puerto de Santa María, emblema de la Bahía de Cádiz, se presenta como una ciudad abierta al mar y cargada de historia. Su trazado, salpicado de casas palacio (se le conoce como la ciudad de los 100 palacios), iglesias y bodegas centenarias, conserva el encanto de los siglos en que marineros, comerciantes y aventureros la convirtieron en puerto clave de las rutas atlánticas.
La Casa Palacio de Araníbar (con un interesante museo sobre los Cargadores a Indias) da sobrada muestra de lo anterior, pero el patrimonio único de los portuenses se ensancha con la Iglesia Mayor Prioral y el Castillo de San Marcos —erigido sobre una antigua mezquita—, son testigos de esa herencia multicultural. Pero la ciudad no solo mira al pasado: su vitalidad se respira en la Ribera del Marisco, donde bares y restaurantes ofrecen el mejor marisco y vino fino de la zona, creando una atmósfera alegre y bulliciosa.
El entorno natural es otro de sus grandes atractivos. Las playas de Valdelagrana, La Puntilla o Fuentebravía invitan al descanso y a los deportes náuticos, mientras que el Parque Natural de Los Toruños ofrece kilómetros de senderos entre dunas, marismas y pinares, ideales para el avistamiento de aves o paseos en bici.
La ciudad combina patrimonio, gastronomía, enoturismo y naturaleza en un mismo destino, donde el viajero encuentra autenticidad, hospitalidad y el inconfundible sabor del sur.
La Ribera del Marisco y el Guadalete
A orillas del río Guadalete, la Ribera del Marisco es el alma viva de El Puerto. Sus terrazas frente al muelle, los aromas a mar y vino fino, y el ambiente festivo la convierten en punto de encuentro imprescindible para locales y visitantes. Un paseo aquí resume el espíritu portuense.
En esta zona, el Ayuntamiento portuense ha proyectado una gran transformación urbanística, con nuevos paseos para cruzar a ambas márgenes del río más grande de Cádiz, y cuya desembocadura se encuentra precisamente aquí.