Potencia turística nacional reciente busca humanos. Enclave isleño y canoso con unos 3.000 años, ningún lugar europeo acredita vecindario permanente más tiempo que Cádiz. Aunque muy pureta, Gades acapara miradas como nunca. Ya descubierta valorará intimidad. Además de turistas pretende a forastas para inmersión atlántica. Dispuestos a volver en bucle o quedarse.

Gente capaz de apreciar con un ole sin tilde al único municipio andaluz sin feria ni coso. Sin deportaciones, gente que manifieste inoxidable voluntad de sacar B1 en nudillos sobre mostrador y análisis de mareas. Discreción para apreciar ocaso, viento y repentismo en silencio. Tolerantes a mala leche, lactosa, luz dura, salitre, humedad, vino y atún. Alérgicos a móvil, ostentación y estrés. Como a las vacas indias, a los caminantes blandos se les espera cuando se cruzan.
El venidero debe estar dispuesto a dejarse acompañar a la dirección por la que preguntó por la calle. Haberlo pensado. Correr y Google son de cobardes. Se aprecia chapurrear cuplés en fenicio, latín y cubano. Hablar con animales, bien. Entender a las piedras, cala o muralla, mejor. Se valora capacidad para disfrutar alegría de verano en febrero. Por cuestiones biológicas, cada vez menos habitantes. Busca voluntarios para repoblar el paraíso que rodea el Falla. No importan acento, raza, religión ni nacimiento. Basta reunir estos requisitos.
El puerto de cruceros que más crece
El puerto de Cádiz es capaz de incrementar en un 72% el número de ocupantes de cruceros que vomita a la ciudad casi cada día. En un año llegan a ser 800.000 esos marineros civiles. Es la escala con mayor incremento en España. A esos números y con los apartamentos turísticos congelados, queda aportar amor, estabilidad y calidad. Cádiz, como todas, quiere nuevas caras que convivan con su valor más preciado: los hábitos de la gente del lugar.


