Barbate, atún rojo y acantilados

Entre almadrabas y acantilados, la tierra de la vaca retinta ofrece un Atlántico en bruto: sabor a atún, senderos de pinar y puestas de sol junto al Faro de Trafalgar

Torre del Tajo en el Parque Natural de la Breña y las Marismas del Barbate.
03 de noviembre de 2025 a las 19:46h

Entre marismas y pinares, Barbate, una localidad con mucho por descubrir —empezando por uno de los mejores mercados de abastos de la provincia de Cádiz— condensa el espíritu más salvaje de la Costa de la Luz. Aquí el Atlántico manda: marca la temporada de la almadraba, llena de rojo las cartas con atún en todas sus formas —ijada, morrillo, ventresca, tarantelo...— y da sentido a la Chanca y a la lonja, donde el puerto barbateño se convierte en espectáculo diario. El paseo urbano, repleto de negocios hosteleros y buen ambiente, desemboca en la Playa del Carmen, familiar y ancha, mientras al oeste aguardan joyas discretas como La Hierbabuena, favorita de surfistas y atardeceres lentos. A su vera, un carril cicloturístico por el que perderse en cada vista al horizonte con el norte de África dibujado.

Y es que el otro gran imán es natural: el Parque Natural de La Breña y Marismas del Barbate. Los acantilados del Tajo, cubiertos de pinos que beben sal, se recorren por senderos señalizados —la Torre del Tajo ofrece una panorámica que corta la respiración—. Más abajo, el río Barbate traza esteros donde anidan aves y se recupera la cultura salinera. Es un territorio para pasear, pedalear o, simplemente, dejarse llevar por la luz.

Ceviche de atún de El Campero.  JUAN CARLOS TORO

A un corto salto, recorriendo la Breña y la Sierra del Retín, el municipio abraza Zahora y Los Caños de Meca: calas, dunas y el faro de Trafalgar como vigía. 

La mesa barbateña, jugosa y variada, remata el viaje con guisos marineros,  carne de vaca retinta, ortiguillas crujientes y vinos de la tierra de Cádiz. Barbate, con permiso del Levante, se vive sin prisas: un puerto con alma, un litoral aún libre de estridencias urbanísticas y un paisaje que devuelve silencio, yodo y horizonte.

Un paseo inmejorable desde Zahora hasta el Faro de Trafalgar y Los Caños de Meca

El paseo hasta Zahora y el faro de Trafalgar encadena playas abiertas y roquedos donde el baño exige atención a corrientes y mareas. Al atardecer, el faro se enciende como un hito y la arena se tiñe de oro.

En temporada hay chiringuitos sencillos, acceso por pasarelas y vigilancia; fuera de verano, reina la calma y un patrimonio natural único. Ideal para combinar baño, caminata y una puesta de sol inolvidable. Un paisaje de postal donde la fuerza de la naturaleza regala al viajero instantes de lo más exclusivos.

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P. S. M.

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