El último ultramarinos de Cádiz: "Somos como el lince ibérico, estamos en peligro de extinción"

Sopranis sobrevive como negocio saludable de una estirpe casi desaparecida con Joaquín Chulián camino de los 40 años al frente de un local con más de un siglo

Los hermanos Chulián, en el local que regentan desde los años 80. GERMÁN MESA
Los hermanos Chulián, en el local que regentan desde los años 80. GERMÁN MESA GERMÁN MESA

A la Bahía de Cádiz, todo le vino del mar. Lo mejor y lo regular. Siempre. La esperanza, la gente, el dineral y la ruina con forma de amputados en colonias remotas. 'Siempre' son cuatro siglos repartidos en dos milenios. La última etapa de esplendor coincidió con que la comarca, la provincia, se convirtió en caja registradora y oficina de aduanas de todo lo que llegaba del Nuevo Mundo. De aquella América riquísima y misteriosa, máxima expresión real de tierra prometida que hayan conocido los tiempos enteros.

Hasta el nombre de las tiendas de barrio, establecimientos de alimentación básicos en la escala trófica, deben su nombre a esa condena. Ultramarinos: las tiendas que despachaban lo lujoso llegado del otro lado del agua. A estrenar. La patata, el tabaco y el café. Pasen y vean. Luego, la novedad fue acompañada del resto de posibles productos y mercancías comprables. Pero ya se le quedó el nombre navegante. Con el cierre del siglo XX y el triunfo universal del consumismo, los grandes establecimientos fueron ganando tanto espacio que los pequeños se quedaron sin clientes ni aire. La clientela empezó a ir, a mansalva y a diario, a centros comerciales o supermercados. La tienda se quedó sin suelo.

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Clientes en la barra de Sopranis.  Germán Mesa

La calle Sopranis es paralela a la celebérrima Plocia, una de las cinco más turísticas de una provincia en la que ya es decir. Sin embargo, la riada diaria de cruceristas e idiomas apenas toca la primera, atrapada en otro tiempo. Nada más girar la esquina cercana al ultramarinos superviviente, hace una semana, aparecía un centenar de guiris viendo el Real Madrid-Manchester City en la pantalla gigante en una terraza contigua y fashion.

Aunque el local está a 25 metros de una de las calles más visitadas de la provincia, el turismo internacional apenas lo roza

A pesar de que desde Sopranis se les podría oír gritar gol, ese público no llega a la calle colindante. "Recibimos turismo nacional, cada vez más. Clientes que vienen y, cuando vuelven a Cádiz, repiten. Pero extranjeros, cruceristas, vienen pocos. Alguno al que le llama la atención la fachada y entra por alguna botella para regalo pero poco más. Aunque estemos pegados a Plocia, esta calle es otro mundo", define Joaquín Chulián.

La fachada del ultramarinos, en la calle del mismo nombre, a 25 metros de la iglesia de Santo Domingo.   GERMÁN MESA
La fachada del ultramarinos, en la calle del mismo nombre, a 25 metros de la iglesia de Santo Domingo. GERMÁN MESA

En ese mundo entró a trabajar en 1978 y poco después, en 1985, se quedó a cargo del negocio. Los anteriores propietarios, la conocida familia hostelera Macías, se lanzó a probar suerte en la calle Muñoz Arenillas y su entorno, donde aún regentan locales. Pero la historia de esta tienda con bar, o viceversa, tiene más tiempo.

Un negocio centenario

Que Chulián sepa "un siglo por lo menos, porque mi madre, que ya tiene cerca de los 90 años, dice que compraba aquí de niña y que ya estaba abierta bastante antes de que ella naciera. Durante muchísimos años la tuvo un señor llamado Bonifacio, imagino que era chicuco", como se llama en la ciudad a los emigrados de Cantabria que se especializaron en el pequeño comercio. En 1968, el establecimiento sufrió su única gran reforma, el resto ha sido mantenimiento: "No queremos ser de esos sitios que lo cambian todo y se cargan el ambiente. Es un local de los vecinos y de los turistas españoles que entran, les gusta".

"Una de las mayores alegrías es que vienen grupos de mujeres, jóvenes o mayores, sin hombres a tomar algo y eso no pasaba 40 años antes"

El encanto de la nostalgia puede ser un aliciente pero el pasado alimenta poco. Sopranis mantiene atractivos suficientes para ser uno de los ultramarinos (reales, no de atrezzo) con más actividad y luz en la provincia. El apartado de bocadillos es una línea de negocio propia, independiente. Cuando coinciden eventos cofrades, futbolísticos, flamencos, carnavaleros, se venden con la fuerza y la cantidad de hace décadas. Tienen fama ganada.

La casa también cuida el vino: "Cada vez nos piden más amontillado, tenemos muchos vinos de Jerez, tintos de la provincia, algún Albariño, además de los Rioja y Ribera más conocidos". Como escolta ideal de alguna copa, las tapas eternas. Chacinas e ibéricos, muchos de la Sierra, queso payoyo y conservas selectas. Surtido corto pero excelente. Ser sirve en papel de estraza, obvio. Como añadido, una asombrosa serie de miniaturas, licores y vinos en esas botellas minúsculas, de juguete parecerían si no contuvieran una droga potente. De absenta a vodka, un centenar de referencias: "Llaman mucho la atención de la gente. Se las llevan de souvenir y también hay coleccionistas", detalla el dueño.

Hasta una cortina de plástico

Lo que esa clientela -sostenida a lo largo de los años, creciente pese a los altibajos de las crisis- encuentra es un túnel del tiempo. Aunque el local es pequeño, entrar es cruzar a otra dimensión. Abundan los vecinos del barrio y el recién llegado es tratado como uno más pero sin confianzas cargantes, con elegante cercanía y cálida distancia. Cada pocos minutos entra alguien preguntando por algún producto, como Carmen, o anunciando que volverá en un rato, comentando la goleada que le dio el título de Liga al Barcelona frente al Espanyol la noche anterior.

Pequeña parte de la llamativa colección de botellas en miniatura a la venta en el local.    GERMÁN MESA
Pequeña parte de la llamativa colección de botellas en miniatura a la venta en el local. GERMÁN MESA

El local está dividido, como manda la religión de los ultramarinos, entre el mostrador iluminado, refrigerado, con alimentos perecederos, rodeado de estanterías de todo pelaje y la barra con sus botellas, servilleteros, taburetes y pequeñas cartas. Un reloj-espejo con el escudo del Cádiz de fondo, algún póster del equipo, una cortina separadora con finas tiras de plástico, de aquellas. En las estanterías, y en las paredes, por áreas temáticas, de pan de molde a detergente, de sacacorchos a preservativos. Todo bien separado. Ordenado. Escamondado. La parte de tienda ya no es lo que era, admite Joaquín, pero ahí está todo por si acaso. Desde dentro del mostrador puede verse cómo han cambiado la vida, el barrio y la ciudad en estos 40 años.

Cómo hemos cambiado, para bien

La lucidez del análisis de Joaquín Chulián supera la del mayor sociólogo, el más prestigioso historiador: "Ahora hay muy pocos niños y eso se nota, claro. Una familia que viene a comprar ya no se lleva diez productos porque no los necesita. Compran algo que les falta, los desavíos". El vuelco demográfico ha ido paralelo al del cambio de hábitos en favor de centro comercial y supermercado.

El progreso social en el viejo barrio de Santa María también tiene impacto directo: "Las viviendas han cambiado y es una alegría. Antes eran partiditos y en un edificio vivían 50 personas. Ahora igual no llegan a diez y eso influye. La rehabilitación de las fincas fue una gran alegría para todo el barrio. Otra cosa que se nota, otra alegría, es que vienen grupos de mujeres, amigas, jóvenes o mayores, sin hombres, a tomar algo. Eso no pasaba 40 años antes, todo eran hombres, solos o en grupos pequeños". Es otro logro. Cómo cambian los tiempos. Afortunadamente.

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o integrado tertulias de Canal Sur Radio, Cadena SER, Canal Sur Televisión, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción ("no sabía que existiera ese género", dice) 'Ya vendrán tiempos peores' (Editorial Cazador, 2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blog como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el 'podcast' de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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