foto_de_j.a._carmona
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El Club de Rugby Xerez (Cruxe) cumple 25 años de su primera fundación.

Acaba de entrar el invierno, pero el clima es templado y no cae una gota de lluvia desde hace semanas, lo cual facilita el entrenamiento al aire libre en la pradera de Chapín. Alguien apremia al equipo: "¡Vamos, hay que aprovechar la luz!" Son las cinco de la tarde, pero la mayor preocupación de los jugadores es la escasa iluminación del campo de rugby, porque en apenas un par de horas será noche cerrada. La falta de luz es un obstáculo para el desarrollo de los ejercicios tácticos pero su entrega les hará seguir moviéndose en la oscuridad, corriendo, pasando el balón, placando, como si jugaran a la gallina ciega, pero con el mismo tesón que bajo la luz de dos horas antes.

El Club de Rugby Xerez (Cruxe) se refundó, con altibajos, hace varios años -se van a cumplir veinticinco de su primera fundación- aunque el equipo senior apenas sí lleva un año con una plantilla de jugadores que entrenan y juegan juntos con regularidad. Tras tres años en la liga de rugby amateur de Andalucía (RAMA) con buenos resultados, se han ganado a pulso jugar en la Segunda División de la liga regional. Esto supone un salto cualitativo, enfrentarse a equipos con una larga trayectoria y mayor experiencia. Otro paso importante ha sido entrar a formar parte, desde mayo pasado, de la entidad deportiva Xerez DFC, lo cual les permite tener apoyo institucional, más visibilidad en los medios de comunicación y conseguir patrocinadores, entre otras cosas. Sin embargo aún queda un largo camino por recorrer, tanto a nivel organizativo como en formación y coordinación de jugadores.

Es miércoles, sigue sin llover y el cielo despejado inunda de claridad la verde extensión de la pradera. En un extremo del campo de rugby un nutrido grupo de chicas, casi todas estudiantes, se desplaza con disciplina en una coreografía de movimientos guiados por el entrenador: aprenden a lanzar el balón oval a sus compañeras, a posicionar piernas y adelantar brazos, a esquivar y evitar el choque con el contrincante. Algunas chicas tienen algo de experiencia en otros equipos, las demás se inician en las reglas de este deporte. Todas emprenden con ilusión y coraje esta aventura deportiva en el equipo femenino de Jerez. Aún no han disputado ningún partido, tienen mucho que aprender, pero el ánimo y el compromiso con el equipo son altos.

Es sólo cuestión de tiempo y esfuerzo. Éstos traerán progreso y  buen juego. No es una cuestión de cantar victorias, sino de superación y disfrute. Con buen criterio el club inició una campaña de información en los centros de enseñanza secundaria de la ciudad para mostrar las bondades del rugby a los estudiantes y reclutar nuevos jugadores y jugadoras.

Al otro lado del campo los chicos del equipo de cadetes, de entre 15 y 17 años, forman en línea, avanzan pasando el balón bajo la atenta mirada del entrenador, aprenden a caer y cubrirse, aceleran en escapada apretando el oval contra sus cuerpos, en paralelo a la actividad de sus compañeras unos cincuenta metros más allá.

El panorama del rugby en España es alentador. Con cerca de treinta mil licencias federativas es hoy por hoy el quinto deporte a nivel nacional por número de practicantes, que aumentan año tras año. Surgen nuevos equipos y las escuelas de rugby proliferan por todo el territorio nacional. Un ejemplo es la escuela Arevacos, creada recientemente en la ciudad de Soria. Los chicos y chicas de Jerez tienen ahora la posibilidad de probar un deporte diferente repleto de valores positivos, y es importante crear cantera, asegurando así la continuidad del proyecto. 

Las selecciones nacionales, tanto masculina como femeninas, ya sea con 15 jugadores o en la variante de siete, están cosechando éxitos, especialmente las féminas, campeonas de Europa en 2010. Aún así, se echa en falta la atención de los medios y una progresiva profesionalización del rugby, tanto a nivel federativo como en clubes, competiciones y jugadores. 

Es mediodía. El partido está bastante avanzado en esta mañana de domingo. Los jugadores han soportado cerca de ochenta minutos de un tira y afloja de gran intensidad. El balón vuela de mano en mano sin descanso. Paradójicamente, la pelota de rugby se pasa hacia atrás para poder avanzar. La resistencia y la agilidad, física y mental, son las claves de este deporte. El esfuerzo y el reto de superación son pilares importantes en el mundo del rugby, tanto los que están dentro del campo sudando la camiseta como los que animan alrededor del perímetro están más pendientes del desarrollo del juego que de los números en el marcador. Perder un partido siempre decepciona, pero la humildad y el respeto al equipo arbitral y al equipo contrario están profundamente arraigados en los cimientos de este deporte. Es lo que se conoce como la ética del rugby. Hay quien describe la pertenencia a un club como ser miembro de una hermandad o de una logia. Para algunos es como una religión, para la mayoría algo más que un mero entretenimiento. 

Acaba el encuentro y los ganadores aplauden a los que no han conseguido ganar esta vez. Habrá ocasión de intentarlo de nuevo. Más tarde el compañerismo y la solidaridad se harán patentes en el 'tercer tiempo', ese nuevo encuentro de los dos equipos sin melé, touch ni placajes, donde los avatares del juego se comentan y se diluyen en la celebración conjunta. El equipo local, independientemente del resultado, siempre se esmera en ser buen anfitrión, así se estrechan lazos con otros rugbiers y se extiende y refuerza esta comunidad de apasionados por el balón oval. Y así, en buena compañía, se disfruta de un merecido descanso hasta el próximo partido. ¡Ánimo Cruxe!

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Jorge Miró

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