Dos años después de sorprender al Marco con la gama de Unusual Sherries, la firma de Cardenal Mendoza abandona definitivamente la línea clásica del jerez.
Romate “reniega” definitivamente de Romate. Digo en la forma, porque en el fondo sería como cortarse las venas. La bodega más pequeña entre las grandes y la madre que parió al Cardenal Mendoza, con Paco Fontán como padre putativo, ha puesto ya los dos pies fuera de la zona de confort. Y no hay vuelta atrás. Ni falta que hace. Este giro de timón no sólo demuestra decisión e ideas claras. Marca también el camino a un Marco que en pleno renacer debe empezar a explorar otro mundo lleno de posibilidades. Está poco menos que obligado a ello.
La nueva línea de productos confirma el paso dado hace ya dos años con la gama de Unusual Sherries. Un pale cream, un Pedro Ximénez y un médium sherry con tres leyendas y otras tantas etiquetas para la historia, Mírame cuando te hablo, Voy a perderme y ¿Fuego? No thanks, respectivamente. Entonces no sólo sorprendió el etiquetado rompedor de la ilustradora Lore Vigil. También las botellas formato Borgoña, a mitad de camino entre la Bordelesa y una botella para cava. Pese a ser un modelo poco extendido en el mercado español, su forma aporta belleza y diferenciación a los vinos.
Ahora, la Gama Romate de vinos de gran consumo, compuesta de fino, amontillado, oloroso, cream y Pedro Ximénez, no sólo estará a partir de primeros de 2018 en lineales y catering, sino que pretende competir en bares y restaurantes con los Tío Pepe, La Ina, Quinta o Alfonso. Está dirigida a las provincias de Cádiz y Sevilla, sus dos principales zonas de consumo, y mantiene el novedoso diseño de botella, con un etiquetado menos rompedor pero igualmente innovador. Para los responsables de la bodega, “presenta una imagen actual de integración, en la línea de los vinos tranquilos con los que se copea en cualquiera bar del mundo”. Esta gama se suma a las de reservas especiales, Premium, Unusual Sherry y a la gama Vintage, con sus dos exclusividades, el fino Perdido y el amontillado Olvidado. Con ellos nos sentamos este lunes a mesa y mantel en La Carboná junto a los responsables de la bodega para presentar la nueva línea de la gama y el acuerdo con una nueva distribuidora, Miguel Merino, que se encargará de posicionar el producto. Están presentes, entre otros, el gerente de Sánchez Romate Hermanos, Javier Requejo, la enóloga Reyes Gómez y el director nacional de Ventas, Luis Díez.
Nadie mejor para elaborar el menú que Javier Muñoz. El chaval adolescente que recuerdo hace más de veinte años llegar con la maleta del colegio al mismo casco de bodega donde se despachaban sobre todo parrilladas de carne, patatas fritas y ensaladas, se ha consagrado como un extraordinario profesional que, a pesar de su juventud, suma ya muchas horas de vuelo.
Para la ocasión, el chef del sherry ha preparado de entrada un tartar de salmón y aguacates marinado con eneldo y chile, acompañado de un Pale Cream Mírame cuando te hablo en vaso ancho con hielo y una rajita de naranja. Todo es sorprendentemente novedoso en este primer maridaje. Desde el toque de queso rallado, el chile y el eneldo en el tartar, hasta la combinación con este cóctel de vino de 17 grados que se endulza con moscatel en un 40%.
El siguiente plato viene con un vinazo, el Fino Perdido. Según me cuentan, el primer fino en rama que se hizo en Jerez con destino, cómo no, al Reino Unido. En su lustro y medio de crianza biológica bajo velo de flor ha adquirido toda la intensidad de los vinos en rama que no se ha visto alterado por otro tratamiento que no sea el frío. Es lo que antiguamente se denominaría un fino amontillado, de esos que hasta no hace mucho echábamos para atrás pensando que se habían remontado. Apunta Alfredo Franco, del departamento comercial de la bodega, que está presente en la carta de vinos de más de media docena de restaurantes con estrellas Michelín. Javier ha bordado el acompañamiento con un arroz vegetal con pilpil de boletus y navajas. También aprueba con nota el maridaje de otro grandísimo vino, el amontillado Olvidado, que ha permanecido conscientemente en el olvido durante dos décadas mientras envejecía. Procede de la solera de otro enorme amontillado, el NPU, y si piensan hacerse con una botella como regalo de Navidad, les deseo mucha suerte, porque la bodega tiene colocadas todas y hay incluso lista de espera. El plato es un mero amarillo que ha permanecido en cámara diez días y que se presenta con una emulsión de cacahuete y ostras. El último ingrediente me ha quitado la palabra de la boca. Añádale una exclamativa. Seguimos con el Olvidado para acompañar un lomo de presa ibérica con puré de patatas y salsa de Pedro Ximénez, aunque no me queda claro todavía quién acompaña a quién. Qué buen ratito.
Un tocino de cielo con helado de queso y una copa de Ángelus, un licor de brandy que tiene el honor de serlo de Cardenal Mendoza, pone punto final a la cita, que sirve como preámbulo para una feria a la que nos emplazan a las seis de la tarde en la bodega de la calle Celestino, y para la que hay convocadas más de 250 personas del sector de la hostelería de Cádiz y Sevilla para protagonizar unos showrooms con los productos de la bodega. Qué salud. Y todo, para acabar perdiendo las formas…
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