Francisco Vega Velázquez vino a nacer en Estella del Marqués, en 1960. Y comenzó a trabajar joven. No porque con 14 años ya pusiera sus primeras cervezas. Para entonces ya llevaba tiempo trabajando en aquel Jerez rural de los 60. Este pasado verano, finalmente, se jubiló felizmente. Cincuenta años ha pasado en el Maypa, el histórico bar de Jerez de la Cruz Vieja, hoy reconvertido en restaurante en el parque empresarial, famoso por sus tortillones de varios dedos de altura.
"A mí me conocen por Paquito del Maypa", cuenta, y no es para menos, porque ha pasado 49 años y medio en la casa de los Alzola, Paco y Manolo, porque Maypa es las primeras letras de sus nombres, y no 'mamá y papá', como señalaba cierta sabiduría popular de Jerez que resultó ser falsa.
Su infancia, la de una casa humilde de 13 hermanos, fue la de las necesidades. A los seis años, cuenta, ya estaba acompañando a sus hermanos mayores para recoger algodón. Pero también hacía vendimias. Con 12 años se recuerda a sí mismo cargando sacos, y cómo un manijero llamó la atención a un encargado para que rescatara al chaval de esa tarea, y se pusiera a realizar otras más acordes al esfuerzo físico que podía soportar. "Íbamos tambien a coger aceitunas a Cuartillos", rememora.


Cuando alguien dio con él para ir con los dueños del Maypa a trabajar, nadie podría presagiar que sería uno de esos currantes para toda la vida que ya hoy en día no quedan. Cotizar, oficialmente cotizar, no lo ha hecho más que en el Maypa, porque en el campo no había papeles, más aún para un nene. "Dos o tres pesetas el kilo nos pagaban por el algodón. En las aceitunas, 150 pesetas. Por cada saco, te hacían una raya en una tablita y te pagaban al final por los que habías llevado".
Un día cambió la cosa cuando su madre, Andrea, que en paz descanse, le dijo que a través de un amigo de la familia le querían para el hospital, para el bar que tuvieron los Alzola donde hoy están las urgencias infantiles. "Me quedaban dos meses para el cumpleaños". Era un 9 de mayo de 1975, aún con Franco vivo. Fijo le hicieron el 22 de julio, recuerda. Un año pasó hasta que un compañero, Paco Lechuga, del Maypa del centro, fue llamado a la mili. Al acabar, a Paquito el del Maypa le dijeron que no se volvía al hospital, que se quedaba en la Cruz Vieja.

"Por allí ha pasado mucha, mucha gente conocida". Lolita sí, "cuando pusieron la estatua a su madre", por ejemplo. Cada mañana, le servían el desayuno al guitarrista Paco Cepero. Han pasado por allí toreros, futbolistas, famosos. De todos habla bien Paquito, porque por aquel bar con tres puertas, de calle Molineros a Cruz Vieja, "todos eran familia". Cada Semana Santa, aquello de bote en bote, al igual que la Navidad.

Lo que no pudo aprender más que en un par de cursos que sí fue al colegio lo ha aprendido detrás de una barra del bar. A tratar bien a los clientes, "a que las cosas siempre se hagan bien". A esforzarse. "Me han tratado muy bien en el Maypa estos años, no estoy más que agradecido, son mi familia, el Maypa es mi casa".
Recuerda, por ejemplo, los regalos de Manolo y Paco cuando se casó, y cuando tuvo a cada uno de sus tres hijos. "Es mucho cariño, me han apoyado mucho". Hijos que ninguno se dedica a la hostelería, "cada uno ha estudiado, yo quería que tuvieran su carrera".


A cambio, Paco ha dado sus ganas de servir, de ayudar, su buen trato con la clientela. 49 años y medio como parte de esa misma familia. Casi siempre, al otro lado de la barra, sirviendo, pero no en mesas. "Me acuerdo de mi compañero Domingo", uno de esos compañeros con los que más años ha pasado.
Hace una década, "un 3 de enero de 2015", dice con prodigiosa memoria, al igual que recuerda el día que empezó a trabajar en 1975, cerró el bar del centro. "Fue el aparcamiento", resume. "Allí la gente aparcaba en doble fila y no pasaba nada", algo impensable en el actual entorno de Cruz Vieja. El ambiente era muy bueno, rememora. Un cliente, un amigo, "que falleció este enero", hasta le invitó a ver el Real Madrid en el Bernabéu. "Y cuando una compañía de japoneses viene a bailar al Festival, siempre me invita al Villamarta". Recuerda también a "don Andrés Cañadas", fallecido recientemente, y a quien llevaba, como a tantos en Radio Popular, muchos cafés cada día. Hasta le llevó a la COPE la caseta en su día el Maypa, aunque la Feria, ni en pintura la trabajaría Paquito de nuevo.

Ahora, ve la vida con otro ritmo. Sin las prisas del bar. Recuerda que cuando cambiaron a la ubicación actual en el parque empresarial, "pesaba 96 kilos y perdí 16 en tres meses". "Los tortillones", bromea. Ahora, en su jubilación, está más en forma y hasta se ha apuntado al gimnasio, y puede ver los partidos de fútbol que no ha podido ver estos años, sin los madrugones de antes. ¿Y viajar? "Ya me he apuntado al Imserso, me ha llegado la carta, así que haré viajecitos con mi señora". Sale cada día, entra, siempre tiene algo. Y de vez en cuando se da el paseo para ver a sus antiguos compañeros. Tendrá como unos 15.000 días trabajados, sirviendo más cañas de cerveza que vinos.
Entró cuando la cerveza valía ocho pesetas, y el café seis pesetas. Ahora, la maceta grande, 2,80 euros, la caña a 1,50 y el café 1,20 euros. Aunque estos últimos datos le cuesta recordarlos, a diferencia de los históricos.

Paquito, una enciclopedia que se enteraba de las noticias y lo que pasaba en Jerez antes que los periódicos. Buena gente, como ya indica su carácter. Y que ahora quizás tenga tiempo para cocinar. Porque "nunca he aprendido a hacer una tortilla", para eso ya estaba su señora, dice, que cocina de escándalo. Al principio, con los tortillones saliendo directamente de la casa de la madre de los dueños del Maypa, ahora cocinándose con el mismo estilo impresionante de la tortilla de varios dedos de altura. "Ensaladillas sí he hecho muchas". Y cervezas, si multiplicamos esos 15.000 días... Este martes, para el reportaje, se ha metido en la barra a servir la última. "Pero que yo estoy jubilado, vaya a ser que alguien vea la foto y diga... Que es para la foto, eh".
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