De la Edad Media hasta nuestros días como calendario de la Navidad: la Corona de Adviento

Aunque se desconocen sus fechas exactas, los historiadores sitúan en Alemania el origen de una tradición en la que los pueblos germánicos precristianos encendían velas alrededor de coronas en los oscuros meses de invierno, como anticipo de los meses más cálidos y luminosos de la primavera

La Corona de Adviento y la flor de Pascua vaticinan que se acerca el Día de Navidad en muchos hogares.
03 de diciembre de 2023 a las 17:47h

En aquellos tiempos pretéritos, donde la salida y la puesta de sol marcaba la hora del día, el calendario estacional era el encargado de informar las distintas temporadas del año. La ausencia de mecanismos de control para saber cuando terminaba una estación y comenzaba la siguiente, hacía necesario saber en qué momento tenían lugar los diferentes solsticios y, en el caso del que tiene lugar en invierno, provocó que en el norte Europa — mucho antes de la llegada del cristianismo— diera comienzo una tradición pagana, que el paso de tiempo ha ido sacralizando y que perdura hasta nuestros días, conocida como la Corona de Adviento.

Su origen es difuso, aun cuando no son pocos los historiadores que lo sitúan en la Edad Media. Quienes sostienen esta teoría, indican que los pueblos germánicos precristianos encendían velas alrededor de coronas en los oscuros meses de invierno, como anticipo o vaticinio de la llegada de la luz y la primavera.

Otros, en cambio, señalan que las coronas de ramas de árboles perennes decoradas con velas es posterior, aun cuando coinciden que fue a partir del siglo XVI cuando comenzó su proliferación por muchos territorios, transformándose en cristiana esta tradición pagana, sobre todo, en toda la iglesia occidental.

Atendiendo a su simbología original, esta es bastante sencilla y primitiva en cuanto relaciona muerte y renacimiento del son en invierno. Al igual que el Día de Navidad o nacimiento de Cristo, que comenzó a celebrarse el 25 de diciembre en la época romana, ocupando el lugar de los Saturnales — o el Dies Natalis Solis Invicti— vinculados al solsticio de invierno.

Así pues, si atendemos a sus elementos, la corona o círculo reflejaría el ciclo de las estaciones del año, las ramas de hora perenne harían lo propio con la persistencia de la vida y la luz de las velas reflejaría al sol como origen y fuente de energía.

De costumbre de los pueblos germánicos a liturgia de la cristiandad

En este sentido, para poder ayudar a los fieles, la iglesia fue adaptando este ritual que se realizaba cuando los días más cortos convertían a las noches en más largas. Así, para indicar fechas señaladas, celebraciones y labores propias, se hizo coincidir con estas jornadas que preceden a la Navidad.

La religión cristina, por su parte, consideran este tiempo de Adviento como un tiempo de oración y reflexión, caracterizado por una espera vigilante. Un tiempo de esperanza y de vigilia, al mismo que de perdón y de alegría.

Para los cristianos, esta época es el primer periodo del año litúrgico y su duración suele oscilar este los 22 y los 28 días, ya que está compuesto de los cuatro domingos previos al Día de Navidad y, por tanto, el día de la semana en que caiga esta celebración condicionan la duración de esta celebración.

Su uso como calendario previo a la celebración del nacimiento de Cristo se atribuye al pastor protestante Johann Hinrich Wichern (1808-1881) en el año 1839 en una de las escuelas que fundó dentro de su labor misionera. Ante las preguntas de los niños acerca de si el día de Navidad había llegado, construyó una estructura redonda en la que instaló velas rojas y blancas, tantas rojas como días tenía la semana y tantas rojas como domingos faltaban para la llegada del día de celebración.

Desde aquella época, la corona de Adviento en la iglesia cristiana se pasó a tomar como costumbre tanto en iglesias como en hogares, simbolizando la esperanza de Jesús a través de las ramas verdes de hora perenne, el amor de cristo a través de las velas rojas y el círculo como señal de amor infinito que no tiene ni principio ni fin. Y que se simboliza con tres velas rojas y una rosa como velas de la Profecía, de Belén, del Pastor y del Ángel, en señal de esperanza, paz, alegría y amor, respectivamente.

En muchas ocasiones, también se suele incluir una quinta vela, más grande que las demás y de color blanco, como símbolo de pureza y tiempo de júbilo, que se enciende el día 25 de diciembre.

Sobre el autor

David Montes

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