Del lagar al bar: la historia de la bodega y el despacho de vinos junto a la casa natal de Rocío Jurado

Las bodegas César Florido, las más antiguas de Chipiona, cuentan con un despacho de vinos donde comprar a granel que transporta al visitante a otra época

El camarero del despacho de vinos de César Florido sirviendo moscatel dorado directamente de la bota.
El camarero del despacho de vinos de César Florido sirviendo moscatel dorado directamente de la bota. JUAN CARLOS TORO

César Florido es la sexta generación al frente de las bodegas que llevan su nombre, algo que señala con orgullo. Unas bodegas que nacieron en 1887 y que son las más antiguas de Chipiona y de las más antiguas en el Marco de Jerez. Se apoya en la barra de su despacho de vinos, que data de mediados de los años setenta.

Recuerda que, cuando era pequeño, los clientes entraban a la bodega con su propia garrafa a comprar directamente el vino a su padre, hasta que abrieron este espacio ubicado en la calle Padre Lerchundi, 35. Siempre lo han hecho "conservando el tipismo bodeguero", explica. Tienen otras dos bodegas, pero la que se encuentra junto al despacho es la bodega matriz. 

César Florido en la barra del despacho de vinos de su bodega, junto a una damajuana de moscatel dorado.
César Florido en la barra del despacho de vinos de su bodega, junto a una damajuana de moscatel dorado. JUAN CARLOS TORO

Desde su apertura, han tenido que hacer varias reformas, pero conserva prácticamente el aspecto original. Detrás de la barra se ubican las botas, desde las cuales el camarero que atiende al público llena, en función del cliente, la copa, la botella o la damajuana, que también las venden. Lo sirven, como cuenta orgulloso, "del lagar al bar", es decir, directamente de la bodega, que se encuentra justo al lado del despacho. Ellos gestionan todo el proceso, en un modelo de negocio verdaderamente artesanal.

Los clientes (habituales, a juzgar por la familiaridad con la que se tratan) degustan sus tragos mientras, a apenas unos pasos, los trabajadores de la bodega continúan con sus labores. En las botas expuestas por el despacho, se pueden leer los distintos vinos que elaboran en estas bodegas: moscatel pasas, moscatel especial, manzanilla, fino, oloroso, amontillado... Ahora que está tan de moda comprar a granel, toparse con un lugar como este despacho sirve al visitante para darse cuenta de que ya estaba todo inventado.

Su vino más representativo, su buque insignia, es el moscatel dorado, tanto en cuanto a ventas como a calidad. Florido destaca asimismo su fino, "muy salino, con un sabor amanzanillado", que también tiene su público.

Imagen de las botas donde se almacena el vino que se sirve y vende en el despacho.
Imagen de las botas donde se almacena el vino que se sirve y vende en el despacho. JUAN CARLOS TORO

A apenas unos pasos de donde los clientes degustan el vino o compran las botellas, en la puerta de al lado, se encuentra la bodega. Un único y amplio espacio alberga el lagar y las prensas horizontales, donde elaboran el vino. Uno de los aspectos más curiosos de la bodega son las tinajas donde llevan a cabo la fermentación, que, en lugar de ser de acero inoxidable, como es habitual, son de cemento. Un elemento que ya apenas se ve, y que, según explica Florido, aporta "una fermentación natural y totalmente artesana".

Les llegan muchos turistas, pero sobre todo de origen nacional, en particular de Extremadura y de Sevilla. También tienen visitantes procedentes de Alemania, Holanda o Bélgica, aunque en menor medida.

Estando en Chipiona, uno no puede dejar de mencionar a Rocío Jurado, "nuestra más insigne embajadora". Justo enfrente de la bodega, cuenta César, nació la artista, pero no hay ninguna placa que lo atestigüe. Sí hay, dice, varias botas firmadas por ella en la bodega.

Un cliente en la entrada al despacho de vinos de la bodega César Florido.
Un cliente en la entrada al despacho de vinos de la bodega César Florido. JUAN CARLOS TORO

En una esquina de este despacho, es habitual encontrar también a José Mercé, asiduo de esta bodega, de su ambiente y de la localidad, y a varios futbolistas jubilados de los dos equipos sevillanos.

"El sevillano identifica mucho Chipiona con Sevilla: la defiende, la ama, como si fuera suya", señala Florido. También, dice, consideran vinos como el moscatel o la manzanilla como si fueran suyos. Muchos de sus visitantes llegan procedentes de Sevilla.

En sus bodegas elaboran de unos 30.000 a unos 45.000 kilos a diario, que "puede parecer poco, pero es todo muy artesanal. Es una de esas bodegas donde controlamos todo el proceso, desde la viña a la mesa", explica César Florido.

César Florido en su bodega.
César Florido en su bodega. JUAN CARLOS TORO

También exportan su vino en pequeñas partidas, incluso a Estados Unidos. En una de sus tinajas, de hecho, puede verse una pintada con las palabras "Sherry Revolution", hecha en 2014 por un graffitero para dejar huella de esa vertiente más internacional de un negocio familiar y artesanal a más no poder.

Pasar a tomar un moscatel o una manzanilla a este despacho de vinos, donde parece no pasar el tiempo, es un auténtico lujo en los tiempos acelerados que corren. Un rincón imprescindible en Chipiona que bien merece una visita.

Sobre el autor:

Alaia Rotaeche

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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