Alguno ha perdido hasta la cuenta de los años que llevan en el mundo de la noche. “No existía el botellón, así que fíjate”, puntualiza Fernando Marín, quien junto a sus socios Ramón Fernández y Juan Luis Menacho abrió La Baranda, el que se puede considerar primer bar de copas, propiamente dicho, de Jerez. Hablamos del año 84, una época en la que la movida se dividía entre Divina Pastora y las Torres de Córdoba.

Entre medias de esos dos puntos, una calle Paúl en la que primaban los cascos bodegueros, el colegio de la Compañía de María, unas instalaciones dedicadas a la reparación de autobuses de línea y una fábrica de tapones. Prácticamente lo que menos había eran viviendas. Por eso, estos tres empresarios pensaron que esta zona podía convertirse en otro lugar de referencia del ocio nocturno. Su idea, traer a Jerez un concepto diferente y desconocido hasta entonces no solo en la ciudad, sino prácticamente en toda España: la taberna irlandesa. Nacía así la Plaza Canterbury.

“Lo que más nos gustaba es que no teníamos viviendas cerca, con lo cual no molestábamos a nadie, y que estábamos prácticamente al lado del centro”, rememora Ramón Fernández. El emplazamiento que eligieron fue el de la antigua fábrica de tapones. Un espacio grande, que se podía adaptar perfectamente a la idea que tenían y que no era otra que un centro lúdico con varios bares, pero al estilo anglosajón.

La plaza Canterbury, que se inaugura a finales de 1992, nace con una discoteca —La Grafton—, una cafetería, una baguetería y un bar musical. Sin embargo, el gusto de los consumidores y clientes hizo que la baguetería desapareciera y se ampliara lo que hoy es actualmente la taberna irlandesa, que se bautiza con el nombre de O’Donoghue’s. Hoy, este nombre viene asociado a una exitosa cadena de pubs con presencia en Cádiz, El Puerto, Córdoba y Estepona.

O’Donoghue’s, que un cuarto de siglo después sigue siendo el único bar genuinamente irlandés que existe en Jerez, introduce una cerveza hasta entonces poco conocida, más allá de los que la habían probado en las islas británicas. La negra, en este caso de la mundialmente conocida Guinness. “Al principio fue difícil introducirla. Pero igual nos pasó con el whisky irlandés. El aficionado estaba acostumbrado al escocés, pero luego fue una revolución. Ya todo el mundo pedía Jameson”, recuerda Fernando.

Algo que durante tantos años ha sorprendido a la clientela ha sido su cuidada decoración. “De Irlanda trajimos hasta ladrillos”, explica Juan Luis, para destacar el empeño por convertir este enclave en un verdadero rincón irlandés en la ciudad del sherry. De hecho, Guinness, de manera prácticamente secreta, con empleados que simulan ser clientes, verifican desde el perfecto tiraje de la cerveza hasta que la decoración sea genuinamente irlandesa, algo que en O’Donoghue’s llevan a rajatabla. De hecho, en 2015 Plaza Canterbury fue reconocida como la tercera mejor taberna irlandesa de España que cumplía con estos requisitos.

A día de hoy, Ramón, Fernando y Juan Luis han dado un pequeño paso al lado y han cedido el testigo del negocio a David González, gerente de las tabernas O’Donoghue’s y a Leonardo Ayala, responsable de los espectáculos y eventos que periódicamente se llevan a cabo. En este sentido, una de las señas de identidad de este genuino rincón es haber sido el primero en importar celebraciones que hoy vemos tan normales como Halloween, San Patricio o el Oktoberfest, algo que si bien es verdad que tiene poco de ‘irish’, tiene mucho que ver que Heineken España sea la distribuidora tanto de Guinnes como de la alemana Paulaner.

25 años después de su apertura, Plaza Canterbury vive una segunda juventud, con una oferta que va más allá de la cerveza o la copa ancha, ya que desde hace unos años ofrece una oferta hostelera de la mano de Foster’s Hollywood, así como otra cultural, gracias a su sala de exposiciones o su mismo patio, donde se celebran todo tipo de actos. Para Ramón, el público ha ido cambiando y el de ahora es de tipo más familiar. “Los que antes venían de solteros ahora lo hacen casados y con sus hijos”, razona. Juan Luis, además, señala que “aquí todo el mundo tiene cabida, desde el chaval de 20 años al guiri de 70 o el ejecutivo que viene a tomarse un café”.

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Jorge Miró

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