Un paseo gastronómico por la Tacita de Plata.

15 de junio y #DíaMundialDeLaTapa. Estamos de enhorabuena. No sólo los amantes de la forma más española, divertida, variada y peligrosa de disfrutar del aperitivo. A lavozdelsur.es le ha salido una hermana, la edición de Cádiz. En los tiempos que corren en la profesión periodística es, como mínimo, para felicitarse. Ya me veo ampliando el comedero de #ABocaLlena por toda la Bahía. Esto promete.

De Cádiz ciudad me gustan hasta los andares. Conocí su alma de la mano de José Berasaluce, gaditano de apellido vasco que, con su singular forma de ser y su ange, me mostró el lado más canalla. Entre embustes, me fue poniendo en contacto con personajes locales únicos e irrepetibles. De los de la mitad de Cádiz que viven de darle coba a la otra mitad.

Ya conocía por tanto el camino cuando tomamos la costumbre de organizar todos los veranos una expedición en catamarán desde El Puerto de Santa María. La compañía no podía ser mejor, con Luis Lara y Juan Alfonso Romero entre otros. De La Cepa Gallega a la barra de Atxuri, de ahí a la del Faro y, por último, un heladito en el Salón Italiano de la calle San José, y otra vez de vuelta en el catamarán. Impagables los ratitos y el tapeo. Este año toca de nuevo, que el pasado puse falta.

Luego he ido por mi cuenta. A El Viajero, en la misma playa de La Victoria. Al Nahu Beach, un chiringuito situado en la primera salida de la playa de Cortadura donde sirven una pata de pulpo a la brasa exquisita. Al barrio del Pópulo, con su variada oferta gastronómica. Sin embargo, en el Día Mundial de la Tapa quiero recordar con verdadero cariño la experiencia vivida el año pasado. Fue por las fiestas navideñas. Mi admirada Paz Ivison había preparado una ruta de tapas y me pidió que la acompañase junto a la galerista y gran amiga común Carmen de la Calle. Quería hacer un artículo para la revista Metropoli y dibujó con su habitual maestría un completo recorrido que coronó con un artículo que bautizó Tabernas y chirigotas en Cádiz.Era un día soleado del mes de enero. Nos recibió Cádiz con una temperatura inusualmente templada para esa época del año. A la una hicimos nuestra primera parada en la taberna La Sorpresa, el único bar de la calle Arbolí cuya fundación se remonta sesenta años atrás. Regentado con enorme acierto por Juan Carlos Borrell, al interior no le falta un solo detalle, incluido un pequeño reservado con capacidad para no más de media docena de mesas, y una barra desde donde se despacha una carta compuesta fundamentalmente por conservas, pescado y vinos. Se trata de un rincón donde parece haberse parado el tiempo. Desde el peso que recuerda a los viejos almacenes y ultramarinos hasta el teléfono retro colgado de la pared, pasando por las estanterías, las gominolas… Regadas con vino oloroso y acompañadas por olivas y altramuces, marchó una de anchoas de Santoña de primerísima calidad, marca de la casa.

Después de un buen rato, a las dos de la tarde llegábamos a La Cepa Gallega, centro neurálgico del mediodía gaditano donde se toma el pulso a la ciudad en plena calle Plocia. Allí nos encontramos con la plana mayor del Diario de Cádiz, que departía con Félix Fernández Vedejo, gerente del establecimiento. Su interior ofrece la imagen intacta de los bares de mediados del siglo pasado, con un amplio surtido de conservas, embutidos y vinos. Impagables sus chicharrones en papel de estraza con un toque de limón.La tercera parada no quedaba lejos. La Bodeguita de Placia es un local moderno que conserva el sabor de los bares de siempre. Cuenta con una excelente carta donde se den la mano productos de primera calidad de mar y montaña. De todas formas, me quedo con la ración de papas aliñás con lo fundamental que debe tener este plato: cebolla, perejil, aceite, sal y vinagre. Papas nuevas de Sanlúcar, claro. Espectaculares.

La cuarta parada es también en la misma calle. Concretamente en un nuevo local en el que se combinan el ultramarinos de Cádiz de toda la vida y un despacho de vinos. Desde que abrió sus puertas hace año y medio dio que hablar y ya tiene a una clientela fiel que repite encantada con sus ibéricos, conservas y desavíos. Allí probé por primera vez los picos de Obando, de Utrera, de excelente calidad. También venden pan de masa madre, que aguanta hasta una semana en la nevera sin ponerse duro. Tienen su propio jamón ibérico, de origen extremeño, y una carta de vinos con una completísima representación de los mejores de la provincia. Su gerente, Jorge Manrique, probó suerte sin mucho éxito en Jerez, con Ajo negro, donde se ubica actualmente Cuchara de palo.La quinta parada nos obligó a recorrer algunos metros, aunque vaya si mereció la pena. La cita era con la familia Ferradans, propietaria en su día del desparecido Anteojo, uno de los grandes restaurantes gaditanos de todos los tiempos. José Ferradans, hijo del propietario, ha abierto La Nueva Taberna del Anteojo, a muy pocos metros del viejo local y también asomado al incomparable balcón a la Bahía. La carta es un homenaje emocionado a la cocina gaditana de siempre. Junto a José están Luis Ripoll, jefe de cocina, y Miguel Ferradans. Me quedo con todo lo que probamos, pero merecen mención aparte los camarones al porreo y las pochas con almejas y langostinos. Verdaderamente sorprendentes las rodajas de pescadilla fritas. En apariencia parecen berenjenas fritas, pero nada más lejos ¿Cómo es posible cortarlas con ese grosor tan fino sin que se partan? Hay que ir y probarlas. La cuchara juega un papel fundamente en la carta del heredero del mítico anteojo. Especial atención también al arroz negro con langostinos, calamares y alioli.

Con un chocolate espeso en el Café Royalty, en la plaza de la Candelaria, nos marchamos de regreso. 

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Jorge Miró

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