Habitualmente, y como no podía ser menos en la tierra del vino y las bodegas, el paisaje de la campiña jerezana se ha venido asociando al de lomas de albarizas cubiertas de viñedos y, en menor medida a los secanos que albergan cultivos de cereal que son, con mucho, los más extendidos. Sin embargo, hubo un tiempo ya lejano en el que el olivo y los olivares fueron los grandes protagonistas de nuestro paisaje. Sabemos de la importancia de este cultivo y del comercio del aceite en la época romana, cuando a través del Guadalete se daba salida a las ánforas olearias que se elaboraban en los numerosos alfares distribuidos entre la Junta de los Ríos (Lacca) y El Portal.
En el Jerez islámico los olivares fuero uno de los principales cultivos en nuestras campiñas hasta el punto que, como señala Abellán, ya en la primera mitad del siglo X, al-Razi afirma que “Sidonia y su término estaba cubierto de olivares”. De la misma manera, el testimonio del viajero al-Idrisi, dibuja con claridad la presencia de los olivares en los alrededores del Jerez de la primera mitad del siglo XII, al decir que nuestra ciudad está “amurallada y rodeada de arboledas y de hermosas comarcas. La rodean numerosas viñas, olivos e higueras.”
Esta misma imagen de los olivares creciendo junto a los muros de la ciudad ha llegado hasta nosotros en la que tal vez sea la primera ilustración gráfica de nuestro entorno cercano. Resulta significativo comprobar como en la iconografía tradicional, la ciudad aparece ligada al olivo y así,en la representación de Jerez que figura en las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, las murallas aparecen rodeadas de olivos.
Siglos después, el olivar fue desapareciendo no sólo de las cercanías de la ciudad, sino de la práctica totalidad del término, como recuerda Rosalía González en un interesante artículo sobre Molinos de aceite del siglo XVIII en Jerez. Cuando hace apenas veinte años vimos plantar nuevos olivares en las tierras de Arcos, y los hemos ido viendo crecer en Faín, en Valdelasierra, en Macharaví o en Valdejudíos, volvimos a pensar en aquel Jerez rodeado de viñas y olivos del que daban cuenta los viajeros medievales.
Por eso nos alegra ver que, desde hace unos años, de nuevo la campiña jerezana se esté “vistiendo” de olivares como los que apuntan ya cubriendo las lomas de El Trobal, Jarilla Jareta, Casa Blanquilla, Ballesteros, Lomopardo o en las proximidades de El Rizo, cortijo este último que aún conserva la torre de contrapeso de la antigua prensa. Bastará sólo una década para que los olivos crezcan y transformen el paisaje de estas tierras de secano.
Para saber más:
- Abellán Pérez, J.: Poblamiento y administración provincial en al-Andalus. La cora de Sidonia. Ed. Sarriá, Málaga, 2004. pag. 131
- García Romero, F.A. : "Xerez Saduña, aportaciones al testimonio de Al-Razi.Revista de Historia de Jerez 10 (2004), Jerez de la Frontera, Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 229-233.
- González Rodríguez, R.: Molinos de aceite del siglo XVIII en Jerez. Ultimo testigos de un actividad económica olvidada en nuestra ciudad. Revista de Historia de Jerez 7 (2001), Jerez de la Frontera, Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 137-151.
- La descripción de al-Idrisi está tomada de Clavijo Provencio, R. (coord.), Historia general del libro y la cultura en Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, 2003, pág. 102.