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Todos los que me conocen ya se imaginan de qué voy a escribir hoy y pensarán que soy incorregible, que me puede el corazón y mi pasión por el vino y ... un poco de razón tienen, la verdad. Pero también les diré que hoy es el día en que demostraré que no estoy tan equivocada cuando contesto a la siguiente pregunta: ¿Cuál es el mejor vino?

Hoy me alejaré de asuntos técnicos, que para esto siempre hay tiempo.

Cuando hablamos de vino, podemos hacerlo desde una vertiente técnica, donde estudiaremos todas sus características: color, limpieza, brillo, aromas, olores, defectos…pero también podemos hacerlo desde una vertiente más pasional, centrándonos en cómo, cuándo y con quién disfrutarlo. De la mezcla de las dos nace mi propia teoría, en la que creo firmemente y con la que siempre, en todas mis catas, termino afirmando que el mejor vino es “el que se toma en buena compañía”.

Toca demostrar esa teoría… ¿Y cómo lo voy a hacer? Pues contando algunas experiencias vividas en primera persona, con el vino como hilo conductor, que prueban claramente que la afirmación es cierta al 120%.

Como la mayoría de la gente sabe, me dedico, entre otras cosas, a hacer catas de vinos. Las hago para grupos de conocidos, pero también hay sesiones en las que los participantes se van apuntando, por separado, hasta completarse un grupo. Es en éstas últimas en las que mi teoría empieza a tomar forma.

Muchos vienen con sus parejas, otros con algún amigo e incluso algunos solos. Llegan serios, puede que cansados del día, y deseando sentarse y desconectar. Suelo aconsejar que las personas que vienen juntas se sienten separadas y tengo que reconocer que, al menos al principio, me miran con cara rara. Empieza la cata con un silencio sepulcral. Primer vino: todos expectantes, siguen mis indicaciones y asienten tímidamente con la cabeza… no quieren molestar y… sólo hablo yo. Es a partir del segundo vino cuando empieza a surgir esa conexión mágica, y empiezan a relajarse y a participar, hablan de sus percepciones con tranquilidad… me huele a esto, me sabe a aquello…Cuentan anécdotas, hacen preguntas…Con deciros que la cata dura hora y media y antes de las dos horas no se va nadie…

Ahora alguno estará pensando que es por el efecto del alcohol… ¡nada más lejos! Es el vino en el más amplio sentido de la palabra un tema común que apasiona a los asistentes y en el que profundizan juntos; se crea un momento mágico, en el que incluso se pueden hacer pequeños (y grandes) descubrimientos, momentos que viven juntos personas que acaban de conocerse. No saben nada los unos de los otros, ni en qué trabajan, ni si tienen perros o gatos…sólo que les gusta disfrutar de una copa de vino en algún momento de la semana y esa sola inclinación a disfrutar del vino y a querer conocerlo mejor (conocerlo es disfrutarlo aún más), sin duda hace de todos ellos, en ese momento, la mejor compañía para crear un oasis en medio de las tribulaciones diarias...

Mi última visita a una bodega también nos servirá para demostrar mi teoría…

Era una bodega que ya había visitado anteriormente, con un grupo de personas estupendo a los que no conocía previamente, amantes del vino, por supuesto, y con un responsable de la bodega enamorado de su trabajo, que hizo de la visita un momento fantástico para no olvidar, por lo que veía sumamente difícil superar esa experiencia…

¡Pero me equivoqué! En esta ocasión fui con un grupo al que actualmente me une algo más que el vino (lo que une el vino…) y una familia muy ligada a la bodega fue la encargada de guiarnos entre las botas. Todo empezó como una visita guiada más, o por lo menos eso esperábamos, pero en realidad encontramos a unas personas para las que el vino es algo que forma parte de su día a día y nos transmitieron toda esa pasión. Poco a poco y vino a vino, empezamos a hablar un poco de todo, a contar anécdotas de nuestras vidas. Después de más de dos horas juntos, y un par de copas de oloroso, nos sentamos ante un guiso casero de “papas con chocos” como si fuéramos amigos de toda la vida. ¿Era la misma bodega y los mismos vinos? Sí, pero no me supo igual; surgió esa magia que lo hizo más especial.

El vino está siempre presente en nuestras vidas regando momentos importantes, pero también sucede lo contrario, hay momentos de la vida que hace a los vinos ser importantes.

Bebe la vida, vive el vino.

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