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Hola. Soy 'Flamenquina'. Tengo un primo rebozado y frito, pero yo soy una niña que canta, que baila y que toca las palmas. 

Hola. Soy 'Flamenquina'. Tengo un primo rebozado y frito, pero yo soy una niña que canta, que baila y que toca las palmas. Nací entre dos provincias, Sevilla y Cádiz, aunque nunca me dijeron exactamente dónde, pero sospecho que ni mis propios padres lo saben. Tengo muchos parientes y primos, repartidos por toda Andalucía con los que me encanta jugar. Mi padre es gitano y mi madre gachí, que es como papá llama a los que no son gitanos. En casa oía batallitas acerca de que mis tatarabuelos fueron perseguidos y encerrados en barcos. A pesar de ello, no perdían las ganas de cantar. Mamá bailaba muy bien y siempre había música sonando en el corredor en un viejo aparato que decían que habían traído de América, junto a un lorito y a una caja de puros, que había arriba de un mueble viejo sobre un paño blanco de punto.

Un día me dio por inventar canciones y como era una niña muy alegre hice las alegrías… ¡son la caña! Bueno, la caña es otra canción hecha por mí, pero quise decir que son muy güais.

Mamá a veces me llamaba desde la cocina para que le ayudara en sus quehaceres y eso me enfurecía mucho, porque yo lo que quería era jugar, bailar y cantar, y siempre le respondía igual:

— ¡Enseguidilla voooooy, mamá!

Y como me enojaba y le repetía tanto la frase, me inspiré luego y creé las seguidillas, una canción triste, basada en los gritos de mamá. Para que ella no se diera cuenta y no se enfadara, le puse seguiriya.

A veces, también me sentía sola, sin nadie con quien jugar en la soledad de mi habitación… por eso se me ocurrió llamar soleá y soleares a otras de mis canciones.

En ocasiones inventaba bailes. Me encantaba ponerme los zapatos de mamá, y aunque eran grandísimos para mí, jugaba a que yo bailaba y aporreaba el suelo de su cuarto, mientras levantaba los brazos. Así inventé el zapateado. Ella nunca quería que me los pusiera y siempre se ponía farruca conmigo y me amenazaba con darme un garrotín. Pero yo sabía que lo decía para darme miedo y me inventé dos canciones más: la farruca y el garrotín.

En verano, en casa siempre guisaban caracoles. Los metían en una olla con muchas especias y siempre echaban muchas pompitas. Luego en otoño, en la azotea, llenaban las tinajas de aceitunas verdiales; y como soy tan flamenquina, se me ocurrieron dos canciones más: los caracoles y  los verdiales.

Hice más canciones. Algunas las canto seseando. Otras ceceando (como hablan mis primos). A veces me acuerdo de músicas americanas y de otros lugares... Y así me siento yo: 'Flamenquina', sureña, mestiza y mulata, un poco cubana, andaluza y bailarina de Gades, que dicen los mayores que así se llamaba Cádiz en tiempos de Roma.

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Jorge Miró

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