Su enorme puerta gris-azulada les daba la bienvenida. Diegui ya se moría de nervios, se hacía pipí, le temblaba la voz...

Diego no ha dormido muy bien hoy, ha soñado todo el rato con que no se sabía bien todo lo que tenía que decir. No ha desayunado mucho, ¡Con lo que a él le gusta desayunar viendo Doraemon! Lo de esta tarde lo tiene intranquilo pero deseoso. De hecho, lo que parece que le pasa es que el ansia le puede. No se quita de la cabeza el principio de su turno, no deja de pensar en cómo le quedará el sombrero y si sabrá moverse bien, como le han estado explicando Rocío y Moi durante estos cuatro meses.

Ya va camino del colegio y en el trayecto va susurrando la parodia. Allí, sus compañeros y compañeras le preguntan si está nervioso y eso lo pone más nervioso, más ansioso.

—¿Te lo sabes, Diegui?— Le pregunta hasta la maestra.

—¡Claro! Desde la primera frase hasta el final del Tema Libre.— Le responde, seguro de sí mismo. —¡Qué dices! Te hablo de la lección, no de lo que tienes que hacer luego. Que ya me he enterado, no te distraigas.

—¡Ah! Perdón. La lección...sí, sí. —Le dijo, aunque su tono no tenía mucho de verdad, más bien era de 'a ver qué pasa'.

El colegio se le hizo eterno. El recreo, brevísimo.

El camino de regreso a casa fue casi igual que el camino de ida. Su hermana ya estaba harta de escucharle lo mismo una y otra vez.

—¡Calla, Diegui, por favor! — Le dijo entre el enfado y el cariño.

Él se calló, pero continuó su retahíla mentalmente.

Cuando llegó a casa, rápidamente engulló un filete de pollo empanao con unas cuantas patatas fritas y, corriendo, se fue con Desi, su hermana, hasta una escuela náutica de la calle Zaragoza que les había prestado un aula para que pudieran disfrazarse, repasar y darse unos toques de maquillaje antes de salir para el teatro, que está muy cerca.

Ya se acercaba la hora y Diegui podía ver que Nacho y Antonio estaban casi tan ansiosos como él. Rocío y Moi no se quedaban atrás, y mira que ellos ya no eran unos niños. Bueno, Rocío un poco sí. Por fin, haciendo pasacalles, salieron de la escuela. Un camino corto pero intenso, alargado para disfrutarlo más.

Su enorme puerta gris-azulada les daba la bienvenida. Diegui ya se moría de nervios, se hacía pipí, le temblaba la voz...

Acompañados por familiares, amigos y curiosos, llegaron hasta la puerta trasera del Teatro. Su enorme puerta gris-azulada les daba la bienvenida. Diegui ya se moría de nervios, se hacía pipí, le temblaba la voz...

Agua, respiraciones, repasos cortados, cinco minutos por el camerino grande para calentar la voz y darle al estribillo y al segundo cuplé y...para abajo.

La entrada a la trasera del escenario fue, sin duda, una de las cosas más emocionantes que había vivido a sus 12 años. Negro, gigante, lleno de cacharros de las agrupaciones de los mayores. Lo había visto en la tele mil veces, pero no se lo imaginaba así por dentro. Sus nervios crecieron y, menos mal que Rocío le había puesto maquillaje, porque si no, la carita blanca iba a dar un poco el cante.

Miguel Ángel, el regidor, los llamó a escena y los tres se colocaron, aunque primero se abrazaron con Rocío y Moi. Ahora sí que se comía de nervios. Pero cuando las cortinas se abrieron, el aplauso crujió y su compañero dijo la primera frase: '¿Esto qué es?' A lo que el siguiente le respondió: '¿Qué dices? Esto es el Falla.

Diegui comprendió que aquellos que habían sido compañeros se convirtieron en amigos para toda la vida, que aunque el futuro los enviará a lugares distintos, en común quedarían siempre esos cuatro meses y ese debut, pasara los que pasara. Los nervios se fueron y la ilusión se disparó. 

Esta pieza se incluye en la revista El Ático de los Gatitos, a la venta en librerías y en takaraeditorial@gmail.com. Este proyecto también colabora de forma solidaria con Cedown Jerez.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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